María, símbolo del Espíritu Santo
Padre Nicolás Schwizer
N° 180 - 01 de mayo de
2016
El Padre Kentenich, fundador del Movimiento de
Schoenstatt, considera que la
Sma. Virgen es ese símbolo más significativo el más personal
y más hermoso del Espíritu Santo. ¿Por qué llega él a esa conclusión?
Es parte del ser, de la naturaleza de la mujer. Según
su pensar, la mujer es esencialmente “obsequiosidad
receptiva”. Recibe, acoge al varón y al hijo y, al mismo tiempo, se entrega
generosamente a ellos. Y lo que es propio de toda mujer, vale de un modo
perfecto, para la Bendita
entre las mujeres, la
Sma. Virgen.
Ella es la donación de sí misma y la receptividad
personificada. Y como tal es el gran Símbolo del Espíritu Divino. Porque el
Espíritu Santo es, entre Padre e Hijo, la obsequiosidad receptiva. Recibe del
Padre y del Hijo y se regala a la vez al Padre y al Hijo.
El Espíritu Santo es, por eso, en la Trinidad el soplo de
amor, el amor hecho persona, el vínculo de amor entre Padre e Hijo. Pero
también frente a los hombres se le atribuye a Él especialmente las obras de
amor. Él es quien en nosotros despierta, estimula, cuida, protege y acoge toda
forma y manifestación de amor y de vida.
Por eso, la mujer más que el varón, está asociada con
el Espíritu Santo. También ella es vínculo de amor entre padre e hijos. Es
responsable de cuidar la vida y de cultivar el amor de los suyos.
Y el ideal inalcanzable de esa misión femenina y
materna admiramos en María. Ella es la obra maestra de Dios, Madre del amor
hermoso, Madre de la vida y de todos los vivientes. Por eso es la imagen, el
símbolo más perfecto del Espíritu Santo.
Y entonces concluye el Padre Kentenich: tal como María
es el principio femenino en la redención, así el Espíritu Santo es el principio
femenino en la Divinidad.
La persona que vive en el Espíritu Santo. Creo que todos
anhelamos estar más cerca del Espíritu de Dios, disfrutar de su presencia,
vivir en consonancia con Él. San Serafín, un gran santo y guía espiritual de la Iglesia rusa decía: “El
verdadero sentido de nuestra vida cristiana consiste en obtener el Espíritu
Santo. Orar, vigilar, dar limosnas y otras obras buenas son sólo medios para
obtener el Espíritu Santo. “
El viento. También el viento es señal del Espíritu. Es incluso un juego de palabras:
tanto en griego (pneuma) como en hebreo (ruah), la misma palabra designa al
viento y al espíritu. Y esa coincidencia nos permite hablar del Espíritu Divino
con la metáfora del viento. Así lo hizo Jesús con Nicodemo: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz;
pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así le sucede al que ha nacido del
Espíritu” (Jn 3,8).
¿Qué elemento representa mejor la libertad, la
fuerza, la inmensidad, la cercanía, el misterio y la realidad del Espíritu en
nuestras vidas? Junto con la imagen del agua, la del viento es la que mejor
insinúa la presencia y la acción del Espíritu Divino en nuestro mundo. Viento
que es soplo y aliento, brisa y tempestad, frescura y ardor, oxígeno y vida. Un
viento impetuoso precedió a la experiencia de Pentecostés. Y mientras el viento
“llenaba toda la casa”, el Espíritu
llenaba el alma de los apóstoles allí reunidos (Hch 2, 2‑4).
Jesús mismo sopló un día sobre sus discípulos y
les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”
(Jn 20,22). El soplo de Jesús es el Espíritu Santo: aliento y vida de su mismo
pecho, poder de perdonar pecados, de redimir almas, de edificar el cuerpo de la Iglesia. Jesús se
va, pero queda su aliento, su Espíritu. El Espíritu como herencia de Jesús,
enviado del Padre, vínculo de la
Trinidad.
Pregunta para la reflexión
1.
¿Qué medios utilizo para obtener una
mayor cercanía con el Espíritu Santo?
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testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com
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