Novena Navideña 2015:
P.Guillermo Carmona
Tercer día: Se le perdonó mucho porque amó
mucho.
Oración inicial
Tu
santuario es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija.
Allí
diste a luz virginalmente al Señor,
quien
te eligió por Madre y Compañera.
En esa admirable
fecundidad nos trajiste al Sol de Justicia.
Para que nuestro
tiempo pueda mirar la Luz eterna,
erigiste
benignamente a Schoenstatt.
Como
Enviada de Dios y Portadora de Cristo, quieres
desde
el santuario, recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge
nuevamente al Señor en mi alma, y, al igual que tú, me asemeje a él en todo;
hazme portador de
Cristo a nuestro tiempo
para que se
encienda en el más luminoso resplandor del sol.
El
universo entero con gozo glorifique al Padre,
le
tribute honra y alabanza por Cristo, con María,
en
el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
1. Texto bíblico: Lucas 7, 36-50
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró
en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la
ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se
presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar
a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos,
los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó:
‘Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que
ella es: ¡una pecadora!’
Pero Jesús le dijo: ‘Simón, tengo algo que decirte’. ‘Di,
Maestro’, respondió él.
‘Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía
quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a
ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?’.
Simón contestó: ‘Pienso que aquel a quien perdonó más’.
Jesús le dijo: ‘Has juzgado bien’.
Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: ‘¿Ves a
esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio,
ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no
cesó de besar mis pies.
Tú no
ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados,
le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se
le perdona poco, demuestra poco amor’.
Después
dijo a la mujer: ‘Tus pecados te son perdonados’.
Los invitados pensaron: ‘¿Quién es este hombre, que
llega hasta perdonar los pecados?’.
Pero
Jesús dijo a la mujer: ‘Tu fe te ha salvado, vete en paz’.”
Después de la lectura dejamos un pequeño espacio para la reflexión
personal del texto escuchado o leído. Me pregunto:
-
¿Qué mensaje trae el texto?
-
¿Cómo lo interpreto?
-
¿Qué me dice a mí personalmente?
2. Reflexión
Jesús es “misericordioso, como es misericordioso
el Padre de los Cielos”. Allí estaba ella, la mujer conocida por su vida
licenciosa. Esta vez es ella quien toma la iniciativa y sale al encuentro: un
frasco de alabastro, el lavado de los pies, el llanto y el perfume con que unge
a Jesús. Ella precisa de su misericordia. Hace tiempo, quizás, que había
perdido toda vergüenza propia y esta vez esta realidad le juega esta vez a su favor.
El fariseo no lo aprueba. No entiende que es
posible arrepentirse. Es demasiado soberbio y vanidoso para entender la absolución:
“Le quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor”. “Tu
fe te ha salvado. Vete en paz”.
La misericordia es creer que el Padre entiende
nuestra realidad de pecadores. Es, por tanto, no caer en el desaliento o la
desesperación, en dudar que Dios es infinitamente mayor a nuestro corazón, como
dice San Juan.
Sin frivolidad ni infantilismo, sin otra cosa
que la pequeñez, nos echamos en los brazos del Padre y sumergimos nuestra nada
en el mar inmenso de la misericordia divina.
En Belén comienza a actualizarse la parábola del
hijo pródigo: Dios va a buscarlo al hijo(a) en el Hijo y le dice que espera su retorno.
Vamos a Belén como la mujer perdonada en el Evangelio. Allí Jesús nos está
esperando y aguarda nuestro retorno. En nombre de SU Padre nos devuelve el
perdón y la sonrisa. Nada es imposible para ese Niño que actualiza la profecía:
“Cuando Israel era niño, yo le amé... Cuanto más los llamaba, más se alejaban
de mí; con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como
los que alzan a un niño contra su mejilla.” (Oseas 11, 1-4).
Lleguemos al pesebre llevándole al Niño nuestro
alabastro y perfume: el corazón anhelante de perdón y cercanía. Y con certeza,
se cambiará la tristeza, la desesperación y el vacío en una enorme alegría,
confianza y plenitud.
El corazón de aquella mujer se ha transformando por
el amor en un corazón nuevo, salvado, limpio, puro. En Belén comienza el hombre
nuevo…
Preguntas para la reflexión
Preguntas para la reflexión
1.
¿Qué podemos hacer nosotros, semejante
a lo que hizo aquél día la mujer pecadora?
2. ¿Qué simboliza el perfume? ¿Qué perfume podemos llevarle al Niño en
Belén?
3. ¿Por qué piensan tan
mal los invitados? ¿Hemos tenido experiencias similares?
4.
¿Qué le dice a la mujer, qué me dice el Niño a mí?
Compromiso sugerido
Decidirse a confesar antes de la Navidad -o en el tiempo Navideño- y
concretarlo.
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