Schoenstatt – 20 de agosto 2019
¡Hermanas y hermanos en Cristo y en la Alianza
de Amor!
La homilía de hoy la ha preparado para nosotros
el Padre Alejandro Blanco de La Plata, quien fuera durante un largo periodo
presidente de la Región de la Federación de Presbíteros en Argentina. Es Profesor
de Filosofía y trabaja en Pastoral carcelaria con personas privadas de
libertad.
En este momento no está con nosotros, sino que
permanece en su casa en reposo pues está enfermo.
Vamos a leer la homilía en diferentes lenguas.
Espero que todos tengamos a mano el texto, cada uno en su propia lengua, para
poder compartir la lectura.
Querida familia de Schoenstatt:
Quisiéramos iniciar la reflexión de hoy a partir
de la experiencia compartida entre los presbíteros de nuestra comunidad de
federación, que nos llevó largo tiempo hasta
este momento anhelado por todos nosotros.
Hoy, a 100 años de la fundación de la primera
Federación Apostólica de Schönstatt, los sacerdotes de las diversas regiones de
la Federación en el mundo hemos decidido formalmente, oficialmente, fundar la
Federación Internacional de Sacerdotes de Schönstatt. Esto fue hace unas horas
en el Santuario Original. Algunos de ustedes han sido testigos presenciales de
este acontecimiento.
Para este acontecimiento nos hemos venido
preparando en un largo proceso de más de 10 años, vinculando nuestras regiones,
conociendo nuestros territorios, compartiendo la vida y el trabajo real de
nuestra gente en los distintos pueblos del mundo donde actúan nuestros
sacerdotes de federación.
Fue un trabajo apasionante el de aprender a
conocernos, respetarnos, valorarnos en nuestras diferencias, esperarnos en
nuestros tiempos. Hemos conocido nuestras diversas costumbres, hemos
contemplado nuestros diversos paisajes, nuestros diversos modos de vida.
En fin, hemos experimentado la acción del
Espíritu Santo que ha forjado entre nosotros una comunión que no tiene que ver
con técnicas de integración, con dinámicas, con recursos didácticos para
lograrla. Ni siquiera con la opción por una lengua común para poder
comunicarnos. La comunión lograda es otra cosa. Se trató de aprender a abrir el
corazón para acoger al otro en su real diversidad. Esto fue ante todo una
gracia, una irrupción del Espíritu Santo.
***
En Argentina, en torno al jubileo de Hoerde,
apareció una hermosa idea que inspiró la vida en este tiempo. Se formuló de
esta manera: "Hoerde, Pentecostés de la Alianza de Amor". No es
casual que en la casa de nuestra Federación de Presbíteros, nuestra querida
Marienau, la escena de un hermoso Pentecostés -con María y los Apóstoles-
presida la capilla. Es que eso ha sido desde el comienzo la Federación
Apostólica. La irrupción del Espíritu Santo que 5 años después de ese hecho
íntimo, acontecido en el silencio de la pequeña capillita de la congregación
Mariana, se abrió a todos los hombres y mujeres, floreció en un movimiento,
caracterizado por la comunión en la diversidad de nacionalidades, de estados de
vida. En síntesis, Hoerde marca el comienzo de este Pentecostés que se
expandirá en toda nuestra obra de Schoenstatt en el mundo, en todos nuestros
santuarios enraizados profundamente en los pueblos dónde han ido surgiendo.
La humanidad debe terminar de descubrir -
naturalmente esto que digo, visto desde una perspectiva teológica cristiana –
que, según leyes que se inspiran en el misterio trinitario, en la dialéctica
del amor la diversidad no es aquello que nos aleja y nos separa sino lo que nos
hace entrar en comunión, Cuanto más afirmación y cuidado de la diversidad,
mayor comunión, mayor unidad. Es la ley de la vida trinitaria. Lo hemos
experimentado como una gracia del Espíritu Santo en este proceso de más de 10
años que antecedió a este momento fundacional.
Desde el comienzo creímos que la norma
fundamental para el desarrollo de nuestra comunidad debía ser la de caminar un
largo proceso hasta lograr que las autonomías regionales, lograda cierta
identidad propia, cierta madurez comunitaria local, pudieran constituirse cada
una como una federación autónoma propia. Y que el desarrollo de estos diversos
polos autónomos, originales, en algún momento se encaminarían hacia la
constitución de una federación internacional, agremiándose entre todos por
decisión autónoma de las partes.
Tenemos la convicción de que este modo original
de organizarnos internacionalmente es en realidad una misión fundamental hacia
la Iglesia en primer lugar y también hacia las diversas estructuras sociopolíticas
de la actualidad.
La Iglesia necesita "sinodalizarse".
Como bien sabemos el Papa Francisco ha insistido mucho en este aspecto, pero
naturalmente no puede hacer las cosas él solo. Sinodalizarse significa aprender
a caminar juntos enriqueciéndose y cuidando la diversidad cultural. Por eso la
Iglesia debe desromanizarse, deseuropeizarse. Lo que no significa negar los
valores de la tradición romana y europea, sino integrarlos en el marco de un
mundo culturalmente plural, que fomenta diversos procesos de inculturación.
En este sentido la Federación de Presbíteros ha
querido ser y quiere seguir siendo aún más un laboratorio donde podamos
experimentar esa sinodalidad.
Naturalmente el objetivo que compartimos es el
mismo. En los tiempos de la fundación de la Federación se calificó este
objetivo con la palabra "apostolado", “federación apostólica”: esto
marca el fin claramente.
Pero en 1919 la Iglesia aún se encontraba en un
proceso de despertar a la conciencia de que el apostolado no era el oficio exclusivo
de los clérigos, sino la tarea propia de todo cristiano. Esa conciencia se fue
despertando lentamente y es justamente en el momento en que nace la federación
apostólica en que esa conciencia de apostolado universal comienza a extenderse,
sobre todo despertando al laicado.
Es necesario recordar que la Iglesia de 1919 no
es la Iglesia del Pos Concilio Vaticano Segundo. La Iglesia ya no se define en
primer lugar como la sociedad de los fieles bautizados. "La Iglesia es
como un Sacramento, es decir, un signo e instrumento de la comunión de los
hombres con Dios y de los hombres entre sí", dice claramente Lumen
Gentium.
Hoy toda la iglesia tiene clara conciencia de
que la tarea evangelizadora es propia de toda la Iglesia, de cada cristiano,
como dice Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: "la Iglesia existe para
evangelizar".
Por eso podemos decir que la conciencia
evangelizadora, la conciencia apostólica ya es patrimonio de toda la Iglesia.
Lo original y propio de la federación apostólica
no es entonces que sea "apostólica", porque eso es propio de toda la
iglesia. La liga es apostólica por antonomasia en nuestra Familia, los
institutos son apostólicos en Schoenstatt. No podemos concebir un cristiano que
no sea un agente evangelizador.
Lo propio y original de la federación apostólica
es que plantea la tarea evangelizadora - el apostolado- en la forma de una red
internacional, intercultural, que no impone una cultura - la europea, la
occidental - para transportar el evangelio, sino que se deja enriquecer por las
diversas formas en que el evangelio se incultura en las diversas culturas del
mundo.
Esa red cuida la originalidad y la diversidad
como condición de la comunión y la unidad y se compromete en el difícil
esfuerzo de caminar juntos. No arreados como ganado, desde una dirección, un
estilo y unos hábitos impuestos por unos pocos. Este no es el "hombre
libre" que el Padre Kentenich se esforzó en educar. Ese más bien es el "hombre del rebaño" al
decir del filósofo Nietzsche.
Caminar juntos es entrenarnos pacientemente en
el ejercicio de disentir, consentir, conceder y consensuar. Cultivando siempre
el espíritu, como nos enseñó el padre fundador, que es la garantía de que
nuestros corazones estén abiertos a la valoración de la originalidad del otro.
Creo que en este aniversario de Hoerde, en el
cual providencialmente estamos fundando la Federación Internacional de
Presbíteros, la Mater espera de nuestra federación y de las federaciones en
común en Schoenstatt tres tareas claras:
***
1- Comencemos con nuestra tarea tradicional
hacia adentro de la familia de Schoenstatt. Debemos seguir cumpliendo nuestra
función de pars motrix. Pero
¡atención! Esto no significa puramente competir con la liga o con los
institutos en nuestro "grado" de apostolado, algo así como si de un
federado pudiera decirse que tiene que ser más apostólico que un miembro de la
liga; esto es una mala comprensión de nuestra tarea específica. Todos,
absolutamente todos, debemos ser fecundos en nuestra tarea como agentes
evangelizadores, ninguno de ninguna comunidad, de ninguna organización en
Schoenstatt, tampoco en la Iglesia en general debe sentirse eximido de la tarea
de ser un agente evangelizador en el máximo grado posible.
Por tanto, nuestra tarea como pars motrix no es ser más apostólicos,
hacer más cosas que los demás, sino cuidar lo específico de nuestra vocación
federativa, es decir, cuidar que toda la Obra viva como una gran federación,
que toda la Obra sea una gran red, que cuida y cultiva la comunión en la
originalidad y la diversidad. Esta es la tarea propia y específica de las
Federaciones hacia el interior de nuestra Familia.
Las federaciones tienen que ser garantía de
comunión en la diversidad en el seno de la obra de Schoenstatt. Evitando dos
extremos. Por un lado la imposición uniforme de un estilo, de una conducta por
parte de un órgano central que se excede en su función. Y por otro lado la
disgregación total, la falta de comunión. No ya el caminar juntos -la
sinodalidad- sino el caminar separados, la dispersión, la disgregación, que nos
ha hecho sufrir tanto en la Iglesia. Ese debería ser el arte que practiquemos
las federaciones hacia dentro de la Obra de Schoenstatt: Cuidar la comunión en
la diversidad de la originalidad de cada persona, de cada región, de cada pueblo.
***
2-La segunda tarea me parece más bien orientada
hacia la Iglesia: la iglesia debe continuar en un proceso de
"sinodalización", superando la imposición de un estilo, el romano, el
europeo. En este sentido hay mucho oropel aún que quitar en la liturgia y en
las costumbres en general en la Iglesia. Hay muchos hábitos que corregir
especialmente en el clero. No solamente el horror del abuso sexual, sino todas
las formas del abuso, comenzando por el autoritarismo y el abuso en el uso de
los bienes, en la acumulación desmedida por parte de la jerarquía eclesiástica.
Se trata de formas de vida principescas que no se corresponden al estilo del
Evangelio y que ni siquiera corresponden a la época en la que vivimos.
El autoritarismo merece un capítulo aparte porque
en buena medida la lucha del Padre Kentenich librada dentro de la Iglesia tiene
que ver con la defensa del respeto a la libertad y a la dignidad de la persona.
El Padre Kentenich fue especialmente sensible
frente al avasallamiento de la libertad individual. Supo escuchar la voz de
Dios en los deseos interiores más libres y nobles de las personas. Lo que marca
su grado de valoración de la libertad como camino para el cumplimiento de los
deseos de Dios. Las voces del alma, así como las voces del tiempo son el medio
para el discernimiento de la voluntad divina. No menos que el orden del ser.
En esta concepción de la libertad personal como
camino para la realización de los deseos de Dios hay un aporte novedoso en la
enseñanza del Padre Kentenich, que tiene que ser aún profundizado por nosotros
sus discípulos y reconocido en la Iglesia. Su concepción particular de la
libertad es el acta de defunción de la vieja regla: "el que obedece nunca
se equivoca."
En el ámbito de nuestra Federación de
Presbíteros en Argentina hemos denominado esta concepción kentenijiana de la
libertad como "libertad profética".
Con esto el P. Kentenich abre camino a una
obediencia del corazón que va incluso más allá de la obediencia al superior. Se
trata de aquella ley escrita en los corazones de la que habla Pablo, la
conciencia (Romanos 2:15), lo que le permite a Pedro proclamar: "Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29).
Lo novedoso del P. Kentenich, es que "con
la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios" establece
un delicado equilibrio entre las voces del alma, del tiempo y del ser.
El orden del ser quedó prisionero de un
laberinto de preceptos morales y jurídicos. Tal como ya advierte Pablo:
"La letra mata, el espíritu da vida" (2Corintios 3:6).
Esto constituyó un empobrecimiento de lo que el
concepto de "orden del ser" significa. Tal hecho sucedió porque las
voces del tiempo y las voces del alma fueron sencillamente ignoradas o, al
menos, tenidas por menos importantes que el orden del ser en el discernimiento
de la voluntad divina.
La "libertad profética", por el
contrario, busca un equilibrio entre los tres factores para reconocer el deseo
de Dios (discernimiento) y a través de ello tomar decisiones.
Si nosotros somos incapaces de lograr esto,
porque no hemos aprendido a educarnos a nosotros mismos como personalidades
libres, bajo la protección de María (lo que constituye la gracia de nuestro
Santuario), entonces es porque permanecemos en la antigua orilla del tiempo.
El Padre Kentenich introduce el factor
"tiempo": es decir, Dios habla en los largos procesos de vida de las
personas, de las comunidades y de las culturas.
E introduce el factor "alma": Dios
habla en
los deseos íntimos, libres y nobles de las personas. De modo tal que, cuando
una persona hace lo que quiere íntimamente, desde su libertad, ennoblecida y
educada, hace efectivamente lo que Dios quiere. Pero esa libertad exige a veces
cruzar límites audaces, extremos, tal como el Padre Kentenich lo hizo en Dachau
o en Milwaukee.
El Papa Francisco ha hablado claro y mucho sobre
la superación del "clericalismo" como enfermedad en la iglesia. Hay
hábitos que no son genuina tradición sino, por decirlo con una expresión del
célebre Romano Guardini, se trata simplemente de "barrer el polvo de la
costumbre" que se nos ha ido pegando.
Debemos abrirnos a las formas diversas,
creativas, en las que las culturas reciben el Evangelio de Jesucristo.
Es imperativo para nosotros, federados y
schoenstattianos en general, la participación en toda iniciativa, en todo
esfuerzo internacional o regional, que esté orientado a integrar la diversidad
en una unidad eclesial pluriforme, tal como lo pide el Papa Francisco.
***
3-El tercer desafío que enfrentamos es ofrecer
nuestro modelo de integración internacional a la cultura en general, al momento
presente social y político en el que vivimos.
El mundo camina hoy en una cornisa peligrosa.
Hay un regreso de los nacionalismos disgregantes de toda comunión entre los
pueblos. Se afianzan los muros, se desprecia al migrante, al diferente. Junto a
ello reaparecen expresiones xenófobas, que creíamos haber superado.
Lo más preocupante de todo esto es el
escepticismo del ciudadano medio, que descree de la eficacia de las
instituciones orientadas a la integración de las culturas y de los pueblos.
La declaración universal de los Derechos
Humanos, las Naciones Unidas, los esfuerzos por crear organismos de integración
regional que respeten la dignidad y la soberanía de sus miembros, en fin, la
democracia moderna, son banderas que no estamos dispuestos a entregar. No somos
un movimiento indiferente a estos valores, verdaderas conquistas de la
modernidad.
El alto grado de consideración que el Padre
Kentenich tiene por la libertad y la dignidad del individuo, de la persona
humana, no nos permite ser indiferentes frente a la caída de estos valores en
una pseudo posmodernidad.
No somos un movimiento pietista. Tampoco somos
monárquicos. Definitivamente no lo somos. No es esa la escuela kentenijiana. No
descreemos de la autoridad, pero la ejercemos democráticamente. No somos
anarquistas, pero mucho menos monárquicos.
En la coyuntura del mundo en el cual vivimos,
estás banderas pertenecen a Schoenstatt y las Federaciones debemos ser
especiales custodios de ellas.
Prof. Dr. Alejandro Blanco Araujo
La Plata, Argentina.
P.: Unidos
en acción de gracias presentamos nuestras peticiones ante
Dios, nuestro Padre Bueno
Te damos gracias por la Alianza que has hecho con Abraham y sus
descendientes, renovada en Cristo, y que recibió una forma nueva y
original en la Alianza de Schoenstatt. Fortalece a tu Iglesia y a
todos los cristianos del mundo entero en la Alianza contigo y con los
hermanos. Oremos … Con María, Padre, te lo pedimos
Contemplamos con alegría al Santo Padre, el Papa Francisco, y a su
manera de comprender y presentar la vida cristiana. Acompáñalo en su
servicio a la Iglesia y a los pueblos, especialmente a los pobres y a
los que sufren.
En nuestro Padre y Fundador, José Kentenich, nos has dado un
testimonio vivo de la Alianza. Haz que todas nuestras Comunidades de
la Familia Internacional de Schoenstatt, especialmente nuestras
Comunidades de Federación, sean hoy testigos creíbles de la Alianza.
En una época en la que muchos estados siguen su propio camino y
quieren disolver alianzas ya establecidas, te agradecemos haber sido
conducidos por el camino de la Alianza. Despierta en los dirigentes de
los pueblos el espíritu de comunión y de alianza y fortalece todos los
esfuerzos por la unidad y la paz.
La Federación Apostólica de Schoenstatt lleva en su corazón la alegría
y la esperanza, el dolor y los temores de la humanidad. Fortalece a la
Federación en sus diversas comunidades para que a través nuestro se
convierta en una bendición para la Iglesia y el mundo.
En un instante de silencio presentamos nuestras peticiones personales
ante nuestro Padre Celestial (20 seg)
Con gratitud recordamos a todos los que fueron construyendo la
Federación antes que nosotros y la fortalecieron con sus sacrificios,
oraciones, vidas y trabajo. Dales la plenitud de la Vida en tu Reino.
P.: Padre Bueno, te lo pedimos confiando en la Alianza que tu Hijo Jesucristo selló con su Vida. Por medio de él, nuestro hermano y Señor, seas alabado y glorificado por los siglos de los siglos.
Dios, nuestro Padre Bueno
Te damos gracias por la Alianza que has hecho con Abraham y sus
descendientes, renovada en Cristo, y que recibió una forma nueva y
original en la Alianza de Schoenstatt. Fortalece a tu Iglesia y a
todos los cristianos del mundo entero en la Alianza contigo y con los
hermanos. Oremos … Con María, Padre, te lo pedimos
Contemplamos con alegría al Santo Padre, el Papa Francisco, y a su
manera de comprender y presentar la vida cristiana. Acompáñalo en su
servicio a la Iglesia y a los pueblos, especialmente a los pobres y a
los que sufren.
En nuestro Padre y Fundador, José Kentenich, nos has dado un
testimonio vivo de la Alianza. Haz que todas nuestras Comunidades de
la Familia Internacional de Schoenstatt, especialmente nuestras
Comunidades de Federación, sean hoy testigos creíbles de la Alianza.
En una época en la que muchos estados siguen su propio camino y
quieren disolver alianzas ya establecidas, te agradecemos haber sido
conducidos por el camino de la Alianza. Despierta en los dirigentes de
los pueblos el espíritu de comunión y de alianza y fortalece todos los
esfuerzos por la unidad y la paz.
La Federación Apostólica de Schoenstatt lleva en su corazón la alegría
y la esperanza, el dolor y los temores de la humanidad. Fortalece a la
Federación en sus diversas comunidades para que a través nuestro se
convierta en una bendición para la Iglesia y el mundo.
En un instante de silencio presentamos nuestras peticiones personales
ante nuestro Padre Celestial (20 seg)
Con gratitud recordamos a todos los que fueron construyendo la
Federación antes que nosotros y la fortalecieron con sus sacrificios,
oraciones, vidas y trabajo. Dales la plenitud de la Vida en tu Reino.
P.: Padre Bueno, te lo pedimos confiando en la Alianza que tu Hijo Jesucristo selló con su Vida. Por medio de él, nuestro hermano y Señor, seas alabado y glorificado por los siglos de los siglos.
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