domingo, julio 18, 2010

Carta de Alianza - Julio 2010
Argentina, 18 de julio de 2010

Queridos hermanos en la Alianza:

En la fría tarde del 13 de julio una muchedumbre se convocó en la Plaza del Congreso Nacional en Buenos Aires, como también en Córdoba, Mendoza, Salta, Bariloche y varias ciudades más, para demostrar en favor del matrimonio varón y mujer y la familia. Católicos, evangélicos, judíos, musulmanes, de diversas religiones, agnósticos y no creyentes se acercaron para pedir a los legisladores que, sin dejar de atender las legítimas necesidades de las parejas del mismo sexo en cuanto a seguridad social, salud, herencia, etc. etc., escucharan las solicitudes de una inmensa mayoría que pedía mantener la institución matrimonio y la adopción de niños como lo establecía la legislación hasta ese momento vigente. En la madrugada del 15 de julio, después de una maratónica sesión de más de 12 horas, donde abundaron las exposiciones y pocos fueron los debates de fondo, fue sancionada en la cámara de senadores la ley de matrimonio para personas del mismo sexo. Ahora resta su promulgación, publicación y puesta en vigencia. Se trata de un cambio (¿daño?) de inimaginables consecuencias para la familia y la sociedad argentina.

1. Una realidad dolorosa. La ley es legal pero “carece de legitimidad social” (Mons. Delgado). Sólo basta leer los diarios y fijarse en la votación de esa noche: dos senadoras que habían adelantado su voto negativo fueron invitadas a acompañar a la Presidenta en su viaje a oriente; senadores que sufrieron fuertes presiones para que cambiaran su voto negativo a positivo; otros tres que estaban en contra del proyecto de ley se levantaron, e incomprensiblemente, se ausentaron al momento de la votación; otro, como ya es costumbre, faltó aparentemente a cambio de mejorar su situación procesal en varios juicios. Una ley que fue votada en estas condiciones es débil porque tiene origen dudoso, sospechado de trampa, presiones y mentiras. ¿No hubiera sido preferible esperar y después de un trabajo más sereno, de investigación, debate y diálogo, sacar una ley consensuada, que contemplara las necesidades de minorías y mayorías? Sólo 9 países en el mundo tienen esta ley, y en la mayoría de los casos ha sido fruto de años de trabajo. ¿Qué urgencia u oscuros intereses había para sacar esta ley en estas condiciones de “todo o nada”? Nuevamente nos cubre la sombra de la crispación, la confrontación y la desunión.

2. Buscando la voz de Dios en estos hechos. “Por todas partes se topa el cristiano actual con lo no cristiano… Ya no hay murallas chinas que separen el espacio físico y espiritual de las diversas cosmovisiones. Una cultura universal, como una inmensa red, abarca pueblos y naciones en forma creciente y casi incontenible. (…) Los valores propios y peculiares, a no ser que estén arraigados en un modo extraordinario, son barridos en un momento” (P. José Kentenich, “Desafíos para nuestro tiempo” Pág. 57). Estas palabras del P. Kentenich nos revelan el espíritu imperante. Somos un pueblo que se dice mayoritariamente católico pero es evidente que no hemos hecho del Evangelio nuestra norma de vida, somos un pueblo católico “de barniz”, como dice un amigo. Cuando éramos chicos la cultura y las normas sociales eran “cristianas”, era un ambiente cristiano por herencia y tradición; hoy vivimos en esa “cultura universal” que dice el P. Kentenich, secularista, consumista y hedonista que todo lo arrasa. En esta cultura con leyes, usos y costumbres plurales, diversos y hasta adversos a nuestra cosmovisión los creyentes somos, y seremos cada vez más, una minoría. En un mundo así ya no se podrá mantener en pie un “cristiano de barniz” ni subsistirá el cristiano por tradición sino el cristiano por convicción y decisión personal, aquel que sepa nadar contra la corriente. “Se trata de un cristiano que pone el acento en la opción personal, en la decisión personal lúcida. (…) Más que antes lo que ahora importa es educarse a sí mismo y a otros hacia la conquista de la verdadera libertad de los hijos de Dios. Es decir, educar en la capacidad de decidirse a sí mismo, responsable y concientemente, en el sentido de Dios, y de llevar a cabo esa decisión en forma consecuente y valiente a pesar de todos los obstáculos que se presenten en el camino” (Ibidem, Pág. 61). Éste y así es nuestro tiempo, distinto y desafiante; Dios nos ha puesto en él para que le imprimamos su rostro. Nuestro desafío es ser fieles y fuertes en la fe, el amor y la esperanza en Cristo.

3. ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo educar a nuestros hijos en el valor del matrimonio si en los colegios, la calle y televisión recibirán una versión contraria? se preguntan muchas familias en estos momentos. El P. Kentenich siempre recordaba que la verdad, la vida más fuerte es la que prevalece. Se trata de vivir nuestra vida matrimonial y familiar con decisión y convicción y hacerla atractiva para nosotros y para los demás. En el futuro, para nuestros hijos, ser cristianos y vivir una vida matrimonial y familiar ya no estará asegurado por leyes sino que será una elección personal por convicción, porque lo que experimentaron y vieron en la propia casa o en la casa de un amigo era bueno y positivo. Pero ¡atención! eso depende de cómo vivamos hoy nosotros nuestra vida familiar; depende de nuestra convicción hoy en el ideal del matrimonio y la familia; depende de nuestra coherencia de vida y de nuestra “densidad de vida interior” hoy. Algo así sucedió en los primeros tiempos del cristianismo: el argumento más convincente fue la natural irradiación de una vida auténtica. Por eso las palabras de Jesús a sus discípulos son tan válidas para nosotros en estos momentos cambiantes y confusos: "Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede esconder" (Mateo 5, 14). En este sentido quiero nombrar la fuerte experiencia de familia que hemos tenido los 1.200 participantes del Encuentro de Familias de Huerta Grande, Córdoba, el 9, 10 y 11 de julio. Todo un signo de vida y esperanza para nuestra Patria. La familia es cuna y comunidad de vida; es escuela de dignidad humana y el taller donde se forja el futuro de un pueblo; la familia es el mejor regalo para la vida del hombre. ¡De esta convicción vivimos, es nuestra fortaleza y nuestra misión!

Queridos hermanos, en Alianza con María caminemos seguros, confiados y llenos de esperanza; éste es nuestro tiempo, nuestro mejor tiempo; ¡aquí tenemos que trabajar!

Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición,

P. Javier

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