El 12 de abril de 1894 Catalina Kentenich, madre del entonces niño José Kentenich se ve obligada, por difíciles situaciones por las que atravesaba, a dejarlo en el Orfanato de St. Vinzens de Oberhausen, Alemania.
Antes de dejarlo pasa por la capilla del internado y arrodillándose ante la imagen de María, le pide que cuide de su hijo y que lo eduque. Como señal de ese pedido le pone en el cuello de la Virgen lo único valioso que tiene, una medalla de oro recuerdo de su Primera Comunión, repitiéndole muchas veces:
"Educa tú a mi hijo, sé plenamente Madre! Cumple tú en mi lugar los deberes de Madre!"
Para el Padre Fundador este gesto de su madre lo marcó para siempre, y consideró que fue su primera Consagración a María. Así lo recordó en 1955 cuando dijo:
"La Santísima Virgen personalmente me formó y modeló desde los 9 años. Normalmente prefiero no hablar de esto... Si miro hacia atrás puedo decir: no conozco a ninguna persona que haya tenido un influencia tan profunda en mi desarrollo" (José Kentenich, una vida para la Iglesia de Engelbert Monnerjahn)
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