miércoles, mayo 18, 2016

Carta de Alianza

18 de Mayo 2016

Queridos hermanos:

Estamos cerca de la fiesta del Bicentenario y anhelamos que ella nos ayude a crecer en diálogo, en consenso y comunión. No será nada fácil: “Somos un país de opositores” decía Sábato. Viene bien, también en esta ocasión, hacer nuestra la súplica de Jesús: “Que todos sean uno como tú. Padre, estás en mí y yo en ti; que ellos sean uno en nosotros” (Jn 17,20).
"Misericordiosos como el Padre, salgamos al encuentro” es nuestra manera de aportar a este evento. Cada uno podrá hacerlo de acuerdo a su misión. La Campaña del Rosario lo concreta a través de sus “modalidades”: peregrina de la cárcel, de los bebés en riesgo, de los no-videntes, de la salud, de los discapacitados, de los ancianos, etc. La Pastoral social de Schoenstatt da una mano en las cáceles, en hospitales, colegios, etc. En algunos Centros del Movimiento hay actividades solidarias: “Caritas de La Loma” en Paraná, “María Solidaria” en Tucumán, “El Hogar de María” en Mar del Plata, para mencionar solo algunos. La juventud aporta con el cambio y la renovación de las estructuras; la familia, con una pastoral que parte de los vínculos y se esfuerza por ser fundamento y corona.
A la Argentina hoy, a los 200 años de su Independencia, le preocupa el desempleo, la inseguridad, la pobreza (que ha crecido y genera desigualdades), la drogadicción, la inflación... Pero más allá de estas realidades -¡tan serias!-  le preocupa el tejido humano y familiar: la persona inserta en una realidad que le ayude crecer en libertad y no la esclavice. Schoenstatt quiere dar un aporte desde sus Santuarios: acompañar a las familias para que realicen la “utopía santa”, que describe tan bellamente el Papa Francisco en Amoris Laetitae.
En esta CARTA DE ALIANZA, mirando el Bicentenario, los invito a abrir el corazón para ir creando el clima de comunión e inclusión que precisamos. También los afectos son fundamentales a la hora de generar un clima. Se trata de un aprendizaje: aprender a expresar sentimientos como la gratitud, la amistad, el amor; hacerlo con palabras afables y sinceras. El lenguaje puede ser -al decir de Saint Exupéry- la fuente de los malos entendidos, pero puede ser también un vehículo de comunión.
Cuando los afectos se expresan bien, generan lazos de comunión, ayudan a la interacción y dan fuerza. De lo contrario destruyen. Sentimientos mal habidos, como los chismes, las maledicencias, las envidias y rencores, las palabras desconsideradas, agresivas o irónicas, son fuente de separación. No suman. Hay que olvidarlas. En la vida todo se multiplica: el cariño se multiplica; el rencor y la lejanía también.
El Bicentenario es una excelente oportunidad para salir al encuentro y crecer en una cultura de la inclusión: actitudes y valores que se aplican a la forma de relacionarse. La cultura del encuentro crea una comunidad que acoge y estimula, donde cada uno se siente valorado no porque lo que hace y tiene, sino por lo que es. Hay que quererse con el corazón, reconciliarse siempre y valorarse como hermano.
Hace 70 años el Fundador de Schoenstatt decía las siguientes palabras: “Si bien somos un pequeño grupo, asumimos una seria responsabilidad: el serio compromiso por el destino del mundo (de la patria), por la paz, el restablecimiento del orden social y por la reconquista de la dignidad de la persona. En esto no debería superarnos nadie.” (Semana de la Coronación, 1946).
Nos ayudará preguntarnos:
¿Cómo describiríamos el sueño de los congresales en Tucumán en 1816?
¿Qué sueños tengo yo al pensar hoy en nuestra patria?
¿Imaginas acciones inmediatas que pueden concretar este sueño, aunque sean pequeñas?
Les deseo un día de Alianza pleno de la presencia de nuestra Madre e imploro para cada uno de ustedes especialmente la gracia del envío y la fecundidad apostólica.

P. Guillermo Carmona

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