La Virgen fiel
N° 200 - 01 de enero
de 2018
Padre Nicolás
Schwizer
1. Sin duda,
hemos escuchado mucho sobre la crisis de fidelidad y sobre lo que es la
verdadera fidelidad, la que se espera de un cristiano. Pero la pregunta es, si
estas explicaciones nos han alcanzado íntimamente, si nos han llegado al
corazón.
Lo que nos
falta, tal vez, es una síntesis vital y vivida de lo que hemos escuchado. Lo
que nos falta es un modelo, un ejemplo de fidelidad que nos arrastre.
Así queremos
también nosotros experimentar y palpar la fidelidad en una persona concreta. Y
esta persona, modelo de la fidelidad humana, es María: la
Virgen fiel.
2. Fidelidad
y amor siempre van juntos, se corresponden. Porque el amor es el alma de la
fidelidad. Fidelidad sin amor es terquedad. Y el amor que no es fiel, no es un
amor auténtico, ya que no es duradero.
3. ¿Cuál es
el primer amor de María? El Evangelio de la Anunciación nos hace
ver la hora que cambia la vida de María, y que cambia la historia del mundo.
Dios le pide ser Madre de su Hijo. Y en este momento nace su primer amor, el
gran amor de toda su vida: el amor a su Hijo Jesucristo. Decidida y alegremente
acepta su nueva misión, diciendo su: “Fiat, Hágase en mí según tu palabra”.
Sabe que su
FIAT no es el “Sí” de una hora, sino el sí de toda una vida. De ahora en adelante, todo su amor, su entrega y su fidelidad dedicará
a su Hijo. Y empieza una inseparable bi‑unidad entre María y su Hijo. Ella está
con Él, como compañera y colaboradora, en los grandes momentos de la historia
de salvación, desde la Encarnación hasta su Asunción.
4. El don de su
primer amor tiene que probarse en la vida. No es un don acabado, es un don que
María tiene que ir conquistando cada vez más perfectamente. Porque la verdadera
fidelidad es la fidelidad probada y acrisolada, la que perdura las tormentas de
la vida.
Y la fidelidad
a su primer amor sufre ya muy pronto duras pruebas. En primer lugar su
situación difícil frente a su prometido José, a quien no puede explicar lo que
le ha pasado. Después el nacimiento de su Hijo en la soledad y en la miseria.
Y como primer
resultado del nacimiento del Salvador, la matanza de los inocentes. Y María
tiene que huir de noche con su familia a tierras extrañas y vivir allá como
refugiados.
Y así siguen
las pruebas y exigencias de Dios durante más de treinta años. Y siempre de
nuevo, Ella repite, sin comprenderlo del todo, el Sí de la primera hora, el Sí
de su vocación y de su fidelidad.
5. Y entonces
llega la hora del Calvario. Ella está allí al pie de la cruz, casi sola. Los
demás han desaparecido, como suele suceder en la hora de prueba. Y en este
momento oscuro María da su último y definitivo FIAT. Y es éste el que cuenta
verdaderamente. Ella, en el Calvario, es Madre de verdad, porque se es
verdaderamente Madre sólo cuando se da todo. Y María entrega lo único que
tiene: su Hijo Jesús.
Y este momento
de entrega total, el Señor crucificado la elige, para entregarnos a su Madre a
nosotros como sus nuevos Hijos. Y desde entonces estamos incluidos en su primer
amor. Y como antes se ha dado enteramente a su Hijo Jesús, así entrega en
adelante todo su amor y su fidelidad a sus hijos en la gran familia de la
Iglesia.
La fidelidad a
la persona de Cristo tiende necesariamente a la fidelidad a la Iglesia, la
comunidad, la familia de Cristo.
6. Después
de la Ascensión del Señor, María empieza a actuar como Madre
de la Iglesia primitiva. Reúne a los apóstoles y primeros cristianos
en el Cenáculo e implora con ellos el Espíritu Santo.
Su misión de madre
de la Iglesia se hace más actual aún después de su Asunción. Ahora
puede cumplirla en toda su universalidad y profundidad: Puede ser plenamente
Madre para todos los suyos y darles a cada uno el amor, la ayuda y la
protección que necesitan.
Durante toda su
historia, la Iglesia ha experimentado este amor extraordinario y esta
fidelidad ilimitada de María. Por eso le tiene tanta confianza, respeto y
cariño a su Madre.
Pregunas para la reflexión
1. ¿He sido fiel como María en las pruebas de la
vida?
2. ¿Soy fiel en mi matrimonio?
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