José Engling un hombre libre y magnánimo
Padre Nicolás Schwizer
N° 161 – 01 de octubre
de 2014
Como sabemos
libertad se entiende como capacidad de decidirse y capacidad de realizar lo
decidido.
Un joven que sabía decidirse por sí mismo. En una carta del año 1940, el
Padre Kentenich describe la capacidad de decisión: “El primer elemento consiste en la capacidad de decidirse con una
cierta independencia a favor o en contra de una cosa o determinación, a pesar
de la presión externa o dificultades interiores, a pesar del acoso del
sentimiento o de los instintos, a pesar de las angustias, de las
susceptibilidades personales y de las predisposiciones subconscientes y
negativas”.
Sobre todo a los jóvenes les cuesta una
barbaridad, como todos sabemos. El Padre es consciente que resulta difícil
educar al hombre actual para que pueda decidirse por sí mismo. Por eso su gran
preocupación de que los schoenstattianos aprendamos ese arte de la autodecisión.
En una oportunidad comentó: “Yo tengo
contacto con una cantidad innumerable de personas. Yo apuesto de que si yo
dijera a algunos de ellos: váyanse al campo de concentración y déjense cortar
la cabeza, seguro de que se irían sin protestar. Pero si ellos mismos tienen
que tomar la decisión, no lo lograrán nunca”. Y agrega: “Cuán pocos son capaces de decidirse por sí
mismos, independientemente”.
Una excepción notable en esto fue José
Engling. Sabía decidirse por sí mismo de modo rápido y certero. Y cuando
descubrió una imperfección, aunque sea la más pequeña, decidió inmediatamente:
esto no vuelvo a hacer, cueste lo cueste. Y lo llevó a la práctica
consecuentemente, hasta el final de su vida.
Un joven que realizaba lo decidido. Capacidad de realización es “la capacidad de llevar a cabo con fuerza,
las decisiones tomadas a pesar de las dificultades y limitaciones”.
En este aspecto lo podemos iluminar, otra vez,
con el ejemplo preclaro de José Engling. El Padre Kentenich les había
sugerido que cada uno rezara una oración de noche personal, además de la
comunitaria.
De este modo quería asegurarla para fuera del
seminario. Y José Engling, como siempre muy receptivo, decidió llevar enseguida
a la práctica esa idea. Dormían todos juntos en una sala grande. A la noche,
José se arrodilló delante de su cama y rezó su oración personal. Y entonces
todo el mundo lo miraba y empezó a tomarle el pelo. Al día siguiente tanto José
como también los demás fueron a contarlo al Padre Kentenich.
A los jóvenes les dijo que le tomaran el pelo
nomás, así correspondía. Y a José le aconsejó: si quieres ser una personalidad
libre y firme, tienes que imponerte. Y no pasó mucho tiempo hasta que todo el
mundo siguió el ejemplo de José Engling.
Un joven magnánimo. Magnanimidad es la bondad del corazón que en todo momento hace lo más
posible para ser útil y complaciente para con los hermanos. El Padre habló
mucho de esa magnanimidad, de ese amor servicial y generoso. Y también nos dio
el ejemplo, por ejemplo cuando dice en el Acta de prefundación:
“Me pongo enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con
mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo,
les pertenece mi corazón). También la
Santificación de la vida diaria nos explica que “el verdadero amor se siente infeliz cuando
no puede ser útil, remediar, consolar, prodigar”.
Tendríamos que preguntarnos permanentemente:
¿cómo puedo servirles a mis hermanos? ¿Cómo puedo manifestarles mi grandeza de
corazón en concreto? El Ideal Personal de José Engling tendría que ser el lema
de todos nosotros: Omnibus omnia, ser
todo para todos. Y los que han de vivir la magnanimidad servicial en primer
lugar, son los jefes: “no he venido a ser
servido, sino a servir” (Mt 20,28), les dice el Señor.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Hemos conquistado la capacidad de decisión?
2. ¿Tenemos el valor de decidirnos libremente,
en situaciones difíciles, o en contra de lo que piensan los demás?
3. ¿Y qué hacemos para educarnos a nosotros
mismos y educar a nuestros hijos en ese campo?
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