domingo, septiembre 18, 2016

Carta de Alianza Setiembre 2016

18 SEPTIEMBRE 2016

Queridos hermanos en la Alianza,
                
Me encuentro desde hace unos días peregrinando con un grupo de matrimonios de diferentes lugares de nuestro país. Comencé a escribir las primeras líneas de esta carta en Tierra Santa (Israel) y las termino hoy en Schoenstatt (Alemania). Hay tres lugares y mensajes que resalto de esta peregrinación por los lugares santos que pueden enriquecer nuestra vivencia de Alianza.

El primero de ellos es Ai-Karem, ciudad donde la Virgen visitó a Isabel.
El ambiente montañoso y la aridez de Judá contrastan con la alegría y el gozo que trasluce todo el texto. El mensaje de este encuentro es una ejemplificación de lo que llamamos una Iglesia misionera o, en términos nuestros, un Schoenstatt en salida.
Podríamos decir que Ai-Karem es nuestro entorno, nuestras circunstancias. María sale presurosa a ayudar a su prima y nos desafía a hacerlo también a nosotros. Para eso es necesario percibir la necesidad del otro:  de un familiar, de un compañero de trabajo, de un hermano en la Alianza. Se trata de servirlo como María, con su alegría y llevándole a Jesús: “Mi espíritu se estremece de gozo en Dios mi Salvador”.
Juan saltó de gozo en el vientre de su madre porque percibió al Salvador. Tres meses permaneció María en esa casa, es decir, un tiempo generoso, diciéndonos de este modo que nunca debemos cansarnos de ayudar y de servir. La mano y el corazón abierto concretan nuestro amor.
Cada vez que desde nuestros Santuarios la Mater nos invita a ir a la “región montañosa” del mundo, hacemos actual lo que sucedió hace 2000 años en Ai-Karem. Es la tercera gracia que recibe el Aliado de María cuando la visita en sus Santuarios.

El segundo lugar al cual los invito a trasladarse es el Santo Sepulcro.
En un espacio cercano se encuentra el Gólgota y el Santo Sepulcro. El peregrino que llega a este lugar, toca la roca del Calvario, besa la piedra donde Jesús fue ungido y donde será depositado para resucitar “al tercer día”.
En nuestro espacio interior, en nuestra vida, conviven el dolor y la resurrección. No podemos desligarnos del sufrimiento, porque pertenece a nuestra condición humana, pero éste puede encaminarnos a la Pascua y a la resurrección. La cruz se presenta en mil figuras -límites, enfermedades, desengaños o fracasos- pero más allá de la cruz está la Luz y la mañana de la vida.
Hoy, 18 de septiembre, peregrinaremos aquí, en el Schoenstatt original, a la tumba de nuestro Padre Fundador. Nos encontraremos entonces allí, con quien está vivo junto al Padre. La victoria tendrá siempre la última palabra.

El tercer lugar: Emaús. Hacia allí caminó Jesús con dos de sus discípulos.
La narración de Lucas es una descripción de la vida cristiana. Sus etapas son paradigmáticas. Comienza con la ilusión: “Jesús, hombre grande en hechos y signos”. A Él le habían consagrado sus vidas y abandonado todo para seguirlo. Pero la muerte de Cristo los envuelve en una amarga tristeza. Pero Jesús aparece en medio de ellos y les interpreta lo sucedido: es preciso pasar por la cruz para llegar a la gloria. No se acrisola el amor si no es por el dolor. Al escucharlo a Él renace el entusiasmo, -¿no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las escrituras?- y lo descubren en la fracción del pan. Por eso deshacen el camino, vuelven a la comunidad y cuentan a los otros la maravilla del reencuentro.

Queridos hermanos, ¿quién no ha pasado por estas etapas en su vida? La duda pertenece a la vida espiritual: la fe es la capacidad de creer en lo que no vemos, dice San Pablo. Es creer que las promesas de Dios, muchas veces diferentes a las nuestras, se cumplen inexorablemente. Este día de Alianza recordamos la promesa de María: “Atraeré a los corazones juveniles y los educaré como instrumentos aptos en mis manos”. Esto lo experimentaron los primeros en Schoenstatt y tantos otros. También nosotros. En definitiva, esto es lo que nos afirman las palabras que rodean el cuadro de la Mater en el Santuario: “un siervo de María jamás perecerá”. En esa certeza interior los bendigo desde Schoenstatt y me asocio a la alegría y la promesa de ser elegidos por pura misericordia.
  P.Guillermo Carmona

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