La Hna Regina llegó a Mendoza en el 1978 con mucho entusiasmo y fuerza. Ardía por la misión del padre. Poco a poco fue formando grupos en la Rama de Madres.
En el año 1987 invitó a varias madres, de San Martín y del Centro, que teníamos cierto compromiso y ansias de crecer, a fundar Federación de Madres en Argentina. Era contagiosa su alegría de poder cumplir su sueño: la Federación de Madres.
No sabíamos mucho en esa época, sólo que queríamos caminar con la Hna. Regina hacia la santidad de la vida diaria. Queríamos ser santas de la mano de la Mater.
Tanto el P. Antonio como la Hna Regina nos ayudaron para conquistar los medios ascéticos y la comunidad. Desde el comienzo nos mostraron el Horario Espiritual como camino de santidad y ejercieron una “suave violencia” en nuestra autoeducación.
A pesar de ser alemana se adaptó con mucha facilidad a nuestra idiosincrasia. Su personalidad y enfoque tuvieron un impacto muy importante en nosotras.
Si bien era muy exigente, al mismo tiempo era respetuosa, sonriente y cariñosa. Nos educó con firmeza y ternura. Era meticulosa, prolija en su persona y en su entorno. Estaba atenta a cada detalle y le daba mucha importancia a la estética, le gustaba que fuéramos a las reuniones bien arregladas y que pusiéramos las mesas lindas y con cosas ricas. Teníamos que ser sencillas y como María hacer todo para agradar a Dios. Valoraba la disciplina y el esfuerzo personal.
Se hizo querer mucho y nos dejó importantes enseñanzas. Era una persona muy especial y dedicada a su misión. Nos regaló el carisma del P.Kentenich, educándonos en la santidad de la vida diaria. Nos mostró la importancia de tener una vinculación personal con Dios y con la Mater a través de la Alianza de Amor.
Trabajó mucho por la unidad del curso, ya que éramos dos grupos, uno de San Martín y otro del centro, nos hizo comunidad y hoy vemos y agradecemos estos frutos
No medía el sacrificio para llevar la pedagogía de Schoenstatt a todos los grupos para hacer vida la palabra de Jesús y despertar el amor a nuestra Mater y al Santuario. Viajaba en ómnibus, invierno y verano, pero siempre llegaba a San Martin con una sonrisa.
Pudo acompañarnos durante los años de la Candidatura y hasta la Consagración Perpetua. Excelente educadora. Siempre buscó despertar lo mejor de cada una y nos estimulaba para seguir creciendo. Nos hacía sentir “únicas”.
Fue trasladada a Córdoba en 1997. Dejó su huella en nosotras y en la Diócesis. La recordamos con mucha gratitud y orgullo por haber crecido junto a ella.
Primer Curso
AMSO