viernes, marzo 27, 2015

El Puente N° 1/2015 - Hija Fiel

HIJA FIEL... viviendo la filialidad de la vida diaria en la escuela de María 

Aporte del 2º Curso – Región Metropolitana

LA FILIALIDAD, NUESTRO ESTILO DE VIDA COMO FILIA PATRIS.



El elemento fundamental de la filialidad es el amor, no sólo entendido como meta sino también como camino. Dios nos ama más allá de nuestra miseria y pequeñez, y eso hace que nos sintamos cobijados en su amor paternal. Pero no podemos solamente cobijarnos, sino amar a Dios con amor maduro, estar siempre dispuestos a hacer su voluntad. Es lo que llamó nuestro Padre y Fundador “filialidad heroica”.








El elemento fundamental de la filialidad es el amor, no sólo entendido como meta sino también como camino.

Dios nos ama más allá de nuestra miseria y pequeñez, y eso hace que nos sintamos cobijados en su amor paternal. Pero no podemos solamente cobijarnos, sino amar a Dios con amor maduro, estar siempre dispuestos a hacer su voluntad. Es lo que llamó nuestro Padre y Fundador “filialidad heroica”.

La filialidad tiene características definidas: a) filialidad de amor entrañable, el Padre me ama y es mi última confianza. No sólo es un Padre Omnipotente y Todopoderoso, sino que es “mi papá”, Abba en el lenguaje de Jesús.
b) filialidad siempre confiada, aunque no conozca los caminos ni tenga mucha luz, sé que todo está en un plan que está a favor mío. “El Padre tiene en sus manos el timón aunque yo no sepa el destino ni la ruta” ( H. el P. 399).
c) filialidad obediente, hago lo que el Padre quiere, Él marca la hora de las cosas que han de suceder en mi vida. La obediencia hace vital y heroica la infancia espiritual.
d) filialidad probada y entregada, así vivo horas de luz y también de oscuridad, horas de dolor y cruz. Me entrego al amor de Dios dejando de lado mis inquietudes y preocupaciones y aprendo a amar con sencillez. El amor filial maduro gira en torno al Padre y su voluntad.
e) filialidad fecunda, es compartir la responsabilidad con el Padre luchando por un mundo digno de Él. Filialidad misionera. No es un sentimiento pasivo; el hijo maduro se asocia al Padre como instrumento para la misión.

Nuestra filialidad es perfecta sencillez. Ser auténticas personas en el mundo para ser niños ante Dios. “Si soy un hombre filial no me preocupo innecesariamente. Dios ha preparado y previsto el plan de mi vida y ya lo está realizando. Lo que me toca en cada momento está determinado por Él. Yo sé, por eso, que lo que el Padre me manda, es siempre lo mejor para mí. Y eso me basta” (P.K.).

El hombre moderno está enfermo, quiere sacar a Dios de su vida, se siente omnipotente. Dice Pestalozzi que la calamidad más grande del mundo actual es la pérdida del sentido de la filialidad. Porque Dios sólo puede desplegar su paternidad cuando el hombre es niño, cuando se abre filialmente ante Él. Cuando el hombre vuelve a ser niño ante Dios, cae todo lo superfluo.

Como niño, escucho en cada momento al Padre. Digo SI a su plan y me dejo conducir por Él. Como hombre filial, sé que mi acción tiene que estar en correspondencia con el deseo del Padre. Y en este filial y alegre SI a mi camino de vida, tengo la solución de todo aquello que puede inquietarme y preocuparme.

               “Quien por su fe ve a Dios tras todas las cosas,
                 con su oído percibe claramente la voz del Padre;
                 siempre su corazón de niño está pronto
                 a entregarse a Él lleno de felicidad.” ( H el P 421 )
                “Aún cuando el Padre permite sufrimientos,
                 el hijo los sabe asumir dentro del amor,
                  besa la mano que sostiene su destino y en oración
                 permanece vuelto hacia Él.” ( H el P 422 )

La filialidad está iluminada por la fe. No es un SI ciego, es un SI activo, filial. Puedo cooperar con la gracia, pero soy pequeño, limitado y necesito del Padre. Me entrego con todo lo que soy y lo que tengo con el mayor amor y la mayor humildad.

Estoy cobijado, confiado, entregado dócilmente en las manos de mi Padre. El plan de mi vida ya está trazado y será llevado a cabo por Dios. Esto me da una gran tranquilidad y seguridad.

María es ejemplo de filialidad, es el modelo auténtico de filialidad. Es la Hija del Padre a quien regala su SI lleno de confianza. Escucha la Palabra y la pone en práctica. Es mujer humilde, confiada, aún en la cruz. María es educadora de filialidad, despierta el corazón filial que duerme en cada hombre.

La filialidad de María es una disposición activa para encaminarse al encuentro y la realización del plan de Dios. Su respuesta al ángel brota de su corazón de mujer libre: en ejercicio de esa libertad, María responde  SI, HÁGASE.

La vida de María nos invita a transitar la misma senda: cooperar con la gracia aceptando, en libertad, el plan de Dios para mi vida. Es el rasgo esencial de la filialidad.

La filialidad es nuestro Estilo de Vida como FILIA PATRIS.

Estilo de Vida que parte de la actitud fundamental “SI PADRE, HÁGASE”, como aceptación gozosa de la voluntad del Padre. Responde a una dinámica especial: orar- aceptar- ofrecer- gozar.

Reconocemos que nuestra pequeñez de hija le pertenece al amor misericordioso del Padre.

El FIAT plasma toda circunstancia y cada momento, Inscriptio vivida y ofrecida aún en la oscuridad, abandonándonos en las manos del Padre, despreocupadas como niñas, ya que de Él recibimos la paz y la alegría necesarias para vivir, en el amor a Jesús y a María, con fe y esperanza.

Con libertad nos hacemos dóciles a la voluntad del Padre y ofrecemos, primero en la oración y luego en la vida, nuestro  SI  PADRE, HÁGASE (aceptación gozosa).

Así lo expresamos en un párrafo de nuestra oración de Curso: “como Tú Filia Patris, dejándonos ser conducidas de la mano del Padre, buscando y amando su voluntad, disponibles y dóciles como el niño que hace lo que le agrada al padre”.

Esta aspiración de nuestro Ideal “que el FIAT plasme íntegra nuestra vida”, nos lleva a una actitud heroica que se transparenta en una fe inquebrantable, una esperanza inquebrantable y un amor inquebrantable.

Desde el inicio de nuestro Curso, hemos sido duramente probadas. No ha sido fácil dar siempre el SI PADRE y vivir los sucesos de nuestra vida, personal y comunitaria, con la actitud de aceptación gozosa. Muchas veces hemos experimentado nuestra pequeñez en las caídas, pero también la misericordia y el amor infinito del Padre que nos ha ayudado a levantarnos.

No es fácil aceptar, solamente viviendo en la seguridad y la confianza de ser plenamente amadas por Dios. Pero llegar a la dimensión “gozosa”, requiere un trabajoso proceso de entrega, fe, confianza y, sobre todo, oración. Esto ha afianzado y enriquecido a cada una y a todo el Curso, viviendo corazón a corazón en nuestra comunidad.

Como pequeñas Marías nos espejamos en Ella.

A lo largo de su vida, la Virgen nos enseñó a vivir como hijas plenamente filiales. Toda la vida de María transcurrió en medio de incertidumbre, realidades de sombra y la cruz como culmen. Pero Ella no negó nunca su SI, totalmente entregada, confiada, obediente al plan de su Padre Dios. Y esa seguridad, para dar su respuesta libremente, nace del amor. Como cité antes: el amor es el elemento fundamental para vivir la filialidad como camino y meta de nuestra vida de hijos de Dios.

Pidamos a la Mater en el Santuario que nos ayude a formarnos según su imagen para, salir así, a los caminos de la vida para servir, como Ella, con actitud de filialidad misionera.
             

FILIA PATRIS
2º Curso- Región Metropolitana

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