sábado, junio 18, 2016

Carta de Alianza



18 JUNIO 2016

Queridos hermanos en la Alianza,

En estos días, mientras se está desarrollando el Congreso Eucarístico y estamos en las vísperas del Bicentenario de la Independencia, pienso en lo que en varias oportunidades dijo el P. Kentenich: hay que volver a la historia para entresacar de ella los lineamientos y enseñanzas que pueden servirnos para el hoy. Este 18 la Alianza con María se actualiza respondiendo a los signos del tiempo y con “el oído puesto en el corazón de Dios”. 

Esta fiesta del Bicentenario es un festejo de todos los argentinos y la historia nos recuerda a esos hombres que hace doscientos años vivieron el sueño de una Argentina libre, solidaria, unida y anclada en Dios. Aquellos próceres venían de distintos lugares y cada uno tenía su propio pensamiento y un sueño.

Un gran sueño es una visión que se instala en el corazón y nos moviliza desde adentro. A partir de ese momento, ese sueño nos acompaña siempre. Es un ideal de vida que quiere convertirse en una “vida ideal”. El sueño sigue vigente, pero para que no se “fosilice” hay que “re-crearlo” o “re-inventarlo”.

Reinventar el sueño presupone decidirse a cambiar. El cambio comienza en uno mismo. No depende de la Iglesia, del gobierno de turno ni de las circunstancias: depende de mí, de ti y de nosotros. “Sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo” decía Gandhi.

Reinventarse es poner el acento en lo que somos y no tanto en lo que hacemos. Es bueno valorar lo que hacemos pero es mucho más valioso acentuar lo que somos. Valorar lo que somos es saber reconocer y agradecer la patria que se nos ha regalado, sus luces y sombras, su esperanza. Si la amamos de verdad, la conciencia de haberla heredado nos motivará, nos cargará de energía para seguir buscando y potenciando lo mejor que guardamos, a veces muy latente, dentro de nosotros mismos. 

Para reinventarse es necesario superar las “creencias limitantes”, las que nos impiden creer que es posible el cambio. Limitantes son los miedos, el derrotismo, la comodidad, la resignación, la incapacidad de ir más allá, la soberbia. Todos tenemos estas creencias limitantes, los grandes intelectuales y también la gente de a pie, la de la calle. ¡Hay que quitar esos palos de la rueda para seguir andando por el buen sendero de la historia!

Reinventarnos como argentinos es no temer a equivocarnos: quien niega el error se niega al éxito. Las dificultades que nos duelen de la Argentina son prueba de cuánto la queremos. Los obstáculos no deberían ser frenos, sino estímulos para seguir creyendo. Disfrutemos también de lo que podemos aprender de los errores y no sólo de los éxitos.

Para reinventarse es preciso salir de la zona de confort. Todo lo que buscamos no está en lo que ya tenemos sino afuera. Esto exige “superación”. No deberíamos temer sentarnos en lo incómodo y difícil: aquello que nos exige salir de la comodidad. Presupuesto es olvidar las excusas -“somos así”, “la corrupción está en todos lados”- que no nos permiten soñar y hacer las cosas lo mejor posible.

Sólo reinventaremos la patria si lo hacemos con los valores éticos: la honestidad, la verdad, la solidaridad y el esfuerzo. Sin ética no hay futuro. A la persona sin ética le puede ir bien durante un tiempo, pero a la larga se le caerán sus falsos andamiajes y la catástrofe será enorme. La historia reciente de la Argentina, también la de estos días, es el mejor ejemplo de todo esto.

Para recrearse hay que seguir creyendo en las promesas. Cuando dejamos de hacerlo, la vulgaridad comienza a carcomer todos los sueños. Es sugerente preguntarse: ¿es esto lo que quiero? Y si no es esto lo que quiero, ¿qué es lo que realmente quiero? De ahí en más hay que ponerse manos a la obra.

Es bueno que el sueño no se lo alcance fácilmente. Tiene magia pero no es mágico. El cambio es orgánico -diría el Padre Fundador- es de adentro hacia afuera, es continuo, a veces más rápido, otras, más lento. Deberá nacer de la intimidad del corazón consagrado en Alianza con María: no por nada Ella es la Patrona de nuestra Patria. Hoy como ayer Ella le dice a Jesús: “Les falta vino”. Jesús no podrá negarse y nos regalará el vino fuerte de la Alianza. De esa forma la fiesta, la verdadera fiesta, no se acabará.


P. Guillermo Carmona  

viernes, junio 03, 2016

Mes del Sagrado Corazón


Editorial Mes de Junio -Schoenstatt - Buenos Aires

El corazón es el símbolo del amor y el centro original de la persona humana; es la fuente de nuestra personalidad, el espacio interior donde tomamos las decisiones más importantes y dónde actúa la misteriosa acción de la gracia.
En la tradición de la Iglesia, junio es el mes del Sagrado Corazón. El corazón de Cristo es expresión sensible de Aquél que nos espera para regalarnos el perdón y la ternura del Padre. En este año de la misericordia, y especialmente en este mes, podremos recurrir a Cristo para dejarnos saturar del amor que Él nos regala y poder así amar mejor al Padre y a los hermanos.
Celebrar el Corazón de Jesús es celebrar el amor y responder al amor amando. “El corazón habla al corazón”, afirmaba Juan Pablo II.
También -en la tradición de la Iglesia- el corazón de Cristo se celebra en conexión con el corazón de María. Dos corazones y un solo latido. Y una sola intención: la salvación de los hombres. Ambos corazones nos recuerdan el sacramento de amor salvífico del Padre: su infinita misericordia.
La liturgia nos recuerda que Jesús, “elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran sangre y agua, para que acercándonos al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber de las fuentes de la salvación”.
Quizás sea bueno rescatar en este mes aquella antigua jaculatoria que, sin embargo, no ha perdido actualidad: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío; dulce corazón de María, sé la salvación del alma mía”

P. Guillermo Carmona

miércoles, junio 01, 2016

Fechas importantes junio 2016

MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
01. Día Internacional del niño. Rezamos especialmente por los niños que viven en países en guerra.
03. San Juan XXIII
03. Sagrado Corazón de Jesús
04. Inmaculado Corazón de María
21. San Luis Gonzaga
21. Llegada del Padre Fundador a Milwaukee
24. Nacimiento San Juan Bautista
27. Fallecimiento de Don Joao Pozzobón
29.  San Pedro y San Pablo

Reflexiones

Madre de la santa esperanza

Padre Nicolás Schwizer
N° 181 - 01 de junio de 2016

El Concilio Vaticano II definió la Iglesia de hoy como un pueblo en marcha, un pueblo peregrino. Y la esperanza es la virtud de los caminantes. La esperanza resulta la virtud más olvidada de los cristianos, pero la más necesaria para ir por la ruta de la vida. Ella mantiene en pie el corazón de los cristianos. Y hoy necesitamos esa virtud en nuestra patria más que nunca, porque muchos hermanos han perdido la esperanza en un futuro mejor.

Mientras hay vida hay esperanza. Vivir es tener deseos, vivir es anhelar algo y luchar para alcanzarlo. Siempre estamos esperando alguna cosa: el ascenso en el trabajo, ampliar la casa, un televisor más grande, un par de zapatos nuevos. Y cuando una de estas esperanzas se nos frustra, entonces nos sentimos amargados.

Sin embargo, lo curioso es que también, muchas veces, nos sentimos vacíos cuando alcanzamos lo que tanto queríamos. Antes creíamos que con eso ya seríamos plenamente felices, que no nos faltaría nada más. Pero a medida que se cumple una esperanza, nos surgen otros anhelos y sentimos que todavía no estamos satisfechos.
Siempre deseamos algo nuevo, porque lo antiguo, lo que ya tenemos, no nos ha llenado. La fiebre de lo nuevo se ha convertido en una enfermedad para el hombre de hoy.

Nuestras esperanzas las podemos apoyar sobre arena o sobre roca. Y sabemos que la única roca verdadera es JESUCRISTO. Las cosas de este mundo fueron creadas para conducirnos y acercarnos a Él. Por hermosas y nobles que sean, no son más que hitos en el camino, no pueden saciar toda nuestra esperanza. No podemos apoyar la esperanza de nuestra vida sobre arena.

Tenemos que edificar sobre la roca de Cristo. Cuando apoyamos nuestras esperanzas sobre Él, entonces tenemos entusiasmo y optimismo para enfrentar la vida.

 Pero, ¿cómo encontrar a Cristo en mi vida concreta? ¿Cómo hacer que la luz de su esperanza me penetre y me llene el corazón?
Sabemos que la Estrella que nos conduce a Cristo es MARÍA, su Madre. Ella es la gran tierra de encuentro con el Señor.

La Iglesia la llama Madre de la esperanza. Desde la Anunciación, Ella apoya todos sus anhelos en su Hijo. Ella sabe que Cristo es la roca que no pasa y que nunca desengaña. Por eso, espera contra toda esperanza, incluso cuando Él muere, junto a Ella, en la cruz. Para los apóstoles, la muerte de Jesús resulta el tremendo fin de todas sus esperanzas. No así para María: Ella continúa su camino por la oscuridad, pero con el corazón lleno de esperanza.

Acerquémonos, por eso, a Ella, esa tierra de encuentro y de esperanza que es María. Con su luz, Ella enciende también en nosotros la esperanza de Cristo y nos precede en el camino. Así Ella nos ilumina para saber apoyar en el Señor todas nuestras esperanzas humanas. Y como la vida de María, así también la nuestra se llenará de alegría, de un entusiasmo que no pasa, de una eterna juventud.

Pidámosle a la Virgen María que nos ayude a construir una comunidad de la esperanza, pero apoyada sobre la roca de Cristo. Solo sobre este fundamento podremos edificar un futuro mejor de nuestra patria y nuestro pueblo.

Porque una comunidad de la esperanza sólo se construye con hombre y mujeres de esperanza, alegres y confiados, que han tenido un encuentro vital con Cristo en el corazón de María. ¡Que la Madre de la santa esperanza nos ayude en esta misión!

Preguntas para la reflexión

¿Soy un hombre, una mujer de esperanza?

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