“¡Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la
guardan!” (Lc. 11,28)
María está en la vida pública de Jesús como
debiéramos haber estado todos nosotros: callando, escuchando y obedeciendo.
Cuando habla la boca misma de la Verdad eterna, cabe a las criaturas sola y
exclusivamente esta silenciosa obediencia de fe. Cristo mismo lo subraya con
suficiente claridad cuando expresa correctamente aquella alabanza de la mujer
del pueblo.
Nadie mereció mejor esta alabanza que la madre
virginal del Señor, quien no solamente llevo la Palabra de Dios en su seno, sino
que ya antes la había concebido en su corazón y en su espíritu.
Nadie es mas madre, hermano y hermana del Señor
que aquella cuyo ser integro era un fiat constante y un si viviente a la santa
voluntad de Dios: “Quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi
hermana y mi madre”(Mc.3,35) Con esta palabras Cristo no quiere disminuir en
modo alguno a su Madre, pero si aguzar la mirada espiritual para los verdaderos
valores y para la verdadera grandeza de la figura de
María.
(La actualidad de María –
PJK)
ORACION
“La Omnipotencia envió a la nada como instrumento en las manos del
Redentor,
y esta nada se reveló cada vez que estorbo sus planes.
Míranos, arrepentidos, de rodillas ante ti, a los que alejamos del
mundo la salvación.
Quisimos seguir caminos propios y no ver, culpablemente, tus
deseos;
Nos separamos de tu lado, de ti, a quien, temblorosos, aclaman cielos
y tierra.
Arrepentidos confesamos nuestros pecados; ¡haz que encontremos perdón
en Cristo!
En el futuro, guárdanos como pertenencia tuya y que solo a ti
consagremos las fuerzas del amor.
Para que Cristo pueda actuar por nosotros y conducir a los hombres al
cielo.
¡Recorra él en nosotros la tierra y con su Esposa extienda su
Reino!
Envíanos al Espíritu de fortaleza del Señor para que por el surja la
creación renovada:
El reino de Schoenstatt, nación de Dios, que se asemeja a la eterna
Ciudad de Sion,
. . . donde triunfa el amor y reinan siempre la justicia y la
verdad.
Amen
Y me consagro a ti, diciendo: Oh Señora mía, Oh Madre mía. . . . .
PROPOSITO
Que aproveche toda ocasión para hablar de Ti, Señor, y así compartir lo
que Tú me has dado.
Irene
Bareiro