miércoles, septiembre 02, 2015

El Puente N° 2/2015 - Alma y corazón

ALMA Y CORAZÓN... cultivando la cultura de la alianza, 
cultivando la cultura del encuentro

Aporte del 4° Curso Región Metropolitana  
   “Hija Confiada, fiel colaboradora del amor del Padre” 
              “Filia confidens, fidelis adjutrix Patris amoris”

Al ser la Federación una comunidad orientada al apostolado y al compromiso misionero, es imprescindible el contrapeso interior de una corriente de espiritualidad, para llegar a ser “alma y corazón” del Movimiento, en nuestras familias y en todo nuestro entorno.





ALMA Y CORAZÓN

En esta sección nos centraremos en el significado e implicancias del ser “alma y corazón” al que nos llama nuestro Ideal de Federación, y en los medios –vínculos verticales- con que contamos para poder conquistar y vivir este altísimo anhelo. 

Al ser la Federación una comunidad orientada al apostolado y al compromiso misionero, es imprescindible el contrapeso interior de una corriente de espiritualidad, para llegar a ser “alma y corazón” del Movimiento, en nuestras familias y en todo nuestro entorno.

Somos Federación de Madres, el “SER ALMA” es atributo de las madres, está en su esencia. La madre es alma, pone alma al hacer las cosas, anima, despierta vida. Significa espiritualizar los procesos de vida y situaciones que nos rodean, es dar un sentido sobrenatural a lo natural. Es elevar, vincular los hechos y acontecimientos con Dios, con su plan de amor.

En nuestras familias en particular, ser alma implica garantizar allí la dimensión religiosa. Contagiar un anhelo profundo por lo divino. Es hacer palpable la realidad de lo sobrenatural, mostrando los hechos concretos donde nosotras vemos el actuar de Dios. Mostrarlo sin miedo ni vergüenza, vencer esa falsa prudencia. Este es el Don del espíritu de apóstol y tenemos que implorarlo. No podemos alcanzarlo por medio de un simple propósito, sino que hay que pedirlo, para que todos vean y sientan el actuar de Dios, su amor real.

SER CORAZÓN” está fuertemente ligado al “ser Santuario Corazón”. La vida divina fluye desde el corazón de Dios hacia mí. Y continúa fluyendo a través de los Sacramentos; frecuentarlos aumenta la gracia, la vida divina en mí. Debo tomar en serio la presencia de Dios en mi Santuario Corazón. Es vivificante visitarlo, saludarlo, conversar y conectarme con Él permanentemente. Debo cultivar el ser uno con el Dios que mora en mí. Cuando todos los impulsos de mi corazón están atados a Dios, entonces toda mi persona es un tabernáculo de Dios; solo así podré irradiar a Dios. El Espíritu Santo está constantemente en mí, y mientras esto suceda no tengo nada que temer. Como “Hija Confiada” me abandono en el plan de amor de mi buen Padre Dios. 

Si el Dios Trino es el centro de mi existencia, entonces he de sellar, en algún momento de mi vida, hasta una Alianza de amor con Él. El mismo Padre Fundador me invita a ello: “La Alianza de Amor con María debe ir haciéndose más y más una Alianza de Amor con Jesús, con el Padre, con el Espíritu Santo, con el Dios Trino. Allí se cierra el ciclo de mi alianza” (Coronación de María, 87s.s, 1946). 

Como fruto del amor de Dios en mí, surge el anhelo de entregar ese amor. “El amor es lo que hace que el apóstol sea verdaderamente apóstol”. El corazón piensa en los demás, quiere regalarse. La mayor felicidad del hombre no radica en ser amado sino en amar. Ser capaz de “saciar la sed de amor que padece el mundo” (Cántico al Terruño). Luchemos para que nazca un mundo nuevo en cada corazón, donde el amor sustituya al dinero, el servicio al anhelo de poder, el sacrificio propio por el placer, y la estima del otro en reemplazo del prestigio propio.

Pero el ardor y la voluntad no bastan. Nos tenemos que formar mediante un serio trabajo de ascesis sobre nosotros mismos. La Mater desde el Santuario es nuestro modelo, guía, sostén. Pero sobretodo debemos acentuar decididamente la vida interior. El corazón es símbolo de amor e interioridad. Por eso, facilitar, promover la vida divina en nuestro Santuario Corazón ha de ser nuestra tarea fundamental.

A veces pensamos que hacer esto o aquello, o un sacrificio nos ayudará en nuestra lucha por la santidad, pero sin lugar a dudas lo que más nos ayuda es la SANTA MISA. “Cada Santa Misa tiene un valor infinito que nosotros no podemos comprender del todo; atrae sobre la tierra toda suerte de bendiciones, y da infinita gloria a Dios” (Sto. Cura de Ars).

¿Cuál es el sentido de nuestra participación en la misa? El sentido es que en el Ofertorio nos entreguemos al Padre, junto con el pan y el vino, como ofrenda en la patena y en el cáliz. En el momento de la consagración Dios quiere obrar también en nosotros el mismo milagro de transformación que realiza con el pan y el vino. Él quiere ir divinizándonos, ir transformándonos en Cristo, en forma creciente. Y que algún día podamos decir con San Pablo “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

Ahora, para que esta fuerza transformadora de la Consagración pueda actuar en nosotros, necesitamos prolongar la Eucaristía en nuestra vida cotidiana, cada día, a lo largo de toda la semana. Hay dos caminos para lograr esto: 

1- Vivir siempre en la fuerza del Espíritu Santo, para que nos dé la gracia de unirnos a la Ofrenda. El Espíritu Santo tiene afinidad con María, y busca a María en el alma humana, desciende sobre Ella y la colma con sus dones. Sólo en la fuerza del Espíritu Santo, podemos hacernos otros Cristo en la vida diaria, renovando en cada momento el milagro de la consagración. A la luz de todo esto vale considerar la invitación del Padre Fundador - como citamos previamente - a sellar una Alianza de Amor con el Espíritu Santo, abrirse a esa fuerza divina que traería a cada curso su plenitud!!

2- Hacer vida aquella aclamación “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven señor Jesús”. Es decir, anunciar su muerte en nuestra vida a través de una vida sacrificada. Esforzarnos diariamente por morir al pecado, autopodarnos para una plena identificación con Cristo. Mi lucha ascética se alimenta de la consagración de la misa. Y a medida que vamos asemejándonos a Él, vemos con otros ojos el sufrimiento, todas las dificultades y preocupaciones diarias. El corazón está en Dios. Permanece sereno, en paz.

Por eso, la Eucaristía debe prolongarse en la vida, a lo largo del día y de la semana, hasta la próxima Eucaristía. Debemos vivir de misa en misa, bebiendo en ese manantial de gracias. “Del altar a la arena”, decían los primeros mártires. Nuestra arena es la vida diaria. 

Otra forma peculiar de encuentro con Dios o con Jesús es en la ADORACIÓN. Me arrodillo ante Él, no le pido nada, no hablo de mis problemas, no me alabo ni me reprocho. No puedo hacer otra cosa que arrodillarme ante Él, mi Creador, en admiración y adoración. Me olvido de mí misma, solo Él es importante para mí, me colma por entero. Tengo el anhelo de liberarme de mí, del ansia de ver todo con referencia a mí. Olvidándome de mí me hago plenamente libre, alcanzo el sosiego y se apaga el alboroto de mis pensamientos y sentimientos. Esta es la gracia de todas las gracias: olvidarse de uno mismo. Esto solo puede suceder si Dios se adueña de mí, y yo me dejo poseer.

Para alimentar mi vida interior puedo también adorar al Dios de mi corazón, con el silencio y la ORACIÓN. Nos ponemos ante Dios para que Él nos sumerja en sí mismo. Se trata de una experiencia que sucede en lo profundo, en el santuario del alma, sabiendo que el camino de la plenitud no depende ni de mi propia voluntad ni de mis esfuerzos, sino de la docilidad a Aquél que es en mí “el Camino, la Verdad y la Vida”. El Horario Espiritual, los Propósitos que asumo con Dios, son “mi aporte”, mi apertura a un Amor que me busca y quiere tomarme y colmarme. Dios no espera que yo haga méritos para amarme, pero mi esfuerzo de ir hacia Él es lo que le permite volcar su amor hacia mí.

Una hermosa forma de unirnos diariamente a Cristo y a María es a través del rezo del ROSARIO. En la Argentina, el P. Kentenich nos mostró un camino muy original para vivir la Alianza de Amor a través del Rosario: 
  • Rezar el rosario diariamente (Intensa vida de oración) 
  • Vivir los misterios de la vida de Jesús y de María en nuestra vida, como una escuela de vida (Fiel cumplimiento del deber)
  • Ofrecer el Rosario vivido (Capital de gracias) 
Si hacen esto, Ella descenderá… y renovará todas las cosas” (P. Kentenich, V. Ballester).

La experiencia de una hermana de curso

“A la pregunta de si el Rosario es una oración contemplativa, seguramente la respuesta es “no”. Pero mi experiencia con el Rosario es que SÍ lo es. Lo explico de una manera sencilla, como les decía a las personas sencillas, “de la periferia”, a las que la Mater nos fue llevando por la Campaña. Empecé rezando despacio, con los ojos cerrados, tratando de imaginar las escenas que surgían al enunciar el Misterio. Era como si estuviera viendo una película. Pero después de un tiempo, las escenas se hicieron cada vez más reales y finalmente pude decir: el rato que dura el Rosario es un rato que paso con María y con Jesús. Siento que estuve en la gruta de Belén, o en el Huerto, o en las bodas de Caná… No se es la misma persona después de rezar así, por algo la Mater nos insiste tanto con el rezo del Rosario!!”

ORACIÓN

Corazón de Jesús, dame hoy un corazón nuevo, sin amarguras, sin resentimientos ni susceptibilidades. Un corazón joven capaz de olvidar los agravios verdaderos o falsos… 

Dame hoy un corazón que sepa tener esperanza cuando todos la pierden. Un corazón amable que sepa sonreír aún con lágrimas. Dame un corazón que no pierda nunca la confianza en los hombres. Que sepa siempre ser puro, generoso, desinteresado aunque sienta el mordisco del instinto. 

Dame, Señor, un corazón amable y optimista como el tuyo. Lleno de paz, de dulzura y de bondad. Un corazón que ame realmente, y que no se canse nunca de dar y pedir perdón. Amén


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