Liberación de las
imperfecciones
y de lo peligroso
Padre Nicolás Schwizer
N° 192 - 01 de mayo de
2017
Deberíamos no sólo tratar de asegurar la salvación eterna, sino también,
crecer en un auténtico amor a Dios, de no ofenderlo en lo más mínimo.
Debemos evitar las
imperfecciones, que no son pecado propiamente dicho, y además evitar lo
peligroso, todo aquello que puede llevar al pecado.
1. Las imperfecciones.
Son sobre todo
aquellos actos que objetivamente serían pecados, pero subjetivamente no lo son.
No lo son, porque falta: o la clara noción (entendimiento) del pecado, o el
libre consentimiento (voluntad) para el pecado. Se dan entonces dos tipos de
imperfecciones: por descuido y por voluntad debilitada. Vamos a ver brevemente
los dos tipos, porque el camino de superación es diferente.
1.1 Imperfecciones por descuido. Se dan cuando en
el momento de cometerlas no soy consciente de ello, p.ej. cuando digo nombres
santos en vano, o cuando miento exagerando las cosas. Recién después me doy
cuenta de lo que hice. ¿Qué puedo hacer para superar este tipo de
imperfecciones?
Cuando descubro una
de estas fallas en mí, debo empezar una campaña de concientización, analizando
en qué momentos y oportunidades caigo y cultivar la actitud o el valor
contrario positivo. Lo que complica el asunto es que muchas veces detrás de
estos descuidos actúan sentimientos o afectos no encauzados ni purificados.
1.2
Imperfecciones por voluntad debilitada. La voluntad no logra evitar
o dominar las imperfecciones, p.ej. impaciencia, ira, depresión. Por lo
general, influyen entonces fuertemente los instintos, muchas veces incluso
desde la zona del subconsciente. No es suficiente luchar con la voluntad en
contra de estas imperfecciones.
Toda la vida instintiva y
subconsciente tiene que ser ordenada e integrada, para poder superar este tipo
de imperfecciones.
Importantes
para esta lucha son las motivaciones, tanto éticas (autodominio) como
religiosas (progreso espiritual, fecundidad apostólica, heroísmo).
Además
de la lucha ascética existe todavía un camino complementario para superar las
imperfecciones: el camino del amor. Se basa en la fuerza asemejadora y
transformadora del amor.
Recordemos
la frase de S. Agustín: “¡Ama a Dios y haz lo que quieras!” Es decir, el amor
nos protegerá del pecado y nos hará más conforme con Dios. En ese camino, la
liberación de las imperfecciones es una consecuencia, un fruto del amor. Al
crecer nuestro amor, crece también la integración de nuestras fuerzas
instintivas y afectivas. Estos dos caminos ‑ el amor y la lucha ascética ‑ han
de unirse entonces para lograr la liberación de las imperfecciones.
2. La liberación de lo peligroso.
El hombre puede
estar decidido a no pecar más. Pero a la vez está, tal vez, dispuesto o inclinado
a ir hasta el último límite de lo permitido. Con ello quiere pasar por alto,
consciente o inconscientemente, la atracción de los estímulos peligrosos Pero
cuando el anhelo humano se pone en movimiento tras algo, es difícil frenarlo
justo en el punto donde empieza el pecado.
Quien juega con
fuego, tarde o temprano se quema. La solución es, entonces, desistir de todo lo
peligroso sin excepción. En esa disposición a evitar todo lo peligroso consiste
un nuevo avance en la lucha contra el pecado. La voluntad de renunciar se
amplió. El hombre tiene que privarse de más cosas. El sacrificio se hace más
pesado. Pero los frutos de esa lucha también son mucho más grandes y duraderos.
Preguntas para la reflexión
1.
¿Soy consciente de mis imperfecciones?
2.
¿Acostumbro a jugar con fuego?
3.
¿Qué propósito podría tomar en este
campo?
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