EL SANTUARIO DEL CORAZÓN
Padre Nicolás Schwizer
Nº 154 – 01 de marzo de
2014
El P. Kentenich, fundador del
Movimiento Apostólico de Schoenstatt, empezó a hablar, en sus últimos años de vida, del Santuario
del corazón. Y de toda la cadena de Santuarios, el más importante para él
es justamente el Santuario del corazón.
¿Qué significa para el Padre el corazón como Santuario? Significa que nuestro corazón
es un Santuario de la Virgen María. Ella modela y transforma nuestro corazón
convirtiéndolo más y más en morada de Dios y templo de la Sma. Trinidad. Cada uno
es y ha de ser Santuario vivo, habitado por el Dios Trino, consagrado y
entregado a Él. Todos aprendimos esa verdad en las clases de catecismo. Todos
leímos ya alguna vez en la Biblia sobre ese misterio: “¿No saben ustedes que son un templo de Dios, y que el Espíritu de Dios
habita en ustedes?”.
Pero la pregunta es, si vivimos realmente ese
misterio. Lo conocemos y, sin embargo, cuán poco unidos y vinculados estamos a
ese Dios que mora en nosotros. A lo mejor buscamos a Dios afuera y resulta que
está adentro nuestro. Hemos de buscarlo, por eso, mucho más en nuestro
interior, en el fondo de nuestra alma.
Y después de encontrarle a Dios en nuestro
corazón, la gran tarea es vincularnos a Él.
El Padre nos recomienda tres cosas para vivir esta relación con Dios:
1. Mirar con fe al Dios de mi alma: darme cuenta de su presencia y contemplarlo,
mirar lo que habla y actúa en mí, aprender a hacer silencio, a detenerme de vez
en cuando.
2. Hablar con el Dios que mora en mi corazón: Aprender a hablar con Él a lo
largo del día, sobre mis cosas, mis preocupaciones, mis anhelos, rezarle
espontáneamente, decirle jaculatorias, expresarle mi amor filial.
3. Hacer sacrificios por el Dios de mi corazón: para manifestarle mi amor
maduro y hacerme solidario con el Cristo sufriente, ofrecerle con amor mi
Capital de gracias, es decir, mi lucha diaria por superarme y crecer en
santidad.
Explica el Padre Kentenich al respecto: “Si los hombres modernos descubriéramos de
nuevo a Dios dentro de nosotros, entonces siempre nos sentiríamos tranquilos,
serenos y seguros. Si descubrimos de nuevo al Señor en nuestro interior y la
acción del Espíritu Santo, será de una importancia muy grande para nuestra vida
espiritual y también para nuestra salud mental y física” (Mi corazón, tu
Santuario, 60).
Y allí viene entonces la
importancia del Santuario‑corazón. En él aprendemos a vincularnos a las
personas del mundo sobrenatural: María, Cristo, Dios Padre, Espíritu Santo. En
él recibimos las gracias del arraigo profundo, de la transformación interior,
de la fecundidad apostólica. Y así vamos creciendo y madurando hasta
convertirnos en Santuario vivo de la Virgen y de Dios.
Entre estos vínculos, el más importante es el
vínculo con Dios Padre. Es el desafío principal que nos plantea el Santuario
del corazón: crecer en nuestra actitud de hijos ante Él. Es decisivo no
sólo para nuestra felicidad personal. De nuestra filialidad depende también
nuestro éxito como apóstoles. Es la actitud de un hijo adulto que comparte
responsabilidades con su Padre, que forja historia junto a Él. Es un hijo que
lucha por un mundo digno del Padre, donde reinen los valores de la verdad, la
justicia y el amor. Es un hijo que se siente llamado a construir la Nación de Dios Padre,
forjar un reflejo de su Reino celestial en medio de nuestro mundo.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Somos nosotros, cada uno, Santuario vivo que irradia
ese amor al Señor, ese arraigo indisoluble en el corazón de Dios?
2. ¿Me siento un constructor de un nuevo mundo?
3. ¿Qué propósito concreto puedo tomar para relacionarme
con el Dios de mi corazón?
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