lunes, octubre 04, 2010

JOSÉ ENGLING
Aniversario de su fallecimiento: 4 de octubre de 1918
Ese viernes 4 de octubre de 1918, a mediodía, José, como era su costumbre, sacó la hoja de su horario espiritual y marcó los tres primeros actos de piedad que había cumplido durante la mañana: "oración de la mañana, oración del congregante, buena intención”. Después tomó la hoja del examen particular, donde mostraba su ardiente deseo de vivir en presencia de Dios: “Quiero decir cada hora: Dios está conmigo, el queridísimo Padre de los hombres; Él ve cómo ennoblezco en mí la sensibilidad nativa para mayor bien de los demás”.

A lo largo de la mañana de este 4 de octubre, ya había repetido 7 veces esta determinación de unión con Dios Padre y de comunión con los hombres, sus hermanos. La víspera, jornada extenuante y de incertidumbre por la situación en el frente, José consigue recitar diecisiete veces este texto que se sitúan en la cúspide del espíritu evangélico. Y ya ha logrado cumplir trece de los diecisiete actos de piedad que se ha propuesto para cada día. La Virgen María, su “Madrecita”, está, más que nunca, presente en él al fin de su vida. En la última carta que escribe al Padre Kentenich, el 1º de octubre, le dice: “Estos tres últimos días de negligencia, he sentido cuán débil soy y cuanto dependo de nuestra queridísima Madre; estoy aún más estrechamente unido a ella”.

Hacia el mediodía José visitó a Paul Reinhold, un miembro de su grupo schönstattiano que se encuontraba cerca de allí. Tuvieron una larga conversación, Paul lo encontró un poco melancólico en su mirada y sus palabras. José Mehl, otros de sus amigos, también pudo pasar unos instantes con José Engling. Éste le mostró el cementerio donde habían cavadas varias tumbas: “Se me ha preparado una tumba ahí abajo”, le dijo. José Mehl le replicó: “Estás loco. No lo creo”. Entonces José Engling tuvo una frase conmovedora, premonitoria: “Esta noche, la Madre de Dios aceptará mi sacrificio”. Después se despidieron y le dijo: “Debo reunirme con la vanguardia de la tropa de choque”. Sabía que al día siguiente su compañero se marchaba de permiso. Entonces tomó una hoja de papel, escribió algunas palabras y se la dio diciendo: “Cuando haya muerto, da parte de mi muerte a esta dirección” (la dirección del Padre Kentenich). Después le tendió la mano, lo miró directamente a los ojos y le dijo: "Feliz vuelta a casa. Da curso, te lo ruego, a mi deseo. La Madrecita está cerca de mí. Estoy preparado. ¡Todo está en orden!”. Una última sonrisa, y los dos amigos se separaron.

A finales del atardecer, se dirigieron a Cambrai y un proyectil de artillería alcanzó a José. Está tendido sobre el campo. Ha muerto. José es la única víctima del pequeño grupo. Era el 4 de octubre de 1918, entre las 7 y las 10 de la noche. El cielo acaba de aceptar su sacrificio libremente ofrecido. Su cuerpo fue probablemente enterrado en el lugar de la muerte, pero todo el esfuerzo que se hizo años más tarde por descubrir el lugar resultó infructuoso.

El Padre Kentenich en una carta dirigida a la Familia de Schönstatt para la celebración de los 50 años de la muerte de José Engling, y que escribiría poco tiempo antes de su muerte, dijo lo siguiente:

“Mi querida familia schönstattiana:

Cuando volví, a finales de 1965, a mi país natal después de un exilio de 14 años, sobrevolando Francia, atraje la atención del Padre Menningen, el apóstol de José Engling, sobre Cambrai. En 1942, desde el fondo de la prisión, había echado “el manto de profeta” sobre las espaldas de aquel que me seguía. Comprendí entonces espontáneamente una cosa y le dije: la corriente de José Engling que es alimentada por Cambrai, se revela entretanto como una obra maestra de la conducción divina y de la docilidad humana. En un tiempo en el que está prohibido mantener conversaciones que vayan al fondo de las cosas, esta corriente capta y penetra a la familia de una manera de lo más eficaz. A lo largo de su historia personal, el joven héroe hace la concreta experiencia del acta de fundación de la Obra de Schönstatt y de la génesis de su fundación que ha vivido admirablemente, por adelantado, en sus tres etapas fundamentales. La manera en que se desarrollan las peregrinaciones al lugar de su muerte, ejercen una influencia más profunda aún que los retiros y sesiones ordinarias. Se multiplican de año en año y renacen sin cesar. Con el tiempo, todos los círculos schönstattianos deben ser arrastrados allí. Dios ha manifestado, sin que pueda equivocarse, me parece, su intención. Si no me engaño, Dios lo ha destinado al honor de lo altares.

Que este 50 aniversario de su muerte le haga revivir con una nueva intensidad en nosotros, y que alcance la dignidad de la beatificación por los milagros que se exigen.

Para el 4 de octubre de 1968, en Cambrai”.

Por último, transcribimos a continuación las palabras que el P. José Kentenich dirigió a los peregrinos de Marientahl (Alsacia), el 10 de mayo de 1968, y que resumen la misión de José Engling hoy, para todos nosotros:

“Querida familia schönstattiana:

El último año, nuestra familia ha erigido y consagrado un santuario en la diócesis de Augsburgo. Desde la cima de una montaña, domina toda la región. Está en su naturaleza atraer masivamente a los peregrinos. Pero cuando hemos intentado encontrar la “vena de agua de ese manantial de personas”, no se ha descubierto por ninguna parte. Los especialistas lanzarán la consigna: “Es necesario crecer más profundamente”.

He aquí la divisa que querría dar a nuestro peregrinar caminante. Desde hace años, pensamos en José Engling. No se cansa uno de admirar su vida y sus esfuerzos, y de rogarle que venga en nuestra ayuda con toda clase de súplicas. No serán raros los que puedan sentir sus ruegos maravillosamente acogidos.

La frase “crecer más profundamente” nos vuelve atentos, este año, al hecho de que no hemos captado aún la profundidad y grandeza de su misión. José Engling deberá entrar en la historia:
- como el santo de la unidad
- como el santo de la santidad cotidiana
- como el santo de una devoción mariana de altísima calidad.

En estas tres direcciones la peregrinación debe incitarnos a crecer más profundamente. Porque el santo de la unidad, cuida ante todo que los alemanes y los franceses se aproximen de nuevo por el espíritu y el alma. Que se reencuentren y que se ayuden sin cesar para que las dos naciones formen un corazón y un alma.

Porque el santo de la santidad cotidiana cuida para que los que se coloquen bajo su influencia dominen la vida diaria, busquen y encuentren en toda situación la unión con el Dios vivo, nuestro Padre, y que impriman también en las nuevas playas del tiempo una cara transfigurada.
Porque el santo del fervor mariano de altísima calidad vea su papel particular y su preocupación en el hecho de que la Madre de Dios Tres Veces Admirable, la Reina victoriosa de Schönstatt, pueda ejercer plenamente su misión de renovación del mundo a partir de sus santuarios. Adoptamos voluntariamente la divisa de José Engling: “¡Omnibus omnia Mariae specialiter mancipatus! - ¡Todo para todos y especialmente esclavo de María!”

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