martes, diciembre 22, 2015

El Puente N° 3/2015 - Carta para nosotras


CARTA PARA NOSOTRAS


                                                                                                       Hna. María Luz Affronti

"Schönstatt es una obra divina y por eso un extraordinario don para cada una. Don que tenemos que cuidar y valorar. Nuestra vocación a la Federación de Madres es sagrada. No hay un límite para seguir creciendo en esta vocación. Tenga la edad que tenga o si ya son muchos los años de pertenencia. Siempre debo volver al primer amor que me llamó a este carisma y dentro de este carisma a la Federación de Madres. Comenzar cada día de nuevo en la aspiración a la santidad. ¡Cuidar, respetar, crecer en el amor a mi vocación y a la de las demás!"




Queridas Madres de la Federación: 

Con mucha alegría les escribo en este tiempo especial de Adviento.

Llego hasta ustedes, en esta oportunidad, a través de la Revista “El Puente”. Le pedí al Padre y Fundador que escriba él, no yo… Por eso quise tomar un acontecimiento de su vida que ocurrió hace 50 años: la audiencia con el Papa Pablo VI, el 22 de diciembre de 1965. El Padre, tiempo después, describió esta audiencia como un sello extraordinario e importante para la misión y para la obra de Schönstatt. 

¿Cómo vivió él este momento? Leamos su propio relato que compartió con los sacerdotes diocesanos de Münster el 3 de enero de 1966.

“Todas las instancias (…) tenían un grandísimo interés en que yo tuviera una audiencia con el Papa. No moví ni un dedo para ello (…) Vale decir que sucedió sin intervención de mi voluntad (no quiero decir contra mi voluntad). Por lo tanto es evidente que habían actuado otros poderes. Poderes humanos concretos, sin duda; pero también poderes divinos. (…)

(Comenzó la audiencia.) Las personas fueron pasando una detrás de otra, muy sencillamente de modo distinto del que yo me lo había imaginado. Al final estaba yo absolutamente solo en medio de la gran sala, el Papa sentado allí. A su alrededor, los dignatarios que lo acompañaban para, dado el caso, oficiar de intérpretes o también dar un tono más solemne aún al evento. Me arrodillé, besé el anillo. Ahí estaba yo con mi valijita. Lo ven en la foto. No muy abatido, no muy quebrantado, sino sencillamente tal como yo soy, ¿verdad?: sencillo y libre. Por eso también la fotografía tiene un significado especial: no fue una fotografía oficial. Las fotos que he visto de ocasiones similares siempre son así: El Papa posa y los otros también posan. En cambio esta otra foto fue tomada con total espontaneidad…

La foto me parece muy hermosa cuando se la contempla. Cuando se conocen los trasfondos… fue realmente una finalización muy original de una época de una lucha tremendamente intensa, cargada de tensión y peligros.

Vuelvo a recordarles cuánto se había rezado a lo largo de los años para que el Papa tuviera una visión de Schönstatt, un panorama cabal de Schönstatt.

Luego el Papa me preguntó muy amablemente: “¿En qué idioma?” Mi respuesta fue en latín. (…) Él se hizo entregar un papel con un texto relativamente extenso. Ustedes ven el papel en la foto. Estaba en alemán. Lo leyó entonces solemnemente como si fuera una encíclica. Lo escuché atentamente, parado allí. Si tuviera que reproducirles algo del discurso sería muy poco lo que podría decir. ¿Saben por qué? Porque era una única alabanza. Imagínense cuán poco receptivo soy para alabanzas. Pero advertí: Esto es más que un elogio común. En ese contexto donde todo se desarrollaba tan oficialmente, donde todo estaba pensado minuciosamente, eso era -por cierto- una extraordinaria legitimación, una rehabilitación.

Acabó la lectura. Entonces le conteste en latín. Fueron fundamentalmente tres pensamientos.

En primer lugar le agradecí, en nombre de Schönstatt, por todo lo que- durante su pontificado- había hecho por Schönstatt; sobre todo por haberme rehabilitado. (…)

En segundo lugar, le prometí al Papa, en nombre de toda la Familia. Que realizaríamos de la manera más perfecta posible la misión postconcilar de la Iglesia. 


Y lo tercero para la ratificación y perpetuación de esa promesa quería entregarle el cáliz como regalo para la nueva Iglesia proyectada que tendría el título Matri Ecclesia. (…) Cuando le alcancé el cáliz, los prelados que lo rodeaban se acercaron presurosos para verlo.

¡Qué honda esta vivencia del Padre! ¡Cómo vivió su Dilexit Ecclesiam! Este acontecimiento, ¿qué nos enseña, 50 años después, a nosotras que hemos hecho nuestra la misión del Padre? Nos enseña que:

   1) Schönstatt es una obra divina y por eso un extraordinario don para cada una. Don que tenemos que cuidar y valorar. Nuestra vocación a la Federación de Madres es sagrada. No hay un límite para seguir creciendo en esta vocación. Tenga la edad que tenga o si ya son muchos los años de pertenencia. Siempre debo volver al primer amor que me llamó a este carisma y dentro de este carisma a la Federación de Madres. Comenzar cada día de nuevo en la aspiración a la santidad. ¡Cuidar, respetar, crecer en el amor a mi vocación y a la de las demás!

    2) Schönstatt es una obra divina y un regalo para la Iglesia y el mundo. El Padre nos comprometió con la misión postconciliar de la Iglesia. Sentimos más que nunca que Dios nos llama a salir, ser una “Federación de Madres en salida”. No ser una Federación de “exquisitas” –como dice el Papa Francisco-. Llevar el mensaje de la Alianza a todos los ambientes donde nos movemos, sobre todo por la coherencia de vida.

Les imploro una BENDECIDA NAVIDAD para ustedes y cada una de sus Familias. ¡Que se realice el Milagro de la Nochebuena en cada uno de sus corazones! 

Cor unum in Patre, Hna. María Luz

1 Padre Kentenich. Kentenich reader. Tomo 1. Pág 271 y stes. Conferencia a los sacerdotes diocesanos de Münster. 3 de enero de 1966.

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