Florencio
Varela
25
de agosto de 2015
El IV Curso se reúnen como siempre en Nuevo
Schoenstatt, pero esta vez fue un encuentro muy especial y de mucha alegría y
festejo, ya que el 22 de agosto de 1990 comenzamos en Federación de Madres.
Hace 25 años fuimos llamadas a comenzar un camino de vida, aspirando a la
santidad.
Llegamos más temprano de lo acostumbrado,
preparamos una linda mesa, recibimos a la Hermana María Luz, quien nos dio un
pequeño taller, muy profundo, nos hizo
recordar todo este tiempo de fraternidad que nos fue transformando y así ir
viviendo una manera de pensar, comunicarnos, mirarnos, respetarnos,
sintiéndonos familia y en la conducción del buen Padre Dios y su plan salvífico
Muy pronto nos dirigimos al Santuario para participar
de la santa Misa, celebrada por el Padre Alberto Eronti, quién en su Homilía nos
recordó en principio el Nuevo Testamento cuando se inicia el tiempo de Alianza
en Nazaret, con las primera palabra “Alégrate”.
María escucha a Dios cuando le
revela el proyecto sobre Ella y el proyecto de su amor sobre el mundo. La nueva
Alianza que se abre con alegría, la de Dios y la de María, se juntas las dos la
del cielo y la tierra, para ser una única gran alegría. Sigue diciendo, cuando
hace 25 años cada una de ustedes escucho el anuncio, se constituyeron en un
curso y comenzaron a transitar un camino, que solo ustedes saben, que no hay caminos sin
paisajes lindos y sin paisajes difíciles.
Hace referencia a lo que escribía en una carta el P.K. con el motivo de un
aniversario, donde comienza reflexionando a María: “A Ella le debemos”,
repitiéndolo 13 o 14 veces y eso es el
Magníficat del Padre a la acción de María en la Familia de Schoenstatt. El
Padre Alberto nos dice: que celebrar 25 años es buen tiempo para hacer el
Magníficat del curso, es decir reconocer en la historia los grandes dones de
Dios y ojalá también pudiéramos decir como el Padre: “A Ella le debemos” y
reconocer al amor fiel de María hacia cada una de nosotras y hacia la vida de
curso. El curso entero está llamado a ser reflejo del rostro de María,
imaginarnos como ha sido Ella y que fue para los demás una fuente de bondad. También
nos dice que cree que La Mater ha sido vida en el curso y nos ha enseñado a
vivir al ritmo de ella. La Virgen canta en su Magníficat al poder de Dios, al
amor fiel de Dios, al amor misericordioso de Dios. Si escriben su propio
Magníficat van a decir como has hecho tanto, como nos ha amado tanto y de eso
se trata, por eso hay que nadar en el amor de Dios. Tirarse a ese mar azul que
las ha ido envolviendo de tal manera que les ha regalado el azul de María.
Hoy
nos entregamos con alma y corazón a nuestra misión de ser “Hijas confiadas,
fieles colaboradoras del amor del Padre” contagiando el gozo de sentir el amor
de Dios, formando hombres nuevos que busquen a Cristo y a María en sus vidas.
Nos vamos muy felices de vivir este encuentro
y con confianza filial
Madre,
nos ponemos en tus manos, aquí nos tienes, somos tu FCFAPA.
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