Función
sacerdotal de la Familia
Padre Nicolás Schwizer
Nº 184 - 01 de septiembre
de 2016
El Bautismo hace participar en
el sacerdocio común de los fieles. Conducir la familia al Padre, ser educadores
de la vida religiosa de nuestros hijos, esa es nuestra difícil tarea de padres.
En el sacramento del matrimonio recibimos la gracia necesaria para realizar
esta tarea.
De esta función podríamos
sacar muchísimas consecuencias para nuestra vida cotidiana. ¿Cómo hemos
desarrollado nuestra creatividad en las celebraciones de la Pascua y Navidad?
Recordemos que somos parte viva de la Iglesia y que participamos de su vida litúrgica. La Eucaristía es la
“fuente y cumbre de la vida cristiana” y por lo tanto también debería serlo de
nuestra vida familiar. “Que nuestra vida diaria sea una perpetua repetición de
la presentación de las ofrendas, de la consagración y de la comunión. Así
participaremos de la función sacrificial del sacerdote”. Somos sacerdotes para
nuestros hijos y nuestra tarea es ayudarlos a crecer en su vida de oración.
Aquí tiene un rol particular la madre en la enseñanza y el padre presidiendo
las oraciones familiares y bendiciendo a los hijos.
La Iglesia participa de la
función real de Cristo en el
gobierno del mundo. Pero lo hace como el Buen Pastor sirviendo a los suyos. Los
padres realizan esta tarea en primer lugar para con sus hijos. “La salvación de
mi familia ha sido puesta en mis manos. Esto es muy importante para nuestra
actitud personal y espiritual. Yo soy el buen pastor previsto por Dios desde la
eternidad para mi Iglesia en miniatura; sobre mis espaldas descansa la
felicidad o la desgracia de mis hijos”.
Las tres virtudes esenciales
del buen Pastor son su amor, su fidelidad y su solicitud.
1. El
buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas, el que ama a los suyos. Esa es la actitud
interior de los padres frente a los hijos. Se trata de comprender
bondadosamente a los hijos.
Los padres tratan de escuchar y entender lo que sus hijos llevan en su
corazón. Confían en el bien del otro y lo estimulan. Son respetuosos de la
originalidad de cada uno y del misterio de pequeñez que hay en cada persona.
2. La fidelidad es la
característica particular de este amor. La fidelidad entre los esposos no se
trata solamente de no engañar a nuestro cónyuge con otro varón u otra mujer,
sino fidelidad significa luchar cotidianamente, en las pequeñas cosas para que
este amor crezca.
Un empleado fiel es aquel con el que podemos contar en cada momento y
hace bien su trabajo, no sólo el que no nos engaña trabajando para la
competencia. Qué importante es valorar este aspecto que está tan debilitado en
nuestra vida familiar. Qué importante es rezar por nuestra mutua fidelidad.
3. La solicitud de
pastor nos lleva a luchar para que nuestra familia sea abierta y preocupada
para los que nos rodean. Una familia solidaria con el entorno que le toca
vivir. Si queremos constituir una gran comunidad, tenemos que solidarizarnos
con las familias que se nos unen. Preocupémonos de ellas, hagamos sacrificios y
oremos por ellas. Queremos conformar un pequeño reino, no sólo en el marco de
nuestra propia familia, sino más allá de ella; queremos ser una sola alma y un
solo corazón con todas las familias.
Si alguien viniese y preguntase dónde está la Iglesia, mi respuesta tendría que ser: mi familia.
¡Qué gran tarea!
Mi familia es una Iglesia en
pequeño. Allí esta Cristo presente y desde allí realiza su obra redentora. Si
antiguamente fueron los conventos los lugares entorno a los cuales creció el
occidente cristiano ahora serán las familias, verdaderos talleres de vida
cristiana, en torno a las cuales occidente volverá a ser cristiano.
Preguntas
para la reflexión
1. ¿Es mi familia una Iglesia
doméstica?
2. ¿Somos una familia
solidaria con los demás
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