Un artículo del Grupo Siempre Vida especial para reflexionar
en Cuaresma
GRUPO
SIEMPRE VIDA
Año 07 - Nº
482
LA MALICIA
DE LA IRONÍA
“ Es importante para cada uno de nosotros abordar el tema sobre la malicia de la
ironía, y sobre cómo esta conlleva en ocasiones una ofensa que atenta contra la
sensibilidad de muchas personas. Estas ofensas pueden llevar al desaliento, pero
también –desde una mirada esperanzadora- alentar a la paciencia y la
mansedumbre, que colaboran en la comprensión y el perdón.
Hay personas que
tienen una especial habilidad para herir de palabra a sus familiares,
conocidos, superiores o compañeros de trabajo. Con agudas ironías nos recuerdan
un error del pasado, ponen ante nuestros ojos lo que hicimos o dejamos de
hacer, denuncian nuestras actitudes, buscan la palabra y el gesto más venenoso
para humillarnos.
Al momento de la
ofensa surgen sentimientos de defensa o deseos de revancha. Quisiéramos
responder a la dureza con dureza, echar en cara a nuestro interlocutor los errores
que también él ha cometido. Otras veces buscamos una defensa decidida,
formulamos justificaciones más o menos buenas. No falta quien desea una fuga
rápida: es difícil enfrentarse con quien una y otra vez nos ha humillado.
No obstante, estas
ocasiones son propicias para crecer en paciencia, humildad, comprensión y
espíritu de perdón: Quizá nuestro interlocutor vive una situación difícil, y ha
encontrado en mí una víctima en la que volcar sus penas. O tal vez busca mi
bien, aunque le falte habilidad para decir las cosas con cariño. Es posible que
no perciba mínimamente el daño que produce en mi sensibilidad: hay corazones
que han perdido la capacidad de medir sus actos, con o sin culpa: dejemos el
juicio a Dios.
A quien sufre
intensamente este tipo de situaciones queda la posibilidad de responder al mal
con el bien, de preguntarse sinceramente para ver si no ha habido ocasiones en
las que uno mismo ha caído en este tipo de actitudes agresivas hacia otros,
Recibir una
herida puede llegar a ser, por
desgracia, motivo para hundirse en el desaliento. Pero puede, si abrimos los
ojos a la esperanza y descubrimos que Dios pide paciencia y mansedumbre a sus
hijos, convertirse en motivo para avanzar hacia la comprensión y el perdón.
Cada uno afronta
este tipo de situaciones desde la propia libertad. Aprender a hacerlo bien nos
permitirá vivir con mayor paz, llevará a una curación más rápida, aunque
permanezca dentro un dolor que no acaba de apagarse. Entonces, seremos capaces
de medir las palabras para dotarlas de la bondad y dulzura que quisiéramos para
nosotros”.
EXTRACTADO POR: Mgtr. Mirna Fragano de Durán
AUTOR: Monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca.
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