Espíritu
Santo: Alma de mi alma
Padre Nicolás Schwizer
Nº 157 – 01 de junio de
2014
Uno de los rasgos del Espíritu Santo se relaciona con
el alma humana. En la oración del “Hacia el Padre”, el Padre Kentenich,
fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, lo llama “alma de mi alma”.
¿En que consiste la esencia del hombre redimido? Consiste en la inhabitación
del Dios Trino, especialmente del Espíritu Santo, en el alma.
Quiere decir, mi alma y con ella toda mi persona está consagrada al
Espíritu Santo y habitada por Él. Un famoso Cardenal francés dijo que el hombre
común consiste en alma y cuerpo, pero el cristiano consiste en alma, cuerpo y
Espíritu Santo.
Este es el gran secreto: el Espíritu de Dios está en mí, vive y actúa en
mí. Él es el alma de mi alma. Él es lo más profundo de mí, es el centro de
mí ser. Si esa es nuestra realidad más íntima, entonces tenemos que tomar
más en serio su presencia en nosotros, su hablar y actuar en nuestro interior.
Aquí vemos también la importancia de cultivar el Santuario del corazón, como
morada del Espíritu.
Por otra parte, podemos decir que el Espíritu tiene la
responsabilidad de que crezca nuestro amor, nuestro afecto y nuestra
devoción a María. Tiene la misión de asemejarnos más y más a su esposa. Tiene
que convertirnos, poco a poco, en reflejos de Ella, en hombres y mujeres
marianos, seres nuevos, seres del más allá.
Él la llama el remolino del Espíritu, porque a través de Ella
hemos llegado a una relación más cercana y personal con el Espíritu Divino.
Mujer y alma
El
Espíritu Divino es el alma de mi alma. Y el Padre Kentenich piensa que la mujer
ideal debe ser “toda alma”. En la polaridad alma - cuerpo, tan propia del ser
humano, la mujer se experimenta más como alma. Esto no significa una
negación o un desprecio del cuerpo. Se trata más bien de una acentuación.
Lo
más propio del alma es animar, integrar
y espiritualizar. Son esas tres funciones propias del alma, las que siente
la mujer como más suyas.
Por naturaleza la mujer tiende a infundir alma en todo lo que le rodea.
Le da un contenido significativo y espiritual a cada gesto.
Poner alma significa para el
Padre Kentenich, sobre todo:
·
Darle un
sello personal a todo lo que hace;
·
Buscar y
poner en primer plano al tú personal, antes que las cosas;
·
Asegurar el
momento espiritual en el amor;
·
Irradiar una
atmósfera cálida.
Por eso comentaba, a la vuelta de su exilio, que “la mujer por su ser tiene que preocuparse de que el mundo, la vida, la
familia y las relaciones humanas sean impregnados de alma y espíritu”.
Elemento espiritual en el amor. Es propio de la mujer acentuar el elemento
espiritual en el amor. Por eso hemos de cuidar que en nuestras manifestaciones
de amor lo espiritual y la interioridad dominen lo corporal: desde la caricia
hasta el acto conyugal.
Creo que en este contexto es importante también nuestra vestimenta.
Debe ayudar a nosotras mismas y sobre todo a los demás a resaltar lo interior y
lo espiritual.
Por eso, entreguémonos a María, para que ella pueda conducirnos
al Espíritu Divino. Démosle a la
Virgen un lugar privilegiado en nuestro corazón, para que el
Espíritu pueda tomar posesión de él y llenarlo con su presencia.
Ojalá quede claro en nuestra mente y arraigado en nuestro corazón el gran
desafío de transformamos, poco a poco, en pequeños reflejos e instrumentos
del Espíritu Santo. Que la
Virgen María , su gran símbolo y colaboradora, nos guíe y
acompañe en ello.
Pregunta para la reflexión
¿Estoy inspirando e infundiendo
alma a todo lo que hago, en mi vida personal y familiar, vida de grupo, vida
profesional y laboral, vida social y cultural?
Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su
testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com
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