El mes de diciembre es un mes muy especial. Nos trae a la conciencia el mensaje
navideño y nos predispone para el descanso veraniego.
La Navidad es ocasión
para vivir más cerca de Jesús y de María.
Vivir la Navidad es saber que
Alguien vino a ponerle más paz, bondad y amor al mundo. Y en virtud de su gesto,
abrir el corazón a los que se hallan solos y tristes, deprimidos o
apesadumbrados; quizás, así descubramos la razón que les desdibujo la sonrisa en
este tiempo.
La venida de Jesús arrancó de cuajo el aguijón del mal y nos
despertó nuevamente a la esperanza. La magia de la Navidad se centra en el
pesebre, donde todos, pequeños y grandes, pobres y ricos, creyentes y no tanto,
miran a un Niño desvalido y necesitado, como cada uno de nosotros, nacido en
Belén.
Pero además, diciembre nos brinda la oportunidad de hacer un balance
del año, lo que él nos ha traído de alegría y de tristeza, de éxitos o fracasos.
Sería muy bueno escribir (y no sólo pensar) lo positivo y negativo del 2015.
Ningún año tiene sólo luz o sólo sombra; y de todo podemos sacar una enseñanza.
La gracia y la felicidad consisten es transmutar aquello que nos ha lastimado,
en una fuente de gracia y bendición.
Quizás en la Nochebuena, si nos
acercamos al pesebre y le ofrecemos al Niño lo vivido en este año, Él nos hable
al corazón y nos diga cuánto nos quiere y ama.
Les deseo una muy feliz
Navidad y un año 2016 pleno de gracia y bendición,
P. Guillermo
Carmona
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