CARTA DE ALIANZA
Navidad 2012
De todas las
fiestas religiosas posiblemente la Navidad sea la más querida y esperada del
año. Ella ha marcado definitivamente nuestra cultura no solo en el ámbito de lo
religioso sino en un amplio espectro de usos y costumbres que tienen su origen
en la celebración del nacimiento del Señor, aunque el “mundo” hoy ya no lo
recuerde o lo quiera disfrazar con un Papá Noel.
Se puede decir
que la Navidad tiene un “espíritu” que la hace única y tan entrañable: el
anhelo de la paz y del bien entre los hombres. Este espíritu de Navidad
se manifiesta en la benevolencia, los buenos deseos que brindamos en los
saludos: “¡feliz Navidad y buen año!”; en las canciones como “Noche de paz,…”,
“paz a los hombres, es Navidad”. Hasta el pesebre de Belén, al contemplarlo, nos
trae algo de la infancia, anhelo del bien y del amor.
Pero ese anhelo
de paz y bien de la Navidad contrasta y choca con nuestra realidad diaria y nos
preguntamos: ¿dónde está el bien de la Navidad para los niños que murieron en la
escuela de Connecticut, EE.UU? ¿Cómo decirle feliz Navidad a Susana Trimarco y a
las mamás de todas las víctimas por el tráfico y abuso de personas? ¿Será noche
de paz para los habitantes de Siria, de la Franja de Gaza o de la tierra de
Jesús? ¿Cómo brilla la estrella de paz en los corazones violentos que buscan
revancha y venganza, en los corazones voraces de poder que van por todo, en los
corazones intolerantes y soberbios que separan a los hombres en amigos y
enemigos? Ante esta dolorosa realidad muchos dicen que el bien y la paz de la
Navidad son imposibles, son una frustrante ilusión y por lo tanto es una
celebración vana, meramente romántica y carente de sentido.
También la
primera Navidad estuvo marcada por fuertes contrastes. El nacimiento de Jesús,
el Hijo de Dios, el Mesías y Rey del universo, se produce en un mísero establo;
los ángeles lo anuncian a unos pobres pastores; la noticia de este nacimiento
desestabiliza al rey Herodes y manda matar a todos los niños del pueblo; la
sagrada Familia debe huir para salvar la vida y debe vivir en el exilio. Navidad
sucedió en medio de un mundo injusto y violento, como hoy, que rechaza el bien
del hombre, la paz, la vida, la verdad y a Dios.
Justamente por
los odios, rencores y maldades que brotan del corazón del hombre, por las
indiferencias, las mentiras y los avasallamientos, por las vejaciones, los
crímenes y las violencias físicas y psíquicas, en la vida pública o privada,
para sanarnos de tanto mal nació Jesús. Sí, para este mundo, para nosotros nació
Jesús. Sin su ayuda sería imposible cambiar nuestro rumbo de muerte. En Él está
la Vida.
Nos dice la
Sagrada Escritura que “tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único” (Juan 3, 16), y así Dios “se hizo
carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14), para ser nuestro
salvador, “salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). Cristo vino para que
tengamos “Vida y vida en abundancia” (Juan 10, 10), para
liberarnos de la esclavitud del odio y enseñarnos a amar como
Él nos amó: “ámense los unos a otros como Yo los he amado” (Juan 15, 9). Con
la venida de Jesús la paz y el bien entre los hombres han comenzado a ser
posibles, son una realidad. Testigo de esto son las generaciones de la
humanidad, y nosotros mismos, de los milagros de conversión que Dios ha hecho en
nuestras propias vidas. Por eso necesitamos la presencia de Dios con nosotros;
por eso brota de nuestra alma el anhelo de Navidad, de la paz y el bien que solo
Él nos puede dar. Una Paz y un Bien profundo y para siempre.
En una
conferencia a estudiantes decía el P. Kentenich: “La historia de salvación
llegó a su plenitud con el nacimiento de Jesús y con el sí de María. Si el mundo
actual quiere encontrar el camino hacia Dios, María debe dar nuevamente a luz a
Cristo. (…) Se trata del amor a María, pero María no solamente como camino hacia
la intimidad con Dios, sino también como camino para que Cristo nazca nuevamente
para el tiempo actual”. (31/5/63)
Esa fue y es la
misión de María, dar a luz a Cristo para la salvación de los hombres. Nosotros,
sus aliados, queremos ayudarla en esta misión. Navidad no es una frustrante
ilusión, una celebración vana, meramente romántica y carente de sentido; Navidad
es imprescindible para que la paz y el bien de Dios iluminen nuestra vida
personal y familiar, nuestros ambientes, la Patria y el mundo. Por
eso, en esta Navidad, también decimos ¡Con María, ardamos por la
misión!
Queridos hermanos, en este 18 de diciembre al celebrar la
Alianza de Amor con María le pedimos que nos regale un corazón semejante al
de Ella, al de San José y los pastores, abiertos al Dios de la Vida y
solidarios con los hermanos. Con el Padre Kentenich recemos frente al
pesebre:
“Madre,
tal como muestras al Niño a
pastores y reyes
y te inclinas ante Él
adorándolo y sirviéndolo,
así queremos con amor ser
siempre sus instrumentos
y
llevarlo a la profundidad del corazón del hombre”.
Desde el Santuario reciban un cordial saludo y bendición para
ustedes, sus familias y comunidades.
¡Feliz Navidad y bendecido año
2013!
P. José Javier Arteaga
¡CON MARÍA
ARDAMOS POR LA MISIÓN!