martes, marzo 11, 2014

Reflexiones

Un artículo del Grupo Siempre Vida especial para reflexionar en Cuaresma      
                                    
GRUPO SIEMPRE VIDA
Año  07  - Nº  482
LA MALICIA DE LA IRONÍA

 “ Es  importante para cada uno de nosotros  abordar el tema sobre la malicia de la ironía, y sobre cómo esta conlleva en ocasiones una ofensa que atenta contra la sensibilidad de muchas personas. Estas ofensas pueden llevar al desaliento, pero también –desde una mirada esperanzadora- alentar a la paciencia y la mansedumbre, que colaboran en la comprensión y el perdón.
  Hay personas que tienen una especial habilidad para herir de palabra a sus familiares, conocidos, superiores o compañeros de trabajo. Con agudas ironías nos recuerdan un error del pasado, ponen ante nuestros ojos lo que hicimos o dejamos de hacer, denuncian nuestras actitudes, buscan la palabra y el gesto más venenoso para humillarnos.
  Al momento de la ofensa surgen sentimientos de defensa o deseos de revancha. Quisiéramos responder a la dureza con dureza, echar en cara a nuestro interlocutor los errores que también él ha cometido. Otras veces buscamos una defensa decidida, formulamos justificaciones más o menos buenas. No falta quien desea una fuga rápida: es difícil enfrentarse con quien una y otra vez nos ha humillado.
  No obstante, estas ocasiones son propicias para crecer en paciencia, humildad, comprensión y espíritu de perdón: Quizá nuestro interlocutor vive una situación difícil, y ha encontrado en mí una víctima en la que volcar sus penas. O tal vez busca mi bien, aunque le falte habilidad para decir las cosas con cariño. Es posible que no perciba mínimamente el daño que produce en mi sensibilidad: hay corazones que han perdido la capacidad de medir sus actos, con o sin culpa: dejemos el juicio a Dios.
  A quien sufre intensamente este tipo de situaciones queda la posibilidad de responder al mal con el bien, de preguntarse sinceramente para ver si no ha habido ocasiones en las que uno mismo ha caído en este tipo de actitudes agresivas hacia otros,
  Recibir una herida  puede llegar a ser, por desgracia, motivo para hundirse en el desaliento. Pero puede, si abrimos los ojos a la esperanza y descubrimos que Dios pide paciencia y mansedumbre a sus hijos, convertirse en motivo para avanzar hacia la comprensión y el perdón.
  Cada uno afronta este tipo de situaciones desde la propia libertad. Aprender a hacerlo bien nos permitirá vivir con mayor paz, llevará a una curación más rápida, aunque permanezca dentro un dolor que no acaba de apagarse. Entonces, seremos capaces de medir las palabras para dotarlas de la bondad y dulzura que quisiéramos para nosotros”.

EXTRACTADO POR: Mgtr. Mirna Fragano de Durán
AUTOR: Monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca.

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