domingo, diciembre 20, 2015

Navidad de la misericordia-Quinto día

Novena Navideña 2015:

P.Guillermo Carmona

Quinto día: El amor no olvida a nadie y encuentra lo perdido.

Oración inicial
Tu santuario es nuestro Belén, en cuya aurora Dios se regocija.
Allí diste a luz virginalmente al Señor,
quien te eligió por Madre y Compañera.
En esa admirable fecundidad nos trajiste al Sol de Justicia.
Para que nuestro tiempo pueda mirar la Luz eterna,
erigiste benignamente a Schoenstatt.
Como Enviada de Dios y Portadora de Cristo, quieres
desde el santuario, recorrer el mundo en tinieblas.
Con alegría sumerge nuevamente al Señor en mi alma, y, al igual que tú, me asemeje a él en todo;
hazme portador de Cristo a nuestro tiempo
para que se encienda en el más luminoso resplandor del sol.
El universo entero con gozo glorifique al Padre,
le tribute honra y alabanza por Cristo, con María,
en el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

1. Texto bíblico: Lucas 15,1-7
“Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos’.
Jesús les dijo entonces esta parábola: ‘Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse’.
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido’.
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

Después de la lectura dejamos un pequeño espacio para la reflexión personal del texto escuchado o leído. Me pregunto:
-      ¿Qué mensaje trae el texto?
-      ¿Cómo lo interpreto?
-      ¿Qué me dice a mí personalmente?

2. Reflexión
No hay realidad más triste y penosa que perder algo que uno quiere mucho. Y cuando ese algo es una persona, un ser amado entonces la pena es insondable. Lo he vivido de cerca cuando a un matrimonio de Schoenstatt se le extravió un hijo. Ahí entendí que María y José también estuvieran preocupados cuando Jesús se perdió en el templo y se quedó discutiendo con los doctores de la Ley.
Esa y mucho más, es la tristeza de Dios cuando el hombre se aparta de su lado. La tristeza de Dios, incomprensible para el pensar griego y filosófico, se hizo siglos y promesas y lo llevó a buscar a ese pueblo, a ese hijo, que -en verdad- soy yo, sos vos.
El Niño que nace en Belén es la prueba máxima de esa búsqueda. Es la promesa cumplida, es la concreción de la búsqueda. Aquél que dejó su lugar junto al Padre, vino para buscar en su nombre lo que se había perdido. Las tres parábolas que leemos en el capítulo 15 de San Lucas hablan de pérdida y hallazgo. Son paradigmáticas referencias directas a Jesús.
Si nos fijamos bien hay verbos que indican, como todo verbo, una acción. Es el accionar de Dios y su parangón en el hombre: perder, buscar, hallar y alegrarse. Hay otros verbos: encender una lámpara, barrer la casa y hacerlo con diligencia.
Cada uno podría identificarse con la oveja y la moneda, que han sido perdidas y halladas. Y el escenario donde esto se desarrolla es también Belén: la noche simboliza la pérdida; la estrella orienta la búsqueda, el hallazgo de la humanidad representada en los pastores y la alegría de los ángeles cantando en los cielos. Es llamativa la alegría de la Nochebuena: condice con el gozo del encuentro. Los amigos, familiares y conocidos lo celebran. Hay alegría en la tierra y mayor gozo aún en lo alto.
Una consecuencia que surge de estas dos parábolas cuando las relacionamos a nuestra vida es la enorme dignidad y valoración de cada uno. Tan valioso soy para el Padre, que él no quiere que permanezca en la oscuridad sin saber dónde estoy y sin venir a recogerme. ¡Vales tanto, como el Niño desvalido y sonriente, como la cara pupila de los ojos de Dios!
De allí la fiesta. Todos están convidados. Si alguna vez en tu vida piensas que nadie se ha acordado de vos o te ha olvidado, recuerda que siempre estás presente en el corazón de tu Padre.
        Estos días previos a la Navidad, piensa en algún momento en que “te fuiste del corral” que te perdiste en algún lugar de esa casa, que es tu mundo. Y celebra el Amor de Dios que ha deja todo con una sola intención: besarte nuevamente.

Preguntas para la reflexión
1.   ¿Qué hace el buen pastor cuando pierde sus ovejas? ¿Qué podría significar esto en concreto en la vida de los hombres?
2.   ¿Cómo podría hoy darse esta fiesta que organiza el cielo y la tierra cuando lo que estaba perdido ha sido encontrado?
3.   ¿Qué habría pasado si el pastor se hubiera quedado en el rebaño con las 99 ovejas y hubiera abandonado a la perdida? ¿Puedes imaginarte esa situación en la vida del mundo y en la historia personal?
4.   ¿Qué podemos hacer nosotros, en concreto para buscar lo que está perdido?

Compromiso sugerido
Mandarle alguna tarjeta navideña a alguien que sabes que está lejos de la fe, pero que no obstante, celebra la Navidad con ese espíritu de esperar a que Alguien lo venga a visitar.

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