Las cruces de
la santidad
Padre Nicolás Schwizer
Nº 167 - 01 de abril de
2015
Son cruces que nos llegan de parte de Dios. No hemos de temerlas, porque Dios no nos manda ninguna cruz que no seamos capaces de soportar.Sabemos que no es cosa fácil, aspirar a la santidad, luchar diariamente por mejorar y superar nuestros defectos. Si tomamos en serio esta lucha, se convierte en una cruz a veces pesada, pero al mismo tiempo, una cruz fecunda y bendecida.
1. Magnanimidad. La primera cruz que la aspiración a la santidad nos impone. La magnanimidad es propia de un ser que busca lo grande, que aspira a las alturas, que trata de realizar sus elevados ideales. Es una grandeza de alma que no busca a sí mismo, sí solamente a Dios y su voluntad. En todo pretende lo más grande y lo más perfecto, por amor a Dios. Como en pocas virtudes, se manifiesta en ella la armonía entre el actuar divino y el humano. Magnanimidad es el secreto de la auténtica nobleza humana y es el misterio de los santos. Sin magnanimidad no hay hombres y mujeres auténticos, sino solamente enanos.
2.Heroísmo. Sin heroísmo no podemos vivir una vida matrimonial y familiar cristiana: aguantarnos mutuamente todos los días, pasar por alto los defectos del otro, madurar en nuestro amor al tú, mantenernos una fidelidad inquebrantable.
¿Sentimos algo de ese espíritu extraordinario en nosotros? ¿O pertenecemos más bien a aquellos de los cuales solía decir el Padre Kentenich?: “En las tumbas descansan los que tenían visiones grandes y que han realizado obras grandes; sobre sus tumbas nos arrastramos nosotros como una generación de enanos”.
3. Mortificación (sacrificio). Otra cruz que forma parte de nuestra santidad es la mortificación o el sacrificio en sus múltiples formas. Se trata de actuar en contra de los dictados de nuestros instintos y nuestra naturaleza. El Padre Kentenich decía que el grado de mortificación es el grado de nuestra santidad. Lo que cuenta no es tanto el amor afectivo, sino más bien el amor efectivo. Y este no se manifiesta en palabras y caricias, sino en los sacrificios que estamos dispuestos a realizar por las personas amadas.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Tememos la cruz de la entrega generosa?
2. ¿Qué esfuerzos hago por corregir mis defectos?
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