viernes, octubre 01, 2010

ENCUENTRO INTERNACIONAL ARGENTINA – PARAGUAY
25 Y 26 DE SEPTIEMBRE 2010
FLORENCIO VARELA

EL ESPÍRITU COMUNITARIO: LA ESENCIA DE LA FEDERACIÓN o
LA COMUNIDAD NUEVA

Ada Centurión de Morínigo y Norma Pistilli de Figueredo

INTRODUCCION

La charla se abre con una pregunta del PK…

“QUEREMOS CONQUISTAR EL MUNDO. ¿DÓNDE ESTÁN LAS MADRES DE FEDERACIÓN QUE TIENEN EL ÁNIMO DE CONQUISTARLO?
DEBEMOS FORJAR UN REINO, UNA COMUNIDAD UNIDA, UNA GENERACIÓN DE JEFAS. ¿LAS ENTUSIASMAN ESTAS METAS O PREFIEREN QUEDARSE CON UNA MENTALIDAD ESTRECHA?
ES NECESARIO QUE ROMPAMOS LAS ESTRECHECES PARA CRECER
.” PK
Esta invitación del padre Fundador, dada durante los Ejercicios espirituales para Madres de Schoenstatt en setiembre de 1950; es la misma que hoy, 60 años después, resuena alto en este recinto… LLAMADAS A FORJAR UNA COMUNIDAD UNIDA… UNA COMUNIDAD NUEVA… ¿Qué significan estas palabras para nosotras, reunidas hoy aquí, 60 años después? ¿Qué es lo que hace que estas palabras cobren vida nueva siempre, aún a 60 años de aquella conferencia? ¿Aceptamos el desafío de nuestro Padre Fundador?
Si! Pues entonces, qué significado tiene para nosotras, la Federación de Madres del tercer milenio, ser una comunidad nueva? Empecemos aclarando algunos conceptos…
1. ¿Qué es una comunidad nueva?
Es “Una familia integrada por personalidades perfectas unidas por la fuerza fundamental del amor”
La comunidad nueva es la comunidad que tiene alma. Se trata de estar interiormente uno en el otro, con el otro y para el otro.

La pregunta es entonces: ¿somos nosotras personalidades perfectas? Quiénes de las que estamos aquí nos consideramos perfectas? Que levanten la mano.
¿Hablar de perfección es soberbia o idealismo? Qué quería significar nuestro Padre cuando hablaba de personalidades perfectas?

Para entenderlo tenemos que hablar del ideal del HOMBRE NUEVO/LA MUJER NUEVA: es la personalidad autónoma, de gran interioridad, anclada en Dios, vinculado, con una voluntad y disposición permanente a decidirse por sí mismo, responsable de su propia conciencia e interiormente libre, por lo tanto, capaz de llevar a cabo lo decidido en forma consecuente y valiente a pesar de los obstáculos, sin ser esclavo de las formas ni de la carencia de las mismas.

La Federación cumplirá su misión en la medida que cultiva el espíritu de comunidad. De hecho, la Federación es una comunidad de vida. Es parte esencial de nuestra vocación.
¿Por qué? Porque una fuerte comunidad de vida nos ayuda, nos fortalece y asegura en nuestros ideales.

Otra razón para dar importancia a la comunidad en Federación es que el principio de libertad y la estructura federativa (como agrupación que mantiene su propia autonomía) fomentan una gran diversidad de la vida y exigen un contrapeso que asegure la unidad de la vida. Y este contrapeso es el carácter familiar de la Federación.
Para ello es necesario la conquista del espíritu familiar y el cultivo de la vida comunitaria: conocerse y aceptarse mutuamente, buscar metas e ideales comunes, unirse en una sola alma y un solo corazón. Así tenemos un ideal de curso, una oración de curso, un estilo de vida propio de cada curso, rezamos las unas por las otras, compartimos alegrías y dolores, compartimos celebraciones, tareas y apostolados, etc.

En nuestras comunidades no carecemos de formas, pues tenemos medios obligatorios para el cultivo del espíritu, calendario de reuniones y actividades, comunidades libres y oficiales, un consejo, asesores, una organización regional y territorial, pero nos aseguramos de que estas formas no carezcan de alma y de que el estar la una al lado de la otra sea algo puramente exterior y mecánico.

Por ello, para ser admitidas a la Federación debemos asumir deberes en tres aspectos:
1. una aspiración personal a la santidad
2. espíritu apostólico y,
3. espíritu comunitario

¿Cómo nos aseguramos de esto?:
- luchando por una profunda unión entre las almas, esto es, por un permanecer espiritual de la una en la otra, con la otra y para la otra. Ejemplo: rezando unas por otras, compartiendo nuestras penas y alegrías, preocupaciones, creando lazos de hermandad verdaderas, el cultivo moderado de la vida común, etc.
- luchando por una conciencia de responsabilidad mutua, de las unas por las otras. Ejemplo: me preocupo si mi hermana no está cumpliendo con su H.E. y veo cómo ayudarla, apoyo a mis hermanas que están pasando por una crisis o momento de debilidad, soy consciente de que es importante asistir a las reuniones y enriquecerla con mis aportes, cumplir fielmente el cargo o responsabilidad que he asumido en el curso.
- estando ancladas en Dios. Ejemplo: creciendo en la confianza filial, cultivando un espíritu de oración, cultivando un fuerte vínculo con la Mater, el P.K. y el Santuario, frecuentando los sacramentos, asistiendo a la Adoración, haciendo lecturas espirituales, meditación, rezando el rosario, etc.
-haciendo apostolado en forma individual y comunitaria, tornándonos fecundas

EL IDEAL DE LA COMUNIDAD NUEVA INCLUYE EN SÍ A LA PERSONALIDAD PERFECTA. La unión entre ambas es orgánica. La personalidad penetra con las raíces más profundas de su ser en la comunidad. Y ésta, la comunidad, la abraza y la impulsa tal cual es.
LA ESENCIA DE LA COMUNIDAD consiste en el ESTAR ESPIRITUALMENTE EL UNO EN EL OTRO, CON EL OTRO Y PARA EL OTRO.

DIOS nos pide el cultivo de una comunidad perfecta. Cuanta desintegración de la comunidad humana se puede observar hoy día. Los tiempos actuales nos exigen una educación que nos capacite para enfrentar la vida en nuestros días. Porque, según el pensamiento del Padre: “Los valores propios y peculiares, a no ser que estén arraigados en un modo extraordinario, son barridos en un momento” (“Desafíos para nuestro tiempo”, PK).

Por ello, la intención de Dios en el tiempo actual es imprimir un espíritu comunitario lo más perfecto posible. Si queremos prepararnos para los tiempos actuales, si queremos preparar la familia natural, debemos velar para que surja ese profundo estar el uno en el otro, con el otro y para el otro. Debemos sentirnos recíprocamente responsables los unos de los otros! De la comunidad perfecta vale la afirmación: “Que cada uno lleve la carga del otro, así cumplirán la ley de Cristo” (Gál. 6,2).

EL HOMBRE NUEVO SCHOENSTATTIANO tiene un fundamento bíblico, es una realización original del HOMBRE NUEVO EN CRISTO JESÚS, tal como San Pablo lo anuncia. “Es preciso despojarse del hombre viejo para que surja el hombre nuevo en Cristo Jesús”. (Efesios 4,24; 2,15; Gálatas 3,27; Romanos 13,14)
Cristo es el hombre nuevo y María su imagen más perfecta. María es la primera redimida. Este hombre nuevo cristiano va tomando distintas formas según los desafíos que se dan en las diversas épocas históricas.

El Padre Kentenich percibe que el hombre nuevo desplegará su impronta mariana.
Este hombre nuevo, marcado con el sello de María, es un hombre llamado a superar una cultura individualista y sin alma. Es un hombre en el cual el amor se manifiesta en todo su poder. Una cultura donde los valores del corazón y el amor tienen relevancia y superan nuestra cultura, enferma por el individualismo y la masificación.

2. CARACTERÍSTICAS DE LA COMUNIDAD NUEVA

1- Comunidad de dirigentes

En la jornada de 1950 para las profesionales de la Federación, el Padre Fundador les dice que evidentemente no todos pueden asumir un puesto o una tarea de dirigentes en cualquier lugar. Pero “cada cual debe poder ser dirigente en su estado de vida y en su ámbito”.
El Padre también explica que tampoco se puede exigir a todos que tengan la capacidad y la habilidad para hablar: “esto no puede ser un principio de selección; hoy menos que nunca, ya que la palabra está en crisis”. Lo que debe tener una personalidad de dirigente es la “capacidad de influir en su propio ambiente”. Debe ser fermento en su medio, saber arrastrar a los demás, imprimir su sello personal.

¿Hemos logrado transformar en algo el ambiente familiar, profesional y vecinal en el que nos movemos?

El Padre Fundador distingue, en la misma charla, tres tipos de personas que se pueden encontrar en una comunidad:
- los que tiran hacia abajo, los seductores, que buscan una vida cómoda y tranquila, que tal vez sean buenos, pero no hacen ningún esfuerzo grande. Son como las gallinas, que siempre miran hacia abajo, que ven solamente su pequeño mundo.
- los que empujan hacia adelante y hacia arriba, los conductores o los jefes. Son los que extienden las manos hacia las estrellas. Son las águilas en el reino de Dios, los que aspiran las alturas.
- Y por último, el grupo que está en el medio de los otros dos. Son los indecisos, los dependientes, los que se inclinan hacia las águilas o hacia las gallinas, según quien domine o influya más en la comunidad. Son como ovejas que se dejan arrastrar por los pastores que más le convienen o le convencen, sea hacia arriba o hacia abajo.

¿A cuál de los tres tipos pertenecemos? ¿Nos consideramos realmente personalidades de jefes, águilas que aspiran y arrastran hacia las alturas?

2- Comunidad apostólica

La Federación aspira al más alto grado de perfección porque la meta apostólica es la más alta. “Actividad apostólica permanente en todos los ámbitos alcanzables” dicen los estatutos de 1920. Y la santificación es el fundamento del apostolado. Entonces, “aquél que quiere ser apóstol hasta las raíces, ha de alcanzar el grado más alto posible de autosantificación” (Principios Generales).
No se trata solamente de educarnos y santificarnos para el apostolado, sino también de educarnos y santificarnos a través del apostolado. Es decir, el apostolado es un medio poderoso en el camino hacia la santidad. Podemos decir que el mejor apóstol y el mejor preparado para el apostolado, es el más santo.
Esto significa que el apostolado sin autoeducación y aspiración a la santidad podría convertirse fácilmente en activismo.

3- Comunidad moderna

La comunidad de la Federación es moderna por el principio fundamental: “Vínculos solo lo necesario, libertad en lo que sea posible y cultivo del espíritu todo lo posible”
El vínculo hacia arriba es la vinculación al ideal: la renovación del mundo en Cristo. Cuanto más palpite en nosotras el ideal y nos impulse, tanto menos necesitaremos vínculos hacia abajo (las formas) y tanto más crecerá nuestro sentimiento de responsabilidad.
Este criterio continúa siendo moderno y novedoso aún para nuestros días; ya que aunque refleje el espíritu del cristianismo primitivo, considera que cuando se pone mucho énfasis en las formas, ellas acaban devorando la idea que las originó.
Por eso, los miembros de la Federación debemos ser personas de ideas firmes. Una forma puede modificarse hoy de una manera y mañana de otra, y si no somos capaces de distinguir las formas de las ideas… “cuando se deterioren las formas se arrojará todo por la borda”.

4- Comunidad con un marcado espíritu de Orden Religiosa

La Federación quiere llevar al mundo el “espíritu de las Órdenes Religiosas”. Y al decir Espíritu de Orden Religiosa no nos referimos a los votos, sino al espíritu de los votos. El sentido de los votos es su espíritu. Cualquier persona, sea casada o no, que aspire a la santidad debe cultivar el espíritu de los votos a través de la vivencia de los Consejos Evangélicos.
En la Federación, el cultivo del espíritu de los Consejos Evangélicos, como camino de autosantificación, es la base del apostolado.
El espíritu de los votos no consiste en estar “atadas u obligadas a”. Por ejemplo, en el estilo de vida como federadas, abrazamos el cultivo del espíritu de pobreza, el cual consiste en estar libre de todo apego desordenado a las cosas materiales, centrado en ser más y no en tener más, centrado en confiar en Dios y su providencia y no en nuestros bienes.
Con respecto al espíritu de obediencia, consiste en la independencia interior de todo apego desordenado a la propia voluntad. Aquí se trata de ver a Dios detrás de toda autoridad humana legítima. Quiere decir, me inclino no ante la autoridad de un hombre, sino ante la autoridad de Dios que se manifiesta en él.
En cuanto al espíritu de pureza o castidad matrimonial, éste consiste en una profunda armonía que se da en la pareja y en cada cónyuge, entre la dimensión de su sexualidad, de su afectividad y de su amor. Se trata de la renuncia a todo tipo de infidelidad, sea en pensamientos, actitudes y acciones. La unión de los cuerpos es una expresión de la unión de corazones y de almas.

5- Comunidad profundamente mariana

Nuestro Padre Fundador decía que todo el que pertenezca a la Federación debe ser profundamente mariano. “Es esencial que los miembros de la Federación alcancen lo más alto con la menor cantidad de medios posibles, y con la menor pérdida de fuerzas y tiempo posibles”. El consideraba que de lo contrario, hacemos esfuerzos inútiles, pues “el camino hacia Dios, hacia la perfección pasa por la Sma. Virgen”. Y “si este camino es el mejor medio, ¿para qué tomar otros senderos laterales?” (Principios Generales, PK).
La fuente de nuestra fecundidad constituye la Alianza de Amor con la Mater. De esta fuente de vida nace nuestra aspiración y lucha por la santidad. También el espíritu apostólico y el espíritu de comunidad han surgido a partir del amor a la Mater.
Gracias a la Alianza de Amor, la Sabiduría eterna y la Sma. Virgen han obrado maravillas, sirviéndose de instrumentos pequeños y sencillos. La Sma. Virgen hizo partícipe de su misión para el tiempo de hoy al lugar y a la comunidad de Schoenstatt. Y precisamente, “su misión en nuestro tiempo es dar de nuevo a luz a Cristo, según los rasgos de esta nueva época, y contribuir a formar así la Iglesia de las nuevas playas” (PK). Hoy nosotras somos sus instrumentos para que Ella pueda cumplir esta misión en el mundo actual.

6- Comunidad profundamente unida a la Iglesia

“La Federación no puede ser eficaz en su apostolado sin la Iglesia y sin ser enviada por ella.” (PK)
La Iglesia necesita hombres nuevos insertos en comunidades nuevas. Schoenstatt es punto de apoyo y lugar de envío, fermento para el mundo y la Iglesia. Es el modelo anticipado de la Iglesia de las nuevas playas y del mundo nuevo.

7- Comunidad profundamente unida a Schoenstatt

Como schoenstattianas tenemos una fuente muy importante que motiva nuestra relación con el hermano: la Alianza de Amor. En Schoenstatt hemos recibido un nombre (schoenstattianos), una herencia (una misión que se traduce en un ideal personal, ideal de curso) y bienes (capital de gracias, personas que me pertenecen en la Alianza de Amor como la Mater, el Padre Fundador, Joao Pozzobon; y también las gracias del Santuario); que han sido adquiridos por mí, por mi hermana de comunidad y por muchas generaciones que han aportado al Capital de Gracias, desde los comienzos de Schoenstatt.
Juntas hemos recibido una misión que es herencia. Como miembros de un mismo curso, hemos recibido un mismo ideal y ese ideal nos urge a ser hermanas. Como miembros de la Federación de Madres hemos recibido un mismo legado y por lo tanto somos hermanas, entre nosotras y con otras comunidades schoenstattianas. Por eso Schoenstatt es una Familia, donde la Alianza de Amor es la fuente que la origina, la alimenta y la sostiene.
La Federación es un signo visible de esta familia. ¿Qué significa esto? Que las que estamos en Federación sabemos, vivimos y damos testimonio de esta realidad de unidad y comunidad (Padre Guillermo Carmona).

8- Comunidad capacitada

La Federación es una comunidad de educación. Nuestro futuro es también cuestión de educación. La federada debe ser una mujer sólidamente arraigada en principios y verdades, en el mundo sobrenatural, cultivando la “firmeza de carácter y de principios”. Para ello tiene que estudiar y capacitarse, conocer la doctrina de la Iglesia y de nuestro Padre Fundador.

¿Dedicamos el tiempo suficiente a la formación, el estudio, la lectura? O ¿nos conformamos con lo mínimo?

El trabajo concreto de educación, el trabajo en pequeño, se realiza en el curso. Todas sentimos la necesidad, por un lado, de estar en una comunidad firme y recibir apoyo, y por el otro, la necesidad de crecer en profundidad. El gran medio en la educación comunitaria es el Ideal de Curso, porque concentra los esfuerzos de todas hacia una meta común, clara y atrayente

¿Me siento plenamente integrada en el curso? ¿Qué les doy a mis hermanas y cómo les ayudo a crecer? ¿En qué medida el curso y cada hermana me enriquecen y me educan a mí?

9- Comunidad que vive en el mundo

El Padre Fundador decía que el que pertenece a la Federación debe vivir en el mundo y permanecer en él. La línea directriz para nuestra aspiración a la santidad y para nuestro trato con Dios en medio del mundo es el cultivo del espíritu de los consejos evangélicos.
Como vivimos en el mundo, nuestra relación con Dios debe ser muy intensa, a través de la oración, de los sacramentos, de la Adoración, de la vinculación al Santuario, de la Fe práctica en la Divina Providencia, etc.

3. LOS PRINCIPIOS DE LA COMUNIDAD NUEVA

CINCO PRINCIPIOS:

a. Primer principio: aceptar la pluralidad

La Familia de Schoensttat se caracteriza por la diversidad de personas que la integran: sacerdotes, hermanas, laicos; de todas las edades y cada uno comprometido con su propia vocación de vida, distinguidos en Instituto, Federación, Liga y Peregrinos. Integrados en comunidades oficial y libre, o bien en grupos, cada uno con ideal y vida propios.
Esta variedad que se presenta en el seno de nuestra Familia no es sólo estructural, sino también vital, pues cada persona acentúa un rasgo, una virtud, un valor específico, una corriente de vida que le es original y propia. Esta variedad constituye la PLURALIDAD.
El Padre Fundador considera a la pluralidad como esencia de toda comunidad, fundamentándola en la LEY DE POLARIDAD Y TENSIONES CREADORAS.
La POLARIDAD se refiere a una relación entre personas o comunidades que mutuamente influyen o se influyen.
La polaridad requiere que los diversos polos se complementen para construir una sociedad y cultura verdaderamente rica. La polaridad genera una tensión. Si se da la integración y complementación mutua entonces esa tensión será una “tensión creadora”. Cuando, en cambio, los polos se aíslan o se enfrentan uno al otro tratando de dominar o de suprimir al polo opuesto, entonces surgen las “tensiones destructoras”.
El P. Kentenich también considera esta ley de la polaridad en relación a la organización de la Obra de Schoenstatt. Así, por ejemplo, en las Federaciones e institutos de Schoenstatt él introdujo dos tipos de comunidades: las “comunidades oficiales” y las “comunidades libres”.
Las comunidades oficiales corresponden al tipo de organización tradicional: diversas células que poseen una autoridad que permite su desarrollo y servicio al todo. En este plano se dan los superiores generales, los superiores regionales, los superiores de casa, etc. Junto a esta comunidad oficial y al interior de la misma existen las comunidades libres. Éstas están formadas básicamente por los cursos (comunidades de vida y de formación) a los cuales se integran sus miembros cuando ingresan a la comunidad correspondiente. Son comunidades que permanecen por toda la vida, en las cuales reina la ley de la magnanimidad y se promueve el cultivo del espíritu. Esta organización hace que la comunidad total cuente con impulsos de vida y corrientes de vida que estimulan su crecimiento y fecundidad.
La ley de la polaridad juega también un papel importante en la conducción comunitaria. Una conducción autoritaria tiende a suprimir el juego de fuerzas en la comunidad pues todo vendría “ordenado desde arriba” y lleva a sepultar fuerzas originales y complementarias. Por eso el P. Kentenich, junto con afirmar un claro principio de autoridad, introduce en su práctica una conducción democrática. Esto quiere decir que la autoridad escucha a quienes dependen de ella y permite que el aporte de personas individuales o grupos de personas sea integrado en bien del todo.

LEY DE TENSIONES CREADORAS:
La diversidad de las partes y de sus funciones crea “tensiones” o conflictos positivos. Positivos en la medida que los polos se estimulan mutuamente, se “despiertan” el uno al otro y se dejan enriquecer y coordinar en orden al bien común. Esto se puede observar en nuestro cuerpo, por ejemplo, o en una comunidad.
Si la tensión deja de ser positiva y creadora, se convierte en “tensión destructora”. Esto sucede cuando las partes se aíslan y dejan de coordinarse y complementarse mutuamente, terminando de este modo por destruir el organismo.
Esta “relación de tensión” se da en múltiples casos. Por ejemplo, entre Dios y hombre, persona y comunidad, Iglesia y mundo, y entre las actitudes (como amor y humildad, misericordia y justicia, etc.)

Aquí no se trata de promover tensiones en la comunidad, sino de encauzarlas creadoramente, sin anularlas.
Los conflictos son inevitables. Si no hubiera conflictos, esto significaría que nos ignoramos o que ya estamos en el cielo. Lo más probable es que nos ignoremos. Aquél que nunca se ha peleado con otro, probablemente no lo ame de verdad. Aquél que jamás escribió algo censurable, probablemente nunca escribió algo interesante. Aquél que siempre dice cosas exactas, suele ser aburridísimo. Si de vez en cuando no tenemos tensiones, peleítas, conflictos, algo no anda. Los conflictos o las tensiones pueden ser muy buenos y beneficiosos, porque nos complementan, nos ubican en la realidad, relativizan posturas y nos hacen más adultas.
Por ejemplo, algunas personas son muy absolutistas al emitir criterios “¡Este país es un desastre!”. Y cuando la hermana le pregunta “¿Me podés decir por qué pensás así?”, ya comienza una tensión, un conflicto, pero un conflicto saludable. Porque en ellos siempre hay que averiguar el por qué y el para qué. Sobre todo el para qué. Tenemos tensiones porque somos seres humanos. Pero toda tensión o conflicto tiene un para qué. El por qué tiende a buscar la culpa, en cambio el para qué genera esperanza, nos ayuda a buscar soluciones. Por eso ¡bienvenidas las tensiones!
Aceptar y encauzar las tensiones creadoras en el interior de la comunidad y con respecto a otras comunidades nos conlleva a nuestro segundo principio:

b. Segundo principio: respetar la autonomía original de cada uno de los miembros

Se trata del “respeto ante la originalidad ajena”, fundamento de nuestra pedagogía y base de nuestra convivencia. Somos un misterio la una para la otra. Y para respetar a la hermana, debo descubrirla y admirarla en su originalidad profunda.
El respeto también implica dejarle al otro la libertad de pensar y actuar como a él le parezca. El ideal de nuestras comunidades schoenstattianas es llegar a ser un solo corazón y una sola alma, pero sin que cada hermano pierda su originalidad.
El respeto a la libertad es importante no sólo en relación al hermano, sino también en relación a otras comunidades: cada comunidad es autónoma, tiene derecho a su vida, sus formas y su estilo propios. Aquí no sólo se trata del respeto ante la originalidad de cada comunidad, sino también de unidad e integración entre las mismas.
En Schoenstatt, la autonomía constituye seguro y aval de la pluralidad, pues ésta es una Federación de comunidades jurídicamente autónomas.
El Padre Fundador basó esta ley en el actuar mismo de Dios (Dios gobierna al mundo respetando la libertad de acción y decisión del hombre); en que la autonomía despierta a la persona para que asuma su propio destino y desarrolle su responsabilidad; además, evita manipulación y dominio absolutista de un grupo.
Las fuentes profundas donde el padre Fundador descubrió este principio constituyen:
1. El actuar mismo de Dios. Dios gobierna al mundo y al hombre respetando su libre autonomía de acción y decisión. Dios no coacciona al hombre. Es el “misterio de la libertad humana”.
2. La razón sico-sociológica de que la autonomía despierta a la persona para que asuma su propio destino y desarrolle su responsabilidad. La falta de madurez en personas y comunidades se debe a que no se toma en serio ni se educa para la autonomía.
“Cuanto más libertad demos, más se despierta a la responsabilidad. Cuanto menos libertad demos, más surge la inmadurez y la irresponsabilidad” (Victoria Patris, II, 1967)
3. Es un seguro para evitar manipulaciones y el dominio absolutista de un grupo.
“Vinculación sólo, pero también, cuanto sea necesario; libertad, cuanta sea posible; cultivo del espíritu en el grado más alto posible”
Este principio impregna todo el pensamiento y la actuación del Padre Kentenich. Y está omnipresente en su fundación y espiritualidad como un regulador interior, actuando como “ley de construcción y ley fundamental”
Lo primero es la libertad, la vinculación es lo segundo. Esto no quiere decir que el hombre pueda existir sin vínculos. Tal cosa no es posible. Hay vínculos hacia arriba y vínculos hacia abajo. Al decir vínculo, se trata de un vínculo hacia abajo. Por eso: si el vínculo hacia abajo es menor, el vínculo hacia arriba debe ser más fuerte.
Un puente colgante: el puente cuelga. Si estoy colgado de arriba, no es preciso que esté tan atado hacia abajo. Cuanto menores son los vínculos hacia abajo, tanto más fuertes y asegurados deben ser los vínculos hacia arriba. Y aquí, el vínculo hacia abajo no se lo ha dejado librado a la sola libertad. Toda comunidad necesita también de una cierta cantidad de ocasiones fijas para el cultivo del vínculo hacia arriba. Así surgieron las constituciones de nuestras agrupaciones.
“Si un vínculo de derecho natural es suficiente, no quiero a la vez un vínculo de derecho positivo divino”. Por ejemplo, un voto que obliga ante Dios. Esto es un principio de organización, un principio ascético, un principio pedagógico y un principio pastoral”.
Las primeras en encarnar estos principios en su comunidad han sido las Hermanas. Ellas tienen sólo dos vínculos de derecho natural, la obediencia y la fidelidad. No han hecho voto alguno. Y no porque se tenga algo en contra de los votos. Se trata de simplemente la intuición de que está surgiendo un mundo que debe ser organizado de un modo distinto; el hombre nuevo ha de ser totalmente distinto en su pensar y en su querer.
Tenemos la obligación de obedecer. Una comunidad no puede existir sin obediencia. Esto no es otra cosa que un vínculo de derecho natural. Toda comunidad exige en cuanto tal obediencia, sea o no una comunidad religiosa. Debe haber disciplina.
Aplicaciones de este principio:
1. En la familia de Schoenstatt: cada grupo debe tener conciencia de autonomía, capacidad de decisión propia, sin necesidad de consultar con los asesores. Se debe respetar la evolución y la vida de los Institutos o Ramas del Movimiento. En el grupo debe existir la conciencia de que se puede decidir sobre ciertas cosas autónomamente.
2. En la Iglesia: obispos, párrocos, sacerdotes, comunidades laicales se desenvuelven libremente en diversos campos.
3. Familia natural: la educación para la libertad y la autonomía exige a los padres una creatividad continua para buscar aquellas formas y medios que mejor conducen a este fin.
4. Empresas: estimular la tendencia hacia la autogestión.
5. Político social: respeto a las decisiones democráticas y populares. Urge una educación tendiente a una mayor decisión y acción autónomas, como imperativo de nuestra época y de Schoenstatt.

c. Tercer principio: la membralidad solidaria

Tanta autonomía y pluralidad pueden acabar en una anarquía si no hubiera fuerzas que tienden a la unidad y liguen las partes al todo. La membralidad acentúa esta conciencia. Cada grupo forma parte de un todo. La MEMBRALIDAD SOLIDARIA nos permite integrarnos a la comunidad y co-participar responsablemente en ella.
La integración y la solidaridad de cada grupo al todo son fundamentales para el crecimiento y fecundidad de ese grupo. Ayuda a superar el individualismo.
La membralidad se desarrolla en:
1. la solidaridad: Comunidad de destinos (entrega mutua de corazones) y comunidad de tareas (entrega mutua de manos).
2. la co-responsabilidad: compromiso de servicio y lucha como expresiones de responsabilidad.

Aplicaciones:
1. Familia de Schoenstatt: participar y comprometerse con las corrientes vitales (lema de la Familia, lema de la Federación, los ideales de curso, la misión de cada Santuario, etc.), inquietudes centrales y dificultades de la Familia.
2. Iglesia: es fundamental la integración de aquellas corrientes vitales que han surgido en su seno. Es necesario que cada Movimiento aporte solidariamente al todo, de ver su colaboración original en consonancia con las grandes inquietudes de la Iglesia.
3. Familia: la integración, adaptación y ampliación de las inquietudes de los hijos por parte de los padres. Participar activa y creadora en sus inquietudes.
4. Social-político: incorporar a los marginados de nuestra sociedad.

d. Cuarto principio: la autoridad subsidiaria y creadora

Un líder da significado a la vida de sus seguidores: “Sólo una cosa me preocupa, que los míos no se esfuercen por alcanzar las estrellas”. J.K.

En otras palabras, la comunidad necesita un LÍDER o una AUTORIDAD que subsidiaria y creadoramente despierte una nueva relación entre sus miembros.
Subsidiaria: porque es capaz de delegar en sus colaboradores responsabilidades propias, en función de sus capacidades.
Creadora: porque es capaz de incentivar a sus colaboradores para que se adapten a las necesidades de la comunidad.
La autoridad se define como el “servicio desinteresado a la vida ajena” (PK) y como el “Autor y protector de la vida ajena autónoma”.

La autoridad exterior sin autoridad interior no es educativa, jamás formará comunidad.
Ley fundamental y de construcción de Schoenstatt: Acentuar la autoridad interior y limitar lo indispensable la autoridad exterior.
De ella surgen otros dos principios:
1. El principio de organización: “Libertad toda cuanto sea posible, obligaciones, las necesarias y sobre todo un máximo cultivo del espíritu” (PK)
2. El principio de gobierno: “Autoritario en principio, democrático en la aplicación” (PK)
Del ejercicio de estos dos principios surge la SUBSIDIARIDAD = palabra que proviene de subsidio o ayuda adicional.
Esto exige nueva relación entre la autoridad y los que están a su cuidado:
Por parte de la autoridad:
A. La conducción a través de los jefes:
La importancia de la formación de los jefes no sólo radica en motivos pedagógicos. El Padre Fundador veía en ello el actuar de Dios: “Dios gobierna el mundo a través de causas segundas libres”. Esta conducción a través de jefes se concreta: no interviniendo directamente en el asunto que se delegó, no resolverlo todo solo, decidir con otras instancias de la familia. Exige plena confianza, capacidad de dialogar, criticar, proponer e intercambiar.

B. La comunicación a través del contacto vital:
Educación y conducción exigen conocimientos y adaptación. Es importante que la autoridad conozca los problemas, dificultades, anhelos e inquietudes de los suyos. Se necesita confianza, fe en el crecimiento del otro y riesgo. El contacto vital posibilita el apelo a la magnanimidad, esto es, trabajar con el “pueden” (uds. pueden hacer tal cosa), y nunca con el “deben” (uds. deben hacer tal cosa).

C. La conducción a través del servicio y del ejemplo:
La autoridad que se define como paternidad se ejerce a través del servicio desinteresado, encarnando los ideales y valores que se proclaman en palabras.

D. La conducción a través de las tensiones y corrientes de vida:
Las tensiones no deben ser anuladas ni suprimidas, sino aceptarlas y encausarlas positivamente. La anulación de tensiones conduce a la revolución y pérdida de la autoridad. Exige educación especial y tacto de parte del conductor.

Por parte de los demás:
A. La co-responsabilidad:
Nos exige mayor compromiso y tomar conciencia del rol de cada una en la comunidad.

B. La franqueza:
Confianza debe acentuarse, implica apertura de ambas partes, capacidad de recibir críticas, elaborarlas, defender y mostrar los puntos de vista, aún cuando éstos no sean compartidos por la otra parte.

e. Quinto principio: la personalización de cada uno de sus miembros
La comunidad nueva no se forma si no hay personalidades nuevas y perfectas. No se trata sólo de estructuras nuevas, sino de personalidades nuevas que las animen.
Para formar estas comunidades, es importante el cultivo y la educación consciente de cada una para tener verdaderas actitudes schoenstattianas que plasmen la vida comunitaria:
a. CONOCER AL OTRO:
Dejar que el otro viva en mi interior, es el “vivir en el otro”. Implica el camino de “ida y vuelta”, esto es, confianza y respeto.

LA CONFIANZA
No hay vida comunitaria ni vida de familia sin confianza. La confianza es la fe en el desarrollo positivo del otro, es creer que puede transformarse en el hombre nuevo, es el convencimiento interior de que el otro hará las cosas lo mejor posible. La confianza es comunicación, verdad y apertura. Exige abrirse, entrar en diálogo. Implica la voluntad de donación plena al otro. También exige la capacidad de guardar los secretos. Es abrir el corazón para que otro comparta mi vida y se sienta parte de mis anhelos, mis búsquedas y mis sueños. En la Federación esta apertura no se debe dar solamente en el campo de las ideas y del pensamiento, sino en la vida misma.
Para alcanzar la confianza nos tropezamos con tres dificultades:
- nos cuesta regalar confianza, porque comunicar vida es como desnudarnos síquicamente y nos da miedo que nos conozcan demasiado, con nuestras debilidades y fragilidades.
- la timidez, que se manifiesta sobre todo frente a desconocidos. Existe una modalidad muy especial de timidez, aquella donde la persona aparece como distante y poco simpática. Son los tímidos introvertidos, que aparecen como frágiles y débiles. Como son personas que tienen miedo de exponerse, esconden su timidez tras el barniz de la autosuficiencia y el orgullo. Y no brindan confianza porque les cuesta abrirse. No hay que huir de los tímidos, sino tenerles paciencia, porque normalmente la timidez se vence con la confianza que se le brinda.
- Y en tercer lugar, la inseguridad, que se manifiesta cuando uno ve peligros en todos lados. Dos signos típicos de ella son la agresividad y el hermetismo. Una persona muy agresiva es una persona muy insegura. Como ve amenazas y peligros por todos lados, agrede a cuantos puede. De tanta inseguridad, puede terminar cayendo en el hermetismo total, evidenciando una personalidad temerosa ante el mundo.

Para cultivar la confianza es imprescindible ejercitarse y aprender a dialogar. Un buen diálogo es personal, auténtico, selectivo y humilde.
- el diálogo personal: tengo que aprender a comunicar la vida, y no sólo las ideas teóricas. Puedo decir, por ejemplo, que el otro día estuve en una charla y tuve tal experiencia.
- el diálogo auténtico: tengo que decir la verdad, no necesito mentir ni decir cosas que no son ciertas para que me reconozcan y halaguen.
- el diálogo selectivo: debo seleccionar las cosas que quiero decir, y nadie puede obligarme a decir absolutamente todo. Si digo sólo lo que quiero decir, no me arrepentiré después de haber dicho demasiado.
- el diálogo humilde: la humildad nos ayuda a reconocer las fallas y errores que todos podemos cometer. ¡Qué bueno es cuando uno reconoce que se equivocó! Esa humildad también es importante para no enorgullecernos cuando ganamos una discusión. Debemos renunciar al orgullo de decir ¡Viste, yo te había dicho! La humildad es necesaria para dejarnos complementar. Todos los miembros de una comunidad necesitamos ser complementados, pero la condición es que seamos humildes.
La confianza también se cultiva por medio de la cordialidad. La cordialidad consiste en una actitud básica que se alegra con la presencia del tú. Esto significa, manifestar con gestos y sonrisas: “¡Yo creo que vos nunca me vas a defraudar, por eso confío en vos!” Es decirle a la otra a través de signos “¡Me siento bien contigo!” Antes de sentarnos a hablar con alguien, siempre debo expresarle de alguna manera lo bien que me siento en su compañía. El Padre Fundador nos enseñó que al estar con una persona, podemos adorar a Dios en su corazón. Adorando a Dios en el corazón del otro, podemos rezar “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, antes de decirle “¿Cómo estás, Luisa?” Si me dispongo al diálogo con esta actitud, me será fácil alegrarme con ella, serenarla, celebrar sus éxitos y compartir su dolor. Esto debe darse frecuentemente en nuestra comunidad. Es importante celebrar las fiestas, alegrarnos y tener en cuenta fechas especiales. Debemos aprender a reconocer al otro.

EL RESPETO
El respeto es la actitud de enaltecer al otro, es decir, estimarlo y tratarlo con dignidad y nobleza. Parte del reconocimiento de la otra persona, porque la considera valiosa en sí. Se basa en la verdad de que el otro es un ser irrepetible. Se cimienta en la dignidad de cada ser humano, no por lo que tiene y representa, sino por lo que es. Esto significa aceptarlo y valorarlo en sus virtudes, comprender sus defectos y acogerlo tal cual es.
Existen muchas formas de faltas contra el respeto. Aquí se mencionan estas cinco, que suelen tensionar y herir la vida comunitaria:
• Atribuirle intenciones al comportamiento de la otra: me comporto como “vidente” de los condicionamientos y deseos de mi hermana de curso, me entrometo en el corazón más íntimo del tú. Por ejemplo, si voy por la calle y alguien me empuja y caigo, puedo juzgar negativamente el comportamiento de esa persona. Pero de ahí a interpretar su intención, si fue por maldad o porque me confundió con otra persona, hay una gran distancia.
• Etiquetar a las personas: cuando voy presuponiendo cosas en la otra, y no la estoy respetando en su recinto más íntimo que es su conciencia y su corazón. Por ejemplo, decimos que fulana actuó así porque pertenece a un determinado grupo social, o porque es una resentida, o porque tiene complejos de inferioridad.
• Murmurar: esto es difamar a la otra. Es levantar una especie de tribunal para enjuiciar. Y después del juicio oral, se la condena y se publica su sentencia. Cuidado que puede ser una forma de asesinato moral y sicológico cuando se anula al otro por una difamia o murmuración. Por ejemplo, a veces existen difamias que envenenan nuestro ambiente “¿Te enteraste que…? ¿Vos sabes lo que me dijeron, que…?”. Y la otra termina etiquetada. Si bien yo no tengo derecho a envenenar el ambiente, hay que reconocer que por otro lado tengo un cierto derecho a liberar tensiones y críticas. Pero si empiezo a difundirlas, probablemente las personas afectadas no podrán aparecer más en público. El derecho a quejarse es un derecho que todas tenemos, pero hay que saber dónde y cuándo hacerlo para no envenenar el ambiente. Y también, con quién hacerlo. En la comunidad existen personas capacitadas para escuchar las quejas que las unas podemos tener de las otras, como instancias de desahogo, que pueden ser los asesores, las madres de curso, las educadoras.
• Los celos y la envidia: son formas muy sutiles de falta contra el respeto. Atrás de toda envidia hay casi siempre un deseo oculto de reconocimiento, de aplauso o caricia, provocado por el aplauso o la caricia que recibió otra persona. Por ejemplo, me siento envidiosa de que se hable tan bien de ella. En el fondo, eso significa que no respeto ni reconozco el misterio de ella. Por otro lado, los celos aparecen cuando el cariño está amenazado. Se tiene miedo de perder al otro. Muchas veces, esta amenaza es fruto de la fantasía y además una falta de respeto a la hermana, pues terminamos endosándole posibles o reales comportamientos que en realidad no existen.
• Los atropellos: aquellos que nacen sin querer, frutos de una naturaleza violenta. “Le grité a una hermana sin querer, después me siento mal y arrepentida de lo que hice… Dormí mal la noche anterior y levanté la voz… Dije una palabra que no debía…” Y lo lamento, pero ya es tarde. Es una consecuencia de nuestra debilidad humana. Pero están los atropellos bien pensados y planificados. Son aquellas serruchadas en las cuales no respetamos a la otra. Si bien merecen un análisis aparte, aquí lo realmente importante es saber que el respeto debe ser cultivado.

¿Cómo cultivamos el respeto?
En primer lugar, con una actitud sana de silencio ante las fallas del otro. Aquí vale el principio del Padre: “Ver todo, pasar por alto muchas cosas, y hablar muy poco de lo negativo que veo” (PK). Aquí es importante el silencio exterior. Por ejemplo, si alguien critica a una ausente, yo podría defenderla, pero con ello lo más probable es que logre que se ensañen más aún con las críticas, al tratar de demostrar lo cierto de la acusación. En cambio, si callo y guardo silencio, aunque aparezca como una tonta, a la larga soy más inteligente y la otra lo percibe.
También cultivo el respeto cuando sé ayudar al otro. El respeto no es un cruzarse de brazos. Cuando descubro una falla en una hermana de curso debo ayudarla a superarla, pero sin pasión, con prudencia y con amor. Para ello es imprescindible:
- buscar el momento oportuno (no precisamente cuando los nervios están crispados aún),
- referirme al hecho, no a la intención. Por ejemplo, no es lo mismo decirle a una persona “Me parece que has insultado y eso no corresponde”, que decirle “Lo que pasa es que sos una atrevida y bocona”. Cuando se habla de Hechos, no de Intenciones, la otra persona tiende a aceptar las observaciones, a no ser que sea terriblemente orgullosa, lo cual es inaceptable en la Federación.
- decirlo con una sonrisa, nunca hablar enojada. “Que no se apague el sol sobre vuestra ira”, nos dice Pablo en su Carta a los Efesios.
Otra actitud que nos ayuda a cultivar el respeto es el perdón. Debemos perdonar cuando se nos ha ofendido, o cuando nos sentimos ofendidas. Sucede muy frecuentemente: cuando no nos saludan o visitan, cuando no nos dieron el cargo que esperábamos, cuando no reconocen el mérito de lo que hicimos. Por eso el perdón tiene un gran valor, el perdón de la mente y del corazón. El de la mente no nos da la paz plena, pero es un primer paso. Sólo el perdón del corazón da alivio, paz y reconciliación total. Pero no puede ser forzado, se debe tener paciencia para alcanzarlo.
Finalmente, la comprensión es una palabra mágica. Amar es comprender. Y para ello tengo que saber que muchas de las reacciones humanas nacen de condicionamientos biosíquicos, sicológicos y biológicos. Por ejemplo, si alguna tiene un campo conciencial estrecho, irá a las reuniones pero siempre se olvidará alguna cosa (anteojos, apuntes, etc.) Esto sucede porque este tipo de personas están pensando en una cosa particular y se les escapa la visión de conjunto. En cambio, otras tienen un campo conciencial amplio. Éstas se dan cuenta de todas las cosas, y si no se han educado, no sabrán callarse y en consecuencia, viven corrigiendo a las demás.
En conclusión, cultivamos el respeto en los pequeños gestos, en las palabras, en las atenciones y acciones que implican dedicación y abnegación al otro. Respetar también es dejar de lado lo que hiere y distancia, como las agresiones verbales o físicas, descuidos imperdonables y acciones de despecho y violencia. A veces los silencios también pueden ser expresiones de castigo o una fina venganza. El respeto implica entendimiento, comprensión y una gran dosis de amor.

b. COMPROMISO Y RESPONSABILIDAD POR EL OTRO:
Se relaciona con “Vivir con el otro y para el otro”. Implica renunciar a actitudes negativas para el desarrollo de la comunidad, exige entrega plena a valores e ideales comunes, complementar y dejarse complementar en aquellas cosas que me faltan para forjar la comunidad. Exige acción en común, renuncia al tiempo, gustos e inclinaciones personales.

CONCLUSION FINAL
Queremos terminar esta charla con esta reflexión del padre Javier Arteaga.

En este mundo sólo subsistirá “el cristiano por convicción y decisión personal, aquél que sepa nadar contra la corriente... Dios nos ha puesto en este tiempo distinto y desafiante para que le imprimamos su rostro. Nuestro desafío es ser fieles y fuertes en la fe, el amor y la esperanza en Cristo”. Y para cumplir esta misión de los nuevos tiempos, necesitamos fortalecernos mutuamente y apoyarnos profundamente en la vivencia de una comunidad nueva.

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