A partir del año pasado hemos emprendido la tarea de
profundizar, comprender y encarnar nuestro ideal territorial y llegar así a
plasmarlo en un símbolo que ilustre la bandera de nuestra Federación de madres
de Argentina.
Profundizar es: penetrar hondamente en algo para
descubrir sus aristas y fuentes más escondidas para poder comprenderlo y
descubrir en él el anhelo del Padre cuando nos llamó, porque de todas las
mujeres de Argentina nosotras hemos sido llamadas a vivir esta ideal, a
encarnarlo de tal manera que nuestra presencia en un lugar marque la
diferencia, no por el deslumbramiento de nuestro exterior, sino por la fuerza
de nuestra personalidad que se plasma y hace evidente en el servicio a la vida
ajena. Como María en las bodas de Caná, este servicio silencioso, que nace de
una mirada atenta que está puesta en el hermano y no en sí misma, y un oído
agudo que sabe escuchar la voz del padre en una simple noticia, como en Nazaret
aquel día cuando por boca del Ángel supo del embarazo de su prima y salió
presurosa para ayudar. Esa hija fiel que acababa de dar su sí para siempre al
evento más importante de la historia de la humanidad, con el alma y el corazón
desbordado de Espíritu Santo, corre a servir porque arde por la misión del
Padre… y ese ardor se vuelca en hechos concretos que van dando sentido a su
vida e iluminan el camino para la eternidad, un camino que no está exento de
peligros, sinsabores y desprendimientos forzosos, pensemos en el nacimiento de
Jesús en un pesebre, en la huida a Egipto, etc. pero que ella encara con
prudencia y audacia, con decisión y alegría, “fuerte y digna sencilla y
bondadosa”. Este es nuestro ideal así queremos vivir nuestra vida cotidiana y
enseñar a otros a hacer lo mismo. Gracias a Dios no estamos solas, en primer lugar,
la tenemos a ella nuestra aliada incondicional, nuestro as en la manga, y
también nos tenemos las unas a las otras vivimos en esta comunidad de hermanas
donde no sólo nos apoyamos y despertamos unas a otras, sino que aprendemos la
una de la otra y crecemos en el intercambio y el ejemplo.
Queremos captar hacia dónde vamos, conocer el rumbo
para cada una de nosotras y para la Federación de madres Argentina a la luz de
nuestro ideal territorial. Para hacerlo recurrimos a la fuente de conocimiento
que desde los primeros años está presente en Schoenstatt y de la cual se ha
nutrido: la voluntad del Padre en la historia de nuestra Familia.
El padre Kentenich nos dice “el impulso de su
fundación y desarrollo posterior no provino de una visión o de un sueño sino de
una sencilla fe práctica en la Divina Providencia. Una fe que supo ver,
reconocer y responder, siempre con claridad, a la poderosa mano de Dios que se
ocultaba detrás de las crisis y necesidades del tiempo, del acontecer mundial y
de la conducción y disposición Divinas en la vida familiar” (Instrumento de
María, página 44)
El padre continúa mostrándonos cómo es esa mano que
conduce los destinos del mundo y guía a nuestra comunidad y a cada una de
nosotras: Nos habla de una mano paternal, fuerte, bondadosa que va urdiendo y
enlazando los hilos de nuestra vida y circunstancias, para nuestro bien y para
nuestro mayor crecimiento.
Si leemos por ejemplo en el Acta de Fundación donde
dice “¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e
insignificante el origen de lo grande, de lo más grande! ¿Por qué no podría
suceder también lo mismo con nosotros? Quien conoce el pasado de nuestra
Congregación no tendrá dificultades en creer que la Divina Providencia tiene
designios especiales respecto a ella” y vaya que se han cumplido con creces las
palabras allí escritas que con tanto agrado releemos una y otra vez.
Lo que el padre nos muestra es que, en los inicios de
la historia de nuestra familia, no está el hombre, sino Dios, no un capricho
humano, sino un plan y deseos del Padre bueno, el Dios Trino e infinito que
miró la pequeñez de esta grey, el hombre, pequeña creatura trató siempre de
interpretar con profundo respeto los planes grandes y bondadosos de Dios y
sumarse a ellos.
Desde aquel tiempo se ha hecho costumbre entre
nosotros preguntarnos frente a cada circunstancia y acontecimiento ¿qué quiere
Dios con esto? ¿A dónde apunta el plan de la Divina Providencia? Y habrá una
respuesta para la comunidad, habrá una respuesta que debemos asumir como curso
iluminadas por nuestro ideal y una respuesta que debemos dar en forma muy
personal cada una de nosotras.
Tenemos como federadas una misión, ardemos por la
misión del padre y la fe en esta misión y en el entusiasmo por ella es parte de
la esencia de lo que somos como cristianas como esposas y como madres.
Como san Pablo queremos decir MISSUS SUM (He sido
enviado) o como los primeros cristianos que tenían un convencimiento tan
profundo de su misión que siendo muy pocos tenían la audacia de decir “somos el
alma del mundo”.
Cuando hablamos de nuestra misión como federadas no
hablamos de algo que se ha decidido en un escritorio o de algo elucubrado en la
mente de una persona, o en el chat GP… hablamos de la misión que Dios nos dio.
No es una fantasía, no es una locura, ni pretensión
humana, lo comprobamos al ver la pequeñez de los instrumentos, la enormidad de
los problemas y los éxitos obtenidos.
Nosotras cultivamos nuestra fe en la misión a través
de la fe práctica en la Divina Providencia, una fe simple, sencilla, concreta y
casera. Se trata de una fe capaz de vencer al mundo y triunfar en la vida.
Dios es un Dios de fidelidad y no quebrantará la
alianza de amor que selló con nosotras hace ya tantos años, nosotras sus hijas
fieles, queremos devolver fidelidad por fidelidad, amor por amor, por eso
queremos esforzarnos cada día en mantener nuestra fidelidad a él con una
actitud creyente y dócil, con prudencia y absoluta libertad, la verdadera
libertad de los hijos de Dios, como nos la previvió nuestro padre y fundador.
Así nos encaminamos hacia el futuro con absoluta confianza y seguras de la
victoria porque nos asegura nuestro padre: “nuestra historia futura será una
incomparable marcha triunfal del poder la bondad y la fidelidad Divina”.
La hija no es nada, el Padre es todo y cada día nos
ofrecemos con lucidez, libertad y magnanimidad cómo instrumentos en Cristo para
la construcción del reino mariano del Padre, como apóstoles de su amor y
misericordia para amarlo y servirlo allí donde él nos pida y enseñar a otros a
hacer lo mismo. Porque somos apóstoles de apóstoles y nos tenemos la una a la
otra en una alianza de amor eterno.
Busquemos en nuestra historia comunitaria y personal
a la hija fiel, alma y corazón que arde por la misión del Padre, ella nos
mostrará el símbolo que ondeará en nuestra bandera. Ella será el estandarte que
no sólo guiará el camino, sino que nos mostrará también la meta.
Porqué es ese el ideal de mujer que Dios quiere
regalar a través de la federación de madres a este confuso mundo actual, a cada
mujer y a cada familia.
Que arda siempre el fuego de la misión, así como lo
vemos en María, así como lo vimos arder en las madres que construyeron la
federación, algunas de las cuales ya nos precedieron y la siguen viviendo ahora
de forma más plena en el Schoenstatt eterno. Para cada una de ellas tenemos
gratitud, ellas hicieron su aporte, algunas habrán levantado una pared y
construido grandes muros en la catedral de nuestra comunidad, otras habrán
aportado apenas uno o dos ladrillos, ¡pero cada aporte ha sido valioso y lo
agradecemos! Hoy nos toca a nosotras, las nuevas generaciones, continuar
edificando sobre el maravilloso legado de nuestras madres mayores.
Nos toca a las más jóvenes conocer y hacer nuestro su
camino y sus aportes, porque ellas pusieron los cimientos de esta maravillosa
comunidad y gestaron las herramientas que hoy nosotras utilizamos. La vida
sigue su curso y queremos tomar esas herramientas que nos legaron para
continuar con la misión que el padre nos dejó. El futuro nos espera y el
presente es del mayor regalo, despierten y despiértense mutuamente.
La Santísima Virgen, la querida madre de Dios, nos
guía y acompaña por eso como los primeros queremos decirle:
M. Gabriela Heinecke de Bernasconi
Jefa Territorial
Federación de Madres Argentina