viernes, diciembre 18, 2015

Navidad de la misericordia-Tercer día

Novena Navideña 2015:

P.Guillermo Carmona

Tercer día: Se le perdonó mucho porque amó mucho.

Oración inicial
Tu santuario es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija.
Allí diste a luz virginalmente al Señor,
quien te eligió por Madre y Compañera.
En esa admirable fecundidad nos trajiste al Sol de Justicia.
Para que nuestro tiempo pueda mirar la Luz eterna,
erigiste benignamente a Schoenstatt.
Como Enviada de Dios y Portadora de Cristo, quieres
desde el santuario, recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge nuevamente al Señor en mi alma, y, al igual que tú, me asemeje a él en todo;
hazme portador de Cristo a nuestro tiempo
para que se encienda en el más luminoso resplandor del sol.
El universo entero con gozo glorifique al Padre,
le tribute honra y alabanza por Cristo, con María,
en el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

1. Texto bíblico: Lucas 7, 36-50
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: ‘Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!’
Pero Jesús le dijo: ‘Simón, tengo algo que decirte’. ‘Di, Maestro’, respondió él.
‘Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?’.
Simón contestó: ‘Pienso que aquel a quien perdonó más’. Jesús le dijo: ‘Has juzgado bien’.
Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: ‘¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor’.
Después dijo a la mujer: ‘Tus pecados te son perdonados’.
Los invitados pensaron: ‘¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?’.
Pero Jesús dijo a la mujer: ‘Tu fe te ha salvado, vete en paz’.”

Después de la lectura dejamos un pequeño espacio para la reflexión personal del texto escuchado o leído. Me pregunto:
-      ¿Qué mensaje trae el texto?
-      ¿Cómo lo interpreto?
-      ¿Qué me dice a mí personalmente?

2. Reflexión
Jesús es “misericordioso, como es misericordioso el Padre de los Cielos”. Allí estaba ella, la mujer conocida por su vida licenciosa. Esta vez es ella quien toma la iniciativa y sale al encuentro: un frasco de alabastro, el lavado de los pies, el llanto y el perfume con que unge a Jesús. Ella precisa de su misericordia. Hace tiempo, quizás, que había perdido toda vergüenza propia y esta vez esta realidad le juega esta vez a su favor.  
El fariseo no lo aprueba. No entiende que es posible arrepentirse. Es demasiado soberbio y vanidoso para entender la absolución: “Le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”. “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.
La misericordia es creer que el Padre entiende nuestra realidad de pecadores. Es, por tanto, no caer en el desaliento o la desesperación, en dudar que Dios es infinitamente mayor a nuestro corazón, como dice San Juan.
Sin frivolidad ni infantilismo, sin otra cosa que la pequeñez, nos echamos en los brazos del Padre y sumergimos nuestra nada en el mar inmenso de la misericordia divina.
En Belén comienza a actualizarse la parábola del hijo pródigo: Dios va a buscarlo al hijo(a) en el Hijo y le dice que espera su retorno. Vamos a Belén como la mujer perdonada en el Evangelio. Allí Jesús nos está esperando y aguarda nuestro retorno. En nombre de SU Padre nos devuelve el perdón y la sonrisa. Nada es imposible para ese Niño que actualiza la profecía: “Cuando Israel era niño, yo le amé... Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla.” (Oseas 11, 1-4).
Lleguemos al pesebre llevándole al Niño nuestro alabastro y perfume: el corazón anhelante de perdón y cercanía. Y con certeza, se cambiará la tristeza, la desesperación y el vacío en una enorme alegría, confianza y plenitud.
El corazón de aquella mujer se ha transformando por el amor en un corazón nuevo, salvado, limpio, puro. En Belén comienza el hombre nuevo…

Preguntas para la reflexión
1.   ¿Qué podemos hacer nosotros, semejante a lo que hizo aquél día la mujer pecadora?
2.   ¿Qué simboliza el perfume? ¿Qué perfume podemos llevarle al Niño en Belén?
3.   ¿Por qué piensan tan mal los invitados? ¿Hemos tenido experiencias similares?
4.   ¿Qué le dice a la mujer, qué me dice el Niño a mí?

Compromiso sugerido
Decidirse a confesar antes de la Navidad -o en el tiempo Navideño- y concretarlo.


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