Queridos hermanos:
Cada 18 de octubre
celebramos la fiesta patronal de nuestro Santuario. La fecha nos recuerda su importancia y la posibilidad de reflexionar: ¿cuán valioso es para mí este lugar?
¿Qué encuentro allí?
¿Por qué vuelvo a él una y otra vez? En ese, nuestro lugar de
pertenencia, le rendimos homenaje a la Patrona y le expresamos nuestra gratitud
y alegría. El Santuario es el hogar espiritual, nos pertenece, es quizás lo más
hermoso y visible que tenemos y nos regala santo orgullo. Cada vez que llegamos
al Santuario experimentamos la presencia de una Madre; allí encontramos un
lugar donde nos sentimos bien, donde reflexionamos, donde pedimos, donde
ofrecemos dificultades y logros, alegrías y tristezas. Por eso meditamos el “Cántico al Terruño”
-los invito a hacerlo también
hoy- y afirmamos una y otra vez: “…es mi terruño, es mi tierra de Schoenstatt”.
A principios de este año,
el Papa Francisco pidió a la Iglesia "valorar pastoralmente" el rol
de los santuarios: "…caminar hacia
el santuario y participar en la espiritualidad expresada en estos lugares es un
acto de evangelización que merece ser valorado por su intenso valor
pastoral".
Y mientras peregrinamos al
Santuario y a las Ermitas -evocaciones del Santuario- a entregarle a la Mater
nuestros pedidos y ofrendas de amor, nos sumergimos en el “misterio del Santuario” que es memoria,
presencia y profecía.
1. Todo Santuario es “memoria” porque guarda el recuerdo del acto sagrado, donde la Virgen
decidió escuchar la petición creyente y fervorosa del P. Kentenich y
establecerse en el Santuario Original. Tanto nos ha
amado Dios, dice San Juan, que envió a su Hijo para que pusiera su morada en
medio nuestro. Y ese Hijo eligió a su Madre para que Ella estableciera su tienda en el Santuario. Él es, como tantas veces lo
repetía el P. Kentenich, una iniciativa divina, una irrupción de Dios en
nuestro mundo.
2. El Santuario es “presencia” y no sólo
recuerdo. “El Santuario es una antena permanente de la
Buena Nueva de nuestra salvación” (S. Juan Pablo II). Cuánto más nos
adentramos en el misterio del Santuario más surge el asombro ante las
maravillas que Dios hace allí. El Santuario es presencia constante de Dios en
la ciudad; y María, la celebrante silenciosa de ese misterio. Son lugares de
evangelización, ciudadelas de la fe, por un lado, “hospital de campaña” y al mismo tiempo, “facultad de medicina” (Papa Francisco).
Como peregrinos invitamos a muchos a compartir esta experiencia y llevarnos el
ardor apostólico, ese atrevimiento del amor, y la fortaleza de espíritu.
Un signo de todo esto es que desde nuestros Santuarios surgen propuestas vocacionales audaces, ya sea para
la vida consagrada o sacerdotal, ya sea para la santidad
en medio del mundo. María
invita a muchos a hacer propia su proclama: “Hágase en mí según tu palabra”, tu
voluntad. En la hondura del corazón mariano está el gozo de amar a Dios y
servir a los hermanos. “Nada es imposible
para Dios”.
3. El Santuario
es “profecía”. Nos alienta a invitar a mirar lo que aún no hemos
alcanzado: responder más
vivamente a los problemas de la
patria, superar la grieta social, la droga, acercarnos a los sin techo
y sin
amor, ayudar a los pobres y enfermos, superar la violencia familiar, apostar a
una política
honesta y preocupada por el bien
común.
El Santuario es profecía del cielo. No tenemos aquí la ciudad permanente. Toda tragedia humana nos aviva en la esperanza del lugar donde no
habrá dolor ni llanto, enfermedad ni muerte… sino alegría y paz, vida y
santidad (cfr. Apocalipsis). Cuando lleguemos allí, la promesa se hará
concreción; y allí estará Ella presente “hasta
la consumación perpetua de todos los elegidos” (Lumen Gentium, 62).
Tres símbolos nos pueden acompañar en
este día de gracia: la fuente, el faro y el foco. El Santuario es la fuente donde bebemos el agua pura y que
sacia nuestra fe; fuente que se halla -como nos dice el Apocalipsis- en medio del jardín; para nosotros, es el Jardín
de María. Pero el Santuario es también el faro que nos ilumina la meta: hacia allí
vamos, hacia la conquista del hombre nuevo en la comunidad nueva. Es, además,
el foco donde convergen los esfuerzos
y donde se reúnen las personas de las más diversas procedencias sociales,
culturales y políticas, con el único interés -el único foco- de dejarse
iluminar en el camino. Que esos potentes rayos luminosos nos regalen hoy la
dicha de sabernos amados por María y corresponderle: “Amo a los que me aman…
pruébenme con hechos que me aman”.
P. Guillermo Carmona
No hay comentarios.:
Publicar un comentario