7 silencios para crecer en la intimidad con Jesús
La oración es esperar para encontrar, hablar para callar.
¿cómo vivir el silencio que es preparación indispensable para la oración
La oración
es esperar para encontrar, hablar para callar, decir para escuchar. Pero,
¿cómo vivir este silencio que es preparación indispensable para la oración?
¿cómo vivir este lenguaje durante mi diálogo con Dios? ¿y cómo hacer para que
sea realmente un ambiente espiritual constante para toda nuestra vida espiritual?
Siete
silencios, siete lecciones para crecer en intimidad con Jesús
1.
El silencio del protagonismo: al acudir a la oración nos preparamos para el encuentro
con Dios sabiendo que lo importante no es tanto lo que queramos decirle sino lo
que Él nos quiere decir. Por eso, María, tras darse cuenta en Canaán de que no
había vino, dice a los sirvientes: "haced lo que Él os diga" (Lc 2,
5). Escuchar al Maestro sabiendo que Él ya sabe lo que necesitamos. Dejar que
Él nos hable para nos sorprenda con su milagro de amor y nos dé el vino que nos
alegra el corazón.
2.
El silencio de las quejas, aceptando la voluntad de Dios: el corazón entra a la oración
con una historia, una experiencia y unas heridas. Ese corazón es como un mapa que Dios conoce
y recorre. Deja que Él te descubra a dónde te quiere llevar, qué quiere de ti.
Deja que Él te explique el para qué y te muestre su amor hecho sabiduría.
Confía, escucha y camina.
3.
El silencio de la razón: cuando parece no haber sentido en mi vida: la pedagogía
de Dios necesita siempre ser iluminada por la fe. La razón necesita de esta
luz. Por eso he de entrar a la oración buscando esa luz. Me hará "salir
del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en
diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su
misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de
todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la
comunión con Dios" (Papa Francisco, Encíclica Lumen Fidei 46)
4.
El silencio de la seguridad humana: en nuestra inseguridad nos abrimos a la amistad
de Cristo, a su cercanía y a su misericordia. Escuchamos más cuando no tenemos
preguntas e inseguridades. Fijamos más la atención en Él. Acudimos más a su
corazón cuando nos sentimos indefensos. Mi inseguridad en tu corazón para que
tu corazón será mi seguridad: ésta tiene que ser nuestra oración en este
silencio.
5.
El silencio del dolor: llegar a la cruz fijando la mirada en Él, aprender de su
silencio redentor. Pocas palabras nos dijo Jesús en la cruz. Caminó sufriendo
por amor; tuvo gestos salvíficos para los que le rodeaban. Su dolor era para
los demás porque vivía su unión con el Padre de manera constante. El dolor es
redentor cuando se silencia y se ofrece. Entra a la oración con un sentido de
ofrecimiento para que también, en silencio, puedas hacer esa ofrenda uniéndola
a la de Cristo.
6.
El silencio de la humildad: de rodillas, más cerca de la tierra ("humus",
tierra en latín, origen etimológico de la palabra humildad). Somos polvo y al
polvo volveremos. Vivamos esta realidad con fe. Yo no soy nada Señor, pero
contigo soy todo porque te tengo a ti y esto me basta. Este silenciome hará
vivir en la verdad y caminar más cerca de Jesús. El que es humilde camina por
el camino estrecho, desconfiando de sí, pero confiando en Aquel que me llevará
a la puerta de la vida.
7.
El silencio del abandono: la oración me tiene que llevar a un acto de abandono que
sintetiza los seis silencios anteriores. Es la actitud de la infancia y
sencillez espiritual. Lanzarse al vacío porque mi Padre siempre me acoge, me
protege y me cuida. Este silencio me llevará a descubrir la ternura de Dios,
quien con infinitos gestos me grita al oído: estoy locamente enamorado de ti.
Tareas
para vivir a profundidad la oración
a.
¿Cómo
vivo el silencio preparatorio para la oración, a lo largo del día?
b.
¿Hay
algo que tengo que evitar, dejar de hacer para aprender a hablar este idioma
del silencio que me abre a una experiencia más profunda, personal y real de
Dios?
c.
¿Cuál
de estos silencios me cuesta más? ¿Por qué?
Fuente: Padre Guillermo Serra
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