sábado, septiembre 18, 2010

Carta de Alianza
Setiembre 2010

Queridos hermanos en la Alianza:

En estos días estuve leyendo testimonios sobre la vida y la obra del P. José Kentenich a causa de una conferencia que debía preparar y me llamó poderosamente la atención el testimonio que dio Mons. Raúl Silva Enríquez, antiguo cardenal de Santiago de Chile, el 15 de septiembre de 1985. Él decía en aquel momento:
“¿Qué vi yo en el Padre, para mí totalmente desconocido, que me conquistó? Su gran amor a la Madre de Dios fue el gran señuelo que me atrajo irresistiblemente. Admiré en él su fe inquebrantable: amó a la Iglesia, amó a su congregación, mantuvo la esperanza contra toda esperanza. No le oí nunca quejarse de las penas pasadas, no le oí nunca culpar a nadie; su caridad no tenía límites. Admiré en él su fortaleza en todas las situaciones de la vida, aún en las más difíciles como fueron sus prisiones; fue superior a todas ellas; realmente era el hombre fuerte que descansa en el Señor y podía decir: “De Él viene mi salvación, Él es mi alcázar y mi roca, no vacilaré”. Admiré en él su apertura, su visión de la Iglesia que lo llamaba a escuchar las voces del tiempo, que lo llamaban a poner en tela de juicio antiguas y respetables actitudes eclesiales que no le parecían adaptadas a trasmitir el mensaje de Cristo al hombre de hoy. Fue tal vez, sin saberlo, un precursor del Concilio (Vaticano II). Pero todo esto que él vivía por amor a la Iglesia le costó no pocas lágrimas. Admiré también en él su carisma de educador. Él perseguía el ideal de impregnar de Cristo el corazón del hombre moderno, de modo que la fe impregnase toda su vida. (…) Doy gracias al Señor por esta visita suya a mi alma, y lo bendigo por lo poco que he podido hacer por Cristo el Señor, vivo en la persona del P. Kentenich”.

Este testimonio del cardenal Silva Enríquez nos habla de un sacerdote que es “don de Dios y un profeta para su tiempo”. Ese profetismo y don de Dios se manifestó en la vida del P. Kentenich con rasgos muy concretos.

1. Un verdadero sacerdote y Padre
No es una novedad que vivimos en un tiempo carente de personalidades paternales / maternales (no confundir con paternalismo), un tiempo de enorme orfandad y abandono. Esos fueron los mismos dolores que padeció el niño José Kentenich por la ausencia de su propio padre. Justamente en aquello que Dios lo iba a distinguir como Su instrumento, en ello mismo el Señor debía formarlo y educarlo. El P. Kentenich anunció vivamente que Dios no es una idea metafísica, un concepto filosófico o un ser lejano, sino un verdadero Padre que ama incondicionalmente a sus hijos y decía: “La razón última de la “ausencia” de Dios en tantas almas debemos buscarla en la carencia de personas que lo reflejen. Por lo tanto si nosotros no somos reflejos de Dios misericordioso le quitamos a los hombres de hoy la posibilidad de creer en Él”.

2. Un apasionado aliado y misionero de María
Desde que su mamá lo consagró a la Sma. Virgen a los 9 años, en momentos muy difíciles para ella, María fue su madre, su guía y consuelo, su educadora. En ese acto ya estaba el germen de la Alianza de Amor con la Santísima Virgen que más tarde dará origen a Schoenstatt. Él fue el primer aliado de María en Schoenstatt y su gran misionero. Proclamar a María significó para el P. Kentenich mostrarle a los hombres de hoy que tienen una Madre fiel, que es imagen, modelo y modeladora del hombre nuevo en Cristo. A partir de este vínculo con María el P. Kentenich busca movilizar las actitudes marianas en el seno de la Iglesia para gestar una nueva cultura, que a instancias de María, sea más cristiana, más solidaria, justa y fraterna, y por ello más humana.

3. Comprometido con el hombre y su tiempo
Como los profetas bíblicos su gran pasión fue llevar a los hombres al encuentro vivo con Dios, y trasparentar el amor de Dios a los hombres, que lo descubrieran presente en cada hecho de la vida diaria; “Con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”. Vivió dos guerras mundiales, experimentó la degradación humana en un campo de concentración, pasó hambre, crisis y pobreza; vivió el destino de su pueblo y su tiempo. Fue valiente para denunciar todo lo que atentara contra la dignidad y la integridad del hombre como hijo de Dios. Anunció y nos enseñó que tiempos de grandes cambios requieren valentía, renovación, creatividad y un nuevo ardor en el modo de vivir y transmitir la fe. Fue un verdadero profeta, apasionado por Dios, apasionado por el hombre y apasionado por su tiempo.

Por este “don de Dios” damos gracias al Señor. Está bien, pero no es suficiente. Creo que solamente dar las gracias a Dios por habernos regalado un gran sacerdote, padre y fundador no es suficiente, no es digno de un hijo espiritual del P. Kentenich. Él nos diría: muchas gracias, pero ¿qué parte de mi tarea vas a asumir hoy, en tu tiempo? ¿Qué aspecto de mi misión vas a encarnar en tu ambiente? “Ustedes, a su manera, pueden ayudarme a llevar la responsabilidad y compartir la misión de la Familia” (P. J. K., 31 de mayo de 1949).

Queridos hermanos, el próximo 18 de octubre, daremos comienzo al trienio camino al 2014 y lo haremos juntos como Familia con el Padre Fundador. Así como el Padre Fundador estuvo al comienzo de la historia de Schoenstatt, del mismo modo este año queremos tomar su mano para recorrer con él y como él estos 3 años hasta llegar al jubileo del 2014. Con él y como él, con su mismo espíritu y actitudes, como nuevos profetas de María construyendo nuestro tiempo para Dios, renovando nuestra Patria con espíritu de familia, queremos llegar al 2014 y celebrar así cien años de Alianza viva. “¡Sí, Padre, vamos contigo!”.

¡Feliz día de Alianza!

Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición,

P. Javier Arteaga

¡Con María Reina, construyamos una Patria para todos!

No hay comentarios.: