lunes, agosto 28, 2017

El Puente N° 7 / 2017 - CARTA PARA NOSOTRAS

Crónica de una jornada memorable

Carta de Willi Waldbröl a Albert Eise

Informe principal



Unos días después de las reuniones del 19 y 20 de agosto de 1919, Willi Waldbröl redactó un informe en forma de carta que aún se conserva y que constituye el único y más antiguo testimonio sobre el transcurso de la Jornada de Hörde. Todos lo demás relatos sólo son recuerdos de tiempos posteriores que sirven como complemento de los hechos históricos. 

Esta carta de Willi Waldbröl -que aquí compartimos - es considerada el eje de todas las declaraciones sobre la memorable jornada. 





Duisburg-Hamborn, 1 de setiembre de 1919
Rudolfstr, 40
Charitas Christi urget nos

Querido Albert:

Muchas gracias por tu carta terriblemente extensa. En realidad debería llenar esta página y la siguiente, y firmar abajo, pero no quiero devolver mal por mal. Recién hoy puedo responder a tus amables líneas. ¡Tengo tantas cartas que escribir!

Nuestra jornada de Hörde transcurrió bien. Le faltó brillo exterior, es verdad, pero en cambio nos ocupamos con tanto más ahínco de la consolidación interna de nuestra organización. El transcurso de la jornada fue, brevemente, como sigue:

El día 19 (1) nos reunimos alrededor de las 17 hs. en el Círculo Obrero Católico de Hörde para compartir una velada de recreación. Éramos alrededor de treinta participantes. Personas de todos los estados: universitarios, alumnos secundarios, docentes, seminaristas, un comerciante y un técnico. De los schoenstattianos estaban presentes Schulte, Girke, Pabelick, Tick, Hoffmann, Spangenberg, Duchêne y Karl Schäfer. Zenzen y especialmente Jupp, a quien tanto le gusta hablar, faltaron vergonzosamente. No nos enviaron ninguna tarjeta postal, ninguna disculpa (2); porque si nuestro valiente Hofmann pudo venir, tanto más podían hacerlo esos dos. Punto final. Sea como fuere, de ese modo se conoce a la gente.

De los que asistieron, te menciono algunos nombres conocidos por ti: Blümer, Beckmann (de Baden), Cossmann, Evers (de mi grupo), Ernst y Enste. 

Una vez ejecutada una pieza musical a modo de inauguración del evento (piano, violín y violoncelo), Zeppenfeld pronunció el discurso de salutación. Señaló especialmente el espíritu de sacrificio de algunos miembros que se habían tomado el trabajo de viajar desde Baden, Fulda, Osnabrück, etc. para participar del encuentro. A nosotros, los schoenstattianos, quería decirnos “sin rodeos” la verdad: que habíamos dejado en la estacada a la Organización externa. Pero el “lavado de cabeza” no le resultó del todo bien. Luego, en honor de los presentes, se cantaron canciones que ensalzaban a Westfalia y Renania. El hospedero ofreció los cancioneros. Luego comenzó la recreación. Casi todos aportaron a la diversión común. Incluso Schulte contó un buen chiste inventado por él y que estaba dirigido contra Alois. Evidentemente quería vengarse del “lavado de cabeza”. Especialmente uno de los docentes divirtió mucho a los asistentes con sus refranes y canciones. Nuestro trío ejecutó en las pausas las piezas que tú conoces: “La última rosa” y “La marcha de los cazadores de Gammel”. Pabelick y el hermano de Zeppenfeld ejecutaron muy bien los solos previstos en el programa: “Hay un pueblito” y “El reloj”. Se cantaron asimismo canciones corales con hermosas voces varoniles. Un juego comunitario desató varias explosiones de risa. Eran ya las 22 hs. cuando finalizó la velada. 

A la mañana siguiente, a las 8 hs., con un tiempo magnífico, nos reunimos en la capilla del hospital. Lamentablemente no pudimos cantar el canto a cuatro voces porque faltaba el bajo. Schulte no se animó a cantar. Cantamos entonces una misa alemana con voces vigorosas. Celebró un sacerdote capuchino alto, delgado, enjuto, una imagen del más puro ascetismo. Le había costado mucho trabajo a Alois conseguir un sacerdote. Por eso en Dortmund hubo una misa menos. El prior del convento preguntó con toda razón: “¿Quién es el director de la organización?”. Bueno, el director de la organización estaba en Schoenstatt y tenía cosas más importantes que hacer como, por ejemplo, lidiar con la Dirección de la casa. Es terrible. ¿Te enteraste de que en los ejercicios espirituales para estudiantes faltaron tazas y la pobre congregación mariana tuvo que donar 73 marcos de su caja para comprar tazas? A veces uno desespera de nuestra Sociedad (3). ¿Es ésta la obediencia que se le debe a la Consulta General, Consulta que aprobó nuestra organización haciéndola suya como miembro de la Sociedad?

Pero vayamos al grano. El citado capuchino pronunció también una homilía. No comprendí cabalmente cuál era el tema, creo que el apostolado (4). No me resultó suficientemente clara la disposición de sus ideas. Pero algunos pensamientos que nos ofreció fueron muy bonitos. Luego de la misa hubo bendición solemne.

A continuación fuimos a tomar juntos el café (¡verdadero café!) en el Círculo obrero. Se desempacaron enormes tortas, una señal de cuán generosamente los buenos westfalianos tratan de agasajar a sus huéspedes por amor de Dios.

Después de solucionada la cuestión del estómago, comenzó la verdadera función. Pabelick recitó el “Oh Purísima” de Fr. W. Weber. Luego di yo mi plática: “Nuestra Organización externa”.

A continuación se realizó el debate. En su calidad de coordinador, a duras penas consiguió Alois moderar la discusión. Las opiniones eran muy antagónicas; se atacaba con denuedo.

Enste, que se ha vuelto muy pesimista, y especialmente Büsching, un seminarista de Fulda que había cursado siete semestres, eran opositores encarnizados. Lo que atacaron especialmente fue el examen particular. Büsching temía que justamente el examen particular se convirtiese en bacilo moral para nuestra organización. Elogió nuestra Congregación schoenstattiana, pero condenó el aborto de una Organización externa. Procuramos aclararle que nuestra Congregación había alcanzado su florecimiento precisamente mediante el examen particular y el cultivo de la autoeducación; y que la Congregación y la Organización externa eran, en el fondo, idénticas. Pero fue inútil. Me parecía como si en su cabeza le rondasen los fantasmas de los siete semestres. Finalmente le dimos a entender que su juicio no era tan decisivo, dado que él no había puesto en práctica el examen particular y el horario espiritual con el mismo rigor con que lo habíamos hecho nosotros. Que por de pronto debía cooperar en nuestras filas y luego comprendería mejor las cosas.

Fue una suerte que los schoenstattianos nos mantuviéramos de alguna manera unidos; y que el 7 de agosto, en una “conversación de cocina” Alois, Hans, Ernst y yo nos hubiéramos puesto de acuerdo en la mayoría de los puntos. Sólo en uno quedamos “enemigos acérrimos”: Alois y Hans Blümer querían meter en una misma bolsa docentes, graduados universitarios y estudiantes secundarios, mientras que yo proponía la separación entre las diferentes situaciones de vida. También Schulte y los demás schoenstattianos me apoyaron. Algunos eran más radicales y proponían una total separación en secciones. Temí que la jornada acabara en tumulto. Pero la cuestión se solucionó gracias a una diestra maniobra de Blümer quien hizo y defendió brillantemente la propuesta de dejar todo ese tema en suspenso y esperar que pase el tiempo. Si bien Zeppenfeld se resistió, la propuesta de Blümer fue aprobada. Realmente no podemos tomar nuestras medidas ignorando con ligereza a los docentes, de los cuales habían asistido sólo algunos que no estaban al tanto de todo. 

A las 12:30 hs. se puso fin per vim (5) al debate. Luego de un almuerzo impecable hubo una breve siesta. A las 14:30 comenzó la bendición eucarística. El deán habló sobre el apostolado.

Finalizada la bendición eucarística tomamos juntos el café. Luego continuó la discusión, después de haberse ejecutado el “Stabat Mater” de Rossini.

A las 17:30 se hizo una pausa y nos tomamos una foto. 


A las 19 hs. continuamos el debate. A continuación tuvo lugar el brillante colofón de la jornada. El seminarista Ernst pronunció una conferencia pronunció una conferencia sobre San Pablo hondamente reflexionada e impecablemente estructurada: “San Pablo, modelo del apóstol valiente”. Con maestría explicó que el espíritu del amor a Cristo (ideal personal), del amor al prójimo y del amor al sacrificio (examen particular) es condición para un correcto espíritu apostólico.

Nos retiramos entusiasmados con nuestra sublime vocación apostólica. Algunos se despidieron, asegurando que partían llevándose muchas motivaciones. La mayoría se reunió de nuevo al otro día, el 21, en la Iglesia del Círculo obrero católico y, como el día anterior, ofrecieron juntos la santa comunión por el florecimiento de la Federación Apostólica.

Se designó a San Pablo como segundo patrón de nuestra Federación. La divisa es: ¡Charitas Christi urget nos!

Las personas de confianza designadas por la Asamblea: Alois, Blümer, Pabelick y yo, elaboramos, de acuerdo con el protocolo existente de la reunión, un estatuto provisorio que fue enviado a Schoenstatt.

A la tarde del 21 regresé a casa y llevé conmigo a Hans Blümer para que pasase algunos días en mi hogar.

Y así pues concluyo.

En fidelidad de congregante,

Tu Willi

Extraído de “HÖRDE 1919, Grandeza y límites de una jornada”, 
P. Heinrich M. Hug, Ed. Nueva Patris, 2017.


(1) El 19/08/1919 fue un martes
(2) Waldbröl quiere decir que Zenzen y Josef Friedrich Jupp no habrían tenido razones de peso para no asistir; de Friedrich se sabe que no tuvo permiso de su padre para viajar debido a que había que realizar labores en el campo.
(3) Se refiere a la comunidad palotina. 
(4) La consigna de la homilía fue: “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc. 12, 49)
(5) A la fuerza


No hay comentarios.: