CARTA DE ALIANZA
JULIO 2017
Queridos hermanos,
Celebramos este día de alianza
en el contexto de las vacaciones de invierno. Es bueno, cada tanto,
hacer un corte para salir
de la rutina, para compartir con la familia,
para comenzar o recomenzar
o como sugiere Mario Benedetti en su poema Pausa,
“contemplarse a sí mismo, sin la fruición cotidiana.”
El Génesis menciona
el “descanso de Dios”. También
nosotros lo precisamos: pausas que pueden ser creadoras y generan nuevas perspectivas.
Por eso los invito a tomarse unos momentos y hacer esos silencios.
Como en una partitura musical, los silencios marcan pausas necesarias –de
distinta duración- y permiten nuevo aliento.
Si queremos hacer de nuestra vida una linda sinfonía, es importante contar con
silencios creativos.
Desde nuestra mirada schoenstattiana podemos aprovechar esta “pausa”
para pensar cómo la Alianza me transforma. Y uno de estos aspectos donde ella
debe transformarnos es, a mi entender, en la conciencia de solidaridad.
La solidaridad es un valor moral, que impulsa a sentirnos
responsables del todo y de las partes en función del bien común; se funda en el amor, se teje con los vínculos
y el compromiso de cada uno, según el ejemplo de Jesús y de
María.
La historia de Schoenstatt descubrió la solidaridad en el tiempo de
Dachau y de Milwaukee: la “solidaridad de destinos” entre el Padre y la Familia
ayudó a su liberación y a la libertad interior de todos. Desde entonces fue
creciendo la conciencia de pertenecer a una misma familia espiritual. Las
diferencias -tan saludables- deben ayudar al amor y a la riqueza mutua. La
solidaridad es lo mejor que surgió en los momentos de crisis, porque miramos
aquello que nos une y reúne, y no tanto lo que provoca las tensiones, aunque
sean creadoras.
La solidaridad reviste dimensiones de gratuidad, de perdón, nos
ayuda a superar los individualismos y sectarismos. A veces la “federatividad”
puede jugarnos malas pasadas: acentuamos demasiado “mi” rama, “mi” grupo, sin interesarnos por lo demás. De allí que es sano
preguntarse cómo hemos vivido la solidaridad en este tiempo y cómo crecer en
ella. El director de orquesta Daniel Barenboim, argentino nacionalizado
español, israelí y palestino, creó una orquesta donde judíos, cristianos y
musulmanes se unieron superando sus diferencias. Una alquimia superior -la
música es para ellos lo que la Alianza para nosotros- hizo que vieran en el
otro un aliado, un prójimo.
Albert Schwitzer, a quien solía citar el Fundador, decía que “El propósito de la vida humana es servir y mostrar
compasión y voluntad de ayudar a los demás”.
Queridos hermanos, los invito a tratar de aprovechar toda ocasión
que se nos presente para convertirnos en seres humanos solidarios. Si estamos
atentos, encontraremos infinidad de oportunidades! ¡Felices vacaciones y
bendecido día de Alianza!
P. Guillermo Carmona