El Padre Kentenich es para nuestra Familia de
Schoenstatt, una de sus realidades más centrales - un “punto de contacto”
decimos- junto con la Mater y el Santuario. Él es también un ejemplo de la “Alianza
que transforma”. Su historia de vida podría haberlo transformado en una persona
amargada, rencorosa y vengativa; podría haber acabado deprimido y atormentado,
como tantos prisioneros de los campos de concentración; y hasta renegado
incluso de la Iglesia, como quienes sufrieron la injusticia y el autoritarismo
de algunos de sus jefes…
¿Qué le permitió hacer de tantas dificultades verdaderas
oportunidades? Cuando no había él cumplido aún nueve años experimentó
conscientemente que María lo tomaba bajo su cuidado y lo fue educando en una alianza
de amor mutua. María hizo de él una persona
de bien, de consejo,
un “sacerdote ejemplar” (Juan Pablo II), fundador a quien hay que imitar (Papa
Francisco), padre y profeta para muchos.
¿Por qué los invito a meditar hoy en su persona? Me motiva a ello que el próximo
20 de agosto se cumplirán
70 años que un grupo de Hermanas de María, reunidas en el Santuario de Nueva
Helvecia, sellaron por primera vez una “alianza” de hijas con el Padre y él con
ellas. También esta alianza hizo historia, transformó el corazón de esas
Hermanas y lo sigue haciendo en aquellos schoenstattianos que le entregan a él
su corazón, para que él se lo transfiera a María.
Muchos que llegaron
a conocerlo experimentaron su paternidad, creadora
de esperanza y de vida en
libertad. En una carta que él escribió
a uno de sus colaboradores más cercanos, le hablaba sobre el secreto de esa paternidad:
“Déjame contarte sobre la
gestación de Schoenstatt. Luego de haber abierto los corazones y de crear un cierto clima espiritual a través de las conferencias, mi tarea principal
consistió en estar a disposición de la gente
día y noche. Había que ayudar a muchos en la solución
de sus problemas psico-espirituales, apoyarlos en sus búsquedas y la superación de complejos. Esta
labor yo la defino como paternidad y maternidad creadoras, que no sólo cultiva
una distancia respetuosa, sino también una cercanía animada por el amor,
siempre dispuesta a entregar todo
por aquellos nos han sido confiados; que sacrifica por ellos no sólo la
tranquilidad del sueño, sino también que consume hasta las últimas fuerzas en
su atención pastoral. Como lo enseña
Jesús: nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (de una
carta al P. Menningen).
Queridos hermanos, el próximo 15 de septiembre
comenzaremos el “año del Padre”.
Desde ese día hasta el 15 de septiembre del 2018, quincuagésimo aniversario de
su partida, podremos adentrarnos aún más en su persona y su carisma. Por eso
los invito a que este 15 de septiembre nos reunamos en nuestros Santuarios y
ermitas para iniciar un año que no quiere ser sólo una memoria, sino un estímulo
para asumir su carisma y llevarlo al mundo y la Iglesia:
“Schoenstatt en salida”.
La frase escrita en la alfombra que recuerda el lugar de su
muerte, “Hacia el Padre va el camino”, es el indicativo de esta peregrinación, mientras vamos confesando: “Padre, vamos contigo, nuestro corazón en tu corazón, nuestro
pensamiento en tu pensamiento, nuestra mano en tu mano”.
Bendecido día de la
Alianza para cada uno y que la Mater nos siga transformando en el amor.
P. Guillermo Carmona