domingo, enero 31, 2010

Fechas importantes febrero 2010

02 Presentación del Señor y Ntra. Sra. de la Candelaria
03 San Blas
06 Nacimiento Hna. M.Emilie Engel (1893-1955)
11 Nuestra Señora de Lourdes
17 Miércoles de Ceniza. Comienzo de la Cuaresma (ayuno y abstinencia)
18 Día de Alianza
18 Santa Bernardita
21 1° Domingo de Cuaresma
28 2° Domingo de Cuaresma

lunes, enero 25, 2010

EN ESTA SEMANA RECEMOS POR LAS MISIONES FAMILIARES

Querida Familia argentina,

En el día de hoy y hasta el día 31 de enero dan comienzo las cuatro Misiones Familiares del Movimiento de Schoenstatt: 2 de La Plata, con un total de 90 participantes, a Lobería, provincia de Buenos Aires, y a Colonia Caseros, provincia de Entre Ríos, respectivamente; 1 de Mendoza a La Paz, provincia de Mendoza, integrada por más de 100 personas; y 1 de Paraná a Clara, provincia de Entre Ríos.

Piden a todos especialmente muchas oraciones y aportes al capital de gracias por el éxito de cada una de ellas. A su regreso compartirán testimonios y fotos.

Oración por las Misiones

Protégenos Señor,
Como Familias Misioneras
Que queremos testimoniar
Tu palabra y tu amor.
Fortalécenos en los momentos difíciles
Danos consuelo en las tristezas
Y corona nuestro trabajo con abundantes frutos.
Que la imagen de la Cruz
Que siempre nos acompaña
Sea signo de heroísmo, de generosidad
De amor y de paz.
María, Reina de los misioneros
Quédate con nosotros
Y danos el don de la perseverancia
En nuestro compromiso misionero. Amén

miércoles, enero 20, 2010

Koblenz, 20 de Enero de 1942

Nuestro Padre y su decisión del 20 de enero

Campo de concentración de Dachau - 2do. Hito

El segundo hito de la historia de Schoenstatt gira en torno al 20 de enero de 1942. Tiene como título: “En la confianza Divina”.

Ese fue el día clave en que, en la práctica, se decidía la partida del Padre Kentenich al campo de concentración. Esta fecha y todo lo que, a partir de ella, se desencadenó para el Padre y la Familia de Schoenstatt , marca profundamente su historia.

En septiembre de 1939, estalla en Europa la Segunda Guerra Mundial.El mundo se encuentra ante una nueva contienda de dimensiones catastróficas. Es una época de grandes dificultades para la Familia de Schoenstatt.

En abril de 1939, la Gestapo requisa la Casa de Estudios en Schoenstatt y la usa como escuela para profesores nazis.

Ante la amenaza de requisa también del Santuario de Schoenstatt, las Hermanas de María deciden formar una cadena viva en torno al él tomadas de la mano, mientras el Padre Kentenich oraba adentro, ofreciendo así sus vidas si fuera necesario, para defenderlo.

Nace dentro de la Familia de Schoenstatt la necesidad de entregarse más profundamente a la voluntad de Dios a través de la Santísima Virgen. La Santísima Virgen es coronada.

Se reconoce a María en su soberanía sobre Schoenstatt. Es Ella la que tiene que tomar el cetro y guiar la barca de la Familia en medio de la nueva crisis mundial.

El 14 de septiembre de 1941, la GESTAPO va a buscar a Schoenstatt al Padre Kentenich con la intención de aprehenderlo. Al día siguiente el Padre comenzaba un curso de retiro para sacerdotes.

El Padre consigue demorar su prisión hasta concluir el que sería su último retiro, cuya plática final es llamada su “canto del cisne”.

El 20 de septiembre se presenta en el cuartel de la GESTAPO de Coblenza. Allí permanece en un calabozo subterráneo, “Bunker”, hasta el 18 de octubre, día en que es trasladado a la cárcel de Coblenza.

Durante su estadía en la cárcel logra reunir, a través de dos guardias, todos los elementos necesarios para celebrar diariamente la Eucaristía.

Unos días antes de Navidad una Hna. de María, escribe una cartita al Niño Jesús pidiéndole la libertad del Fundador y Padre espiritual de la Obra. La carta llega a manos del Padre, y él, en nombre del Niño Jesús la responde: “Mi querida y pequeña Mariengard, cumpliré: tu deseo, cuando tu corazón y el de toda la Familia se transforme en un “Jardín de María.”

Con esta respuesta el Padre expresa que su liberación será obra de la gracia Divina, pero Dios la hará depender de la vida y esfuerzo de los miembros de la Familia.

El Padre comprende que lo que Dios le pedía, no era su vida, sino la renuncia a su Obra, lo que llamóel sacrificio de Abraham, es decir estar dispuesto como el patriarca a sacrificar a su propio hijo, a sacrificar la Obra.

La Familia de Schoenstatt rezaba y ofrecía todos los sacrificios para evitar el traslado del Padre a algún campo de concentración.

El 16 de enero le hacen una revisación médica muy superficial y es declarado apto. Al enterarse la Familia busca todos los caminos para evitarlo. Consiguen contactos con el médico de la cárcel, quien se manifiesta dispuesto a hacerle una nueva revisación y a declararlo no apto. Pero, quien debía solicitar esa nueva instancia era el prisionero.

Así llega el 19 de enero y el Padre Kentenich tiene en sus manos el formulario. Sólo tiene que firmarlo. El plazo máximo para entregarlo era el 20 de enero a las 17 hs..

La lucha del Padre Kentenich aquel día, fue una lucha por la verdadera libertad, “la búsqueda de la voluntad de Dios.”

Dirá años más tardes: “Así llegó el 20 de enero. Había luchado conmigo mismo durante toda la noche para descubrir cual era la voluntad de Dios. Ahora tenía claridad. No firmaré la solicitud, si yo tengo que elegir, qué decidir, entonces para mí la muerte y las cadenas, pero para la Familia ha de ser la libertad.”

Así renuncia, voluntariamente y por amor a los suyos a las posibilidades de liberación. Cree firmemente que ésta es la voluntad de Dios: ofrecer su libertad exterior para conquistar la libertad interior de los hijos de Schoenstatt.

Con este paso, llama a la Familia a profundizar la Alianza de Amor en el sentido de la Inscriptio, es decir, del amor a la cruz.

También este paso debía convencer definitivamente a la Familia que la Santísima Virgen era la dueña de la Obra, que Ella no la iba a abandonar.

Lo más importante del 20 de enero no fue, por lo tanto, el acto heroico de un hombre que se decide a ir al campo de concentración, sino el haber captado la “onda” de Dios. Años más tarde comentaba el Padre Kentenich que la fecundidad lograda no fue consecuencia de un heroísmo suyo y humano, sino consecuencia del cumplimiento de la condición pedida por Dios, de haber descubierto lo que Dios lo llamaba a hacer. Esperar contra toda esperanza, creer contra toda fe…

En el mes de marzo, el Padre es trasladado desde la prisión de Coblenza al campo de concentración de Dachau. Durante todo el tiempo de Dachau, se toma mayor conciencia de la posición del Padre como Fundador y Cabeza de la Familia y del indisoluble entrelazamiento de destinos entre él y los suyos.

Esta corriente de vida nacida del 20 de enero entre el Padre y la Familia, se expresa en la mutua responsabilidad del uno por el otro, en el esfuerzo por ganar la santidad de uno por la del otro, por obtener la libertad interior de uno por la libertad exterior del otro.

Lo que consuela a un cristiano, le da ánimo, esperanza y confianza es el hecho de que la cruz nunca es lo último: toda tristeza se convierte en alegría, todo fracaso en victoria, toda pasión y cruz en resurrección. Así fue no sólo en la vida de Cristo, sino también en la vida del Padre Kentenich y de la Familia de Schoenstatt: La decisión del 20 de enero regala una fecundidad inmensa.

Textos extraídos de:
150 preguntas sobre Schoenstatt Padre Rafael Fernández
Circular Nro. 54 -marzo-junio 2001 el Circulo de Adoración de Schoenstatt. Reflexiones Padre Nicolás Schwizer
Fuente: Rama de Madres de Buenos Aires

sábado, enero 16, 2010

Conquista del farol de la Piedra de José Engling

MAR DEL PLATA, Francisco Grondona. José Engling representa para muchos el modelo ideal de schoenstattiano, logrando vivir la Alianza de Amor de forma extraordinaria. A pesar de fallecer a los 20 años es un ejemplo a seguir de santidad en la vida diaria, aquel que hace extraordinariamente bien lo ordinario.

Un poco de historia
La Juventud Masculina de Schoenstatt de Mar del Plata conquistó en el año 2005, junto a toda la familia marplatense, la piedra de José Engling. Se dedicaron 10000 oraciones por su beatificación, número que a fin de año ya había sido ampliamente superado. Además de esto, los jóvenes quisieron aportar un capital de gracias extra, algo propio para vincularse de una forma más cercana a José Engling, y de esta forma, siguiendo su ejemplo, ofrecieron actos heroicos. A cada integrante de la Juventud Masculina se le entregó un ladrillo que debía ser conquistado mediante un acto heroico. Este acto dependía de cada uno, y cada uno de ellos, desde el más pequeño hasta el más grande, decidía cual sería su acto de heroísmo. Una vez logrado, este ladrillo sería parte de los cimientos de la piedra de José Engling...
Leer noticia completa en: www.schoenstatt.de

Biografía de José Engling

Caminando hacia la santidad

Seguramente alguna vez han conocido personas que encierran un misterio, no que sean intrigantes, sino que encierran un misterio de amor y que pueden llegar a hacer grandes sacrificios por amor. Hoy queremos descubrir ese misterio de amor en la vida de un héroe de Schoenstatt; José Engling. El fue un chico como nosotras que supo encauzar su vida hacia algo grande y noble.

Vivió la misión que Dios le confió con una entrega de la que sólo es capaz un alma juvenil.

Regaló a Schoenstatt el ardor del heroísmo, fue un verdadero apóstol.

José Engling anhelaba ser sacerdote. Era seminarista de los Padre Pallotinos y pertenecía a la Congregación Mariana. Al declarase la primera guerra mundial, debió estar en el frente de batalla donde ofreció su vida por Schoenstatt. Murió a los 20 años de edad.

VIDA FAMILIAR

José nace el 5 de enero de 1898 en Ermland, actualmente Polonia.

En la casa paterna reinó siempre una vida familiar ejemplar.

El clima familiar de piedad despertó en los hijos el sentido religioso. Ellos conocieron el templo antes que la plaza de juegos. El padre y la madre eran un ejemplo.

“En vísperas de comenzar las clases de doctrina, me aconsejo mi madre que implorase la gracia del Espíritu Santo, lo que hice de inmediato. Entonces me hice el propósito de pedirle, antes de cada clase que me ayude a atender devotamente. “¡Que madre tan buena tengo! ya que tengo una madre tan santa, hago el propósito de ser yo también tan piadoso y obedecer puntualmente a mis padres. ¡Quiera Dios ayudarme a mantener esta intención! ¡Qué madre tan buena tengo!”

José era su hijo predilecto, y esto tenía su razón: José era el hijo de sus preocupaciones, pues era de una constitución física bastante débil. Un raquitismo en su primera infancia, le dejó como secuela la deformación del esternón, de modo que José era algo encorvado. Además tenía un defecto de dicción. La madre trataba de compensar estos defectos con tanto más amor y solicitud por lo que se despertó y desarrolló tempranamente la rica vida emotiva de José.

La delicadeza de conciencia tuvo especial importancia. La madre la había cultivado cuidadosamente y la había cimentado con su buen ejemplo.

Un noche oyó que el pequeño la llamaba llorando. Con las manos juntas estaba arrodillado en la cama. Se había portado mal...Ahora su alma estaba compenetrada en una profunda conciencia de culpa. Rogó a la madre que lo perdonara. Ella quiso tranquilizarlo diciéndole que él no era un niño malo “¡Pero sí que fui!”, replicó llorando. Se conformó cuando la madre le enseño a rezar el acto
de contrición.

VIDA INTERIOR

En las circunstancias de la guerra él rezaba cada mañana una oración de gratitud, sea que estuviese en una trinchera de la primera línea, en un puesto de prevención o arrastrando heridos y muertos. Aunque la noche anterior hubiese sido como hubiese sido, él le agradecía a Dios que aún estaba vivo. Con la oración: “Oh Señora mía”, renovaba por un día más su Alianza de Amor con la Sma. Virgen. El cansancio paralizador, el hambre, la estadía en las trincheras, la artillería enemiga, las caminatas peligrosas, eran las ocasiones de probar la autenticidad de esa entrega.

Su Ideal Personal: “Ser todo para todos y entera propiedad de la Sma. Virgen”, lo impulsaba a la entrega diaria. Basado en él, formuló una oración en la que le ofrecía el día entero a la MTA para su capital de gracias.

“A esta hora -pensaba- se está celebrando en muchos lugares la Sta. Misa, también en Schoenstatt”. Con esa actitud comulgaba espiritualmente y se unía a la celebración litúrgica lo más íntimamente posible. El sacrificio de Cristo en la cruz era el ejemplo más vivo de su Ideal Personal. Como antes -cuando podía concurrir físicamente- ahora también era la Sta. Misa el centro de su día.

José renovaba y profundizaba esta íntima unión con Dios por medio de las dos horas de guardia espiritual frente al Santísimo, una por la mañana y la otra por la tarde. Se trasladaba espiritualmente a la Capillita de Schoenstatt. Junto con ellas, realizaba simultáneamente su peregrinación espiritual al Santuario. Él sentía que vivía más en el Santuario que en el campo de batalla. Pero precisamente ese fue el secreto que le daba a José —en los peligros más grandes— la tranquilidad interior que sus camaradas admiraban tanto.

Por la tarde por ej. solía recogerse durante un cuarto de hora para leer y estudiar. ¡Y esto, aún bajo los estallidos ensordecedores de las granadas!

Trataba de rezar el rosario siempre, ya fuera durante las caminatas, durante las horas de servicio, mientras buscaba la comida, o en el puesto de guardaseñales.

Por la noche controlaba su Horario Espiritual y se preguntaba:

“¿Cómo correspondí hoy a la invitación de Dios al heroísmo?

¿Alegré hoy a la Virgen María?”

Luego, José comenzaba a rezar su oración de la noche. Generalmente, cuando llegaba a hacerla, ya empezaba para él el nuevo día. . Pedía espiritualmente la bendición del Padre Kentenich; así lo había acordado con él. Bajo su conducción espiritual había crecido, se había compenetrado de sus ideales. El era quien lo orientaba en su aspiración a la santidad. En consecuencia, también debía bendecirlo al final de cada día. Esa era para José la bendición de su Madre Celestial desde el Santuario.

José Engling anhelaba ser un verdadero apóstol. Para ello muchas veces se trazó él mismo un plan educativo: Escribía en su diario:

“1- Quiero poner más empeño en alcanzar la santidad.
2- Quiero ser un ángel de la guarda para mis compañeros congregantes en el frente.
3- Nunca diré una mentira
4- Quiero santificar el domingo.

Después de un año y medio de estar en el frente, hizo privadamente ejercicios espirituales, en medio de patrullajes excitantes. Reelaboró sus cuatro principios.

1- Quiero ser santo por medio de mi director espiritual. (P.J.K.)
2- Quiero ser un fiel congregante y entregarme con cuerpo y alma a la congregación.
3- Quiero cumplir con gran celo el I.P.
4- No quiero esquivar ningún sacrificio para poder hacer diariamente lectura espiritual y rezar un misterio del rosario.”

Así del joven, se hizo un hombre, del hombre, un héroe, del héroe, un santo.

En relación al ideal personal escribía años más tarde, durante la guerra:“Si al hombre no lo guía una idea sublime, se estancará en las hondonadas de la vida diaria. A mí me ofrecen el mayor sostén: la congregación, su Reina y los aportes al capital de gracias”.

SERVICIALIDAD

FLANDES, MAYO DE 1918

Junto con los que recién han llegado, José observa lo que significa estar en primera línea. Ve centenares de hoyos de granada. ¿Ésto es ‘primera linea’? ¿Qué es eso? Después de 24 horas lo sabe con exactitud. Según un cálculo, se suponía que los ingleses disparaban diariamente alrededor de seis mil granadas en el radio de lucha del batallón de José Engling. Ahora le toca el turno a su compañía, la cuarta. A pocos metros de sus pies, las vallas negras se hunden en la tierra. El continuo detonar de las granadas levantan en un instante montañas de escombros de la altura de una casa. El fuego se acerca a ellos. En las trincheras, los cuerpos humanos se aprietan contra la tierra, que es la única protección en esos momentos. ¡Un tiro, otro, otro más! Quizá el próximo los alcance. Esos pocos segundos son las vivencias más horribles que el soldado experimenta en el frente. Continuamente ataques imprevistos. Continuamente el ensordecedor estallido de las granadas.

Durante todo el día detonó el fuego sobre Calonne. La cuarta compañía se había establecido en el límite noroeste del poblado. Los soldados estaban hambrientos.

No obstante; Thalhöfer, el suboficial, no podía hacerse responsable de enviar a sus hombres en busca de alimentos. El ya lo había intentado en varias noches y cada vez, el saldo había sido soldados muertos o heridos. Esa noche, recorrió cráter por cráter en busca de voluntarios. “¿Voluntarios? -comentó alguien- por nada del mundo correría en medio de ese fuego infernal” Entonces, el suboficial escuchó otra voz:’- “Bueno, iré yo” Era José Engling. Otros se le asociaron. Cargados con algunas ollas, partieron hacia el pueblo. Los recibió un verdadero huracán de fuego. Instintivamente se tiraron al suelo resguardándose en los cráteres abiertos por las granadas. A su lado, se extendían cuerpos de soldados ingleses. En los momentos de tregua reiniciaban su camino hasta llegar, al fin, a la aldea. Sin embargo, los esperaba aún otro sobresalto: las granadas que explotaban allí, eran sordas. José examinó el aire: “¡es gas!”. Tanto la transpiración, como el vapor de su propia respiración, le empañaron los anteojos y la mascarilla antigas. Ello lo llevó -en ese último trecho- a pisar varias veces en falso y caer, con todo su peso, sobre cráteres secos o llenos de agua. Finalmente, cuando llegaron a la cocina descubrieron que no era ese el lugar al cual debían ir; aún tenían que andar cuatro kilómetros más. Eso supuso que, para llegar antes de que despuntara el día, debieran elegir el camino más corto. pero que a la vez incluía mayor peligro. Ya no se trataría de ataques de alerta, sino de ofensivas directas contra ellos.

A causa de estos contratiempos, varias marmitas llegaron vacías a destino.

Habían perdido su contenido en el continuo tirarse y levantarse del suelo para esquivar los ataques. Al regresar, los compañeros se enfurecieron por la comida que habían perdido. Para ellos fue un momento difícil. Nadie les ahorró injuria alguna. ¿Cómo reaccionó José? En pleno día, arriesgando su vida, volvió a la aldea y buscó entre los escombros lo que suponía: una gran cantidad de víveres que había dejado allá una compañía inglesa que pasó por el lugar. Cuando estuvo de vuelta, dispuesto a compartir con sus camaradas una bolsa llena de los sustanciosos alimentos, el resto de la tropa lo miró estupefacto. No es de extrañarse, que aún después de veinte años de aquel día, el suboficial Thalhöfer opinara: “era el mejor hombre de la tropa de transporte”.

Arriesgar la vida por los demás

Un soldado llegó precipitadamente al cráter en el que se encontraba José con otros camaradas.

—“Kofel, esta noche tienes que participar en un patrullaje. Hay que presentarse a las veinte horas en el comando”. Y salió corriendo. Kofel era uno de los soldados mayores, padre de varios hijos.

Quieto, sin proferir palabra, aceptó el mensaje y cerró sus ojos ensimismado en sus pensamientos. Sin duda alguna, en ese memento su imaginación habrá volado hasta sus seres queridos a quienes probablemente no volvería a ver, pues el patrullaje bien podía significarle la muerte. José lo observó y por un instante, experimentó en sí mismo la pena que envolvía a este soldado. Eso fue suficiente para tomar la decisión. Cuando llegó la noche y Kofel se levantó para partir, José, acercándose le dijo: “Quédate. camarada, yo voy por ti”.

“Yo “— y se presentó” Después de la primera semana llegó la orden: ¡Alistar todo para el relevo!” Pero, antes había que hacer aún otro trabajo: enterrar los muertos. José se ofreció de inmediato para esa difícil y pesada tarea. Allí estaban los cadáveres, uno junto al otro. Por otro lado, en el puesto de socorro, donde estaba la compañía que se aprontaba .

Las dos últimas semanas en el frente de batalla habían dejado a José extenuado. Había estado ocho días en la primera línea y casi cada noche se había incorporado a la tropa de transporte. En un día había ayudado a enterrar trece muertos y a aliviar a diecinueve de los heridos de su compañía. Luego, por la noche ocupó el puesto de guardaseñales. José sentía que su cuerpo pesaba plomo. Sin embargo, le encomendaron dar un aviso y partió corriendo. No lo hubiese hecho por salvarse a sí mismo, pero sabía que de su velocidad y precisión, dependía la vida de muchos camaradas. Ya hacía tres días y tres noches que estaba de pie. Quizá podría dormir un poco esa noche. De repente, una nueva orden lo envió a trabajar en las trincheras. ¿Debía dispensarse de ello? El no daba más y, a decir verdad, ninguno de sus superiores le hubiese negado el descanso. Sin embargo, la reflexión de José fue: “No, entonces otro me tendría que suplir a mi”. “El oficial encargado de hacer cavar las tumbas fue midiendo el terreno y dividiéndolo en parcelas que cada soldado debía excavar. Al concluir, dijo: “que cada cual cave su pedazo. Quien termine, puede retirarse”.

Esta consigna despertó entusiasmo entre los soldados. Alegres, comenzaron a conversar hasta tal punto que los ingleses debieron haberlos escuchado, pues de repente dispararon en dirección a ellos. Cuando cesó el fuego, los soldados continuaron trabajando con desmesurada prisa. ¡Ese rincón se había vuelto peligroso! A medida que terminaban su trabajo se iban retirando. También José iba a hacer lo mismo cuando vio a un camarada ya mayor que no podía adelantar con su trabajo; el miedo a la muerte y el agotamiento, habían paralizado sus fuerzas. José, sin pensarlo más, de inmediato estuvo a su lado dispuesto a ayudarlo.

Para hacer el relevo, los soldados estaban completamente excitados: un bombardeo imprevisto los había descompensado; casi todos los jefes estaban muertos o heridos. ¿Quién acompañaría a los soldados hasta la primera línea?

Le hicieron esa pregunta a los soldados que transportaban los cadáveres.

— “¿Quién está dispuesto?”— “Yo” dijo José y se presentó.

Cuando llegaron a la cuarta compañía los esperaba aún otro cuadro aterrador. Allí también habían sido atacados y dos camaradas quedaron sepultados bajo la tierra. El jefe de la compañía decidió que algunos de la cuarta se quedaran para rescatar a los sepultados. José se ofreció. Luego de desenterrarlos los llevaron al puesto de emergencia. Y todavía cuando terminó con esto, José, presentándose de inmediato en el comando, se mostró dispuesto a prestar servicios de guardaseñales hasta que pudiese ser reemplazado.

APOSTOLADO

EN FLANDES. APOSTOLADO

José se ocupaba del grupo al lado de su trabajo militar y de sus propios esfuerzos por conquistar su Horario Espiritual. Ahora el grupo necesitaba nuevos temas para continuar el trabajo. La evolución de la Organización Externa y su desarrollo personal le sugirieron la tarea precisa: ‘apostolado’ en el sentido schoenstatteano. En torno a él todo se estaba desmoronando. José pensó entonces en una ofensiva: ¡No huir del mundo, sino compenetrarlo de Dios! ¿Lograría encender al grupo con esta idea? Desde el refugio subterráneo escribió circular tras circular enviando sugerencias para el Horario Espiritual:

l. Apostolado del buen ejemplo.
2. Trabajo directo por la salvación de los camaradas.
3. Luchar contra la inmoralidad.
4. Amor a la Santa Iglesia.
5. Trabajo por la concepción religiosa de la guerra.
6. Educación de nuevos apóstoles.
7. Apostolado de la prensa.
8. Misiones paganas.
9. Ética social



Todo lo que sugería lo había experimentado primero. Jamás exigía a los suyos algo que él mismo no cumpliera de un modo ejemplar. Pero a pesar de sus buenas intenciones, la preocupación por su grupo fue aumentando cada vez más: tres que estaban internados en el hospital militar tomaron contacto directo con la vida de una gran ciudad y con la inmoralidad reinante. Aunque ellos mismos no cayeron en ella, las circunstancias influyeron de tal manera en ellos que llegaron a desanimarse completamente. Los demás, que estaban en el frente,no tenían mejores ánimos. La fe en sus ideales parecía desmoronarse. Quedaron confundidos al ver el caos en la humanidad y en cada persona. No encontraban a nadie que luchara por ideales similares a los de ellos. Se sentían perdidos y sobrecogidos por un sentimiento inexpresable de soledad en medio de un mundo que pensaba y vivía de un modo diametralmente opuesto. Además de todo esto, todavía José, el dirigente de grupo, escribía circulares interminables sobre el apostolado, la renovación religiosa y moral, la influencia en el medio ambiente....

“¡Su idealismo aún no había sido derrotado! ¡Bah! ¿Pero de qué sirve el idealismo?

¡Hay que dejar que el carro siga hasta que se rompa!.....”

Engling sentía el dolor interior de sus compañeros de grupo, pues él mismo estaba en medio de todos esos peligros. Con cuánto agrado les hubiera transmitido algo de su propio entusiasmo y de su fe inquebrantable. Pero, aparentemente todo era en vano. No obstante, continuó escribiendo carta tras carta....pero ya ni contaba

con respuesta alguna. Con este dolor fue a la muerte. ¿No habrá ofrecido su vida también por ellos?. Aunque los miembros de su grupo ya no lo vieron más, quizá haya sido su ofrecimiento y su lucha continua por alcanzar sus ideales, lo que hizo que a pesar de todo, siguieran manteniendo su fe.

PUREZA

De ninguna manera nos debemos imaginar a José como a un tonto inofensivo o inocente que ni siquiera sabe que existen dos sexos... Es verdad que él no buscaba a las mujeres y que no tenía ninguna amiga. Sin embargo, tampoco llegó a la madurez viril sin luchar por el dominio de sus instintos. Cada quince días renovaba su voto privado de pureza y conservó, hasta la muerte, lo que se llama “inocencia”. Pese a todos los peligros morales, José fue fiel. Y el origen de esa fuerza, lo encontramos en varias razones: primero, en su delicadeza de conciencia. Cierta vez estando en Schoenstatt tomó como propósito: “dominar los ojos en el dormitorio ”.

Para él, la decencia y el pudor eran importantes. José se conservó intacto, interior y exteriormente. Tenía una fantasía muy limpia. Su alma y su vida afectiva estaban plenamente ocupadas en otras cosas. José rezaba mucho. El rosario era parte del inventario de su bolsillo. Ante todo, cultivó la oración contemplativa.

“Leeré diariamente algo sobre la Virgen y meditaré en lo leído”..

José Engling tuvo que ver y escuchar muchas cosas, pero trató de evitar que ellas le penetraran. Hacía caso omiso de ellas. Como el automovilista,. que no debe dejarse encandilar por las luces de los otros vehículos, ni detenerse a observar lo que sucede en la vereda de las calles, José recorrió su camino, con sus ojos siempre sobre su autopista; sin detenerse, sin desviarse, seguro de su meta.

Trató de adquirir un sano criterio frente a las diversiones que se le presentaban. Cuando fue al cine, por ejemplo, a ver “Quo Vadis”, lo hizo llevado en primer lugar por un fuerte interés cultural. Mientras sus camaradas se divertían en las salas cinematográficas, él prefería peregrinar al Santuario. De esta manera, sentía que era como mejor descansaba y volvía a respirar “aire puro”. Su constante aspiración ascética a través del HE, el IP y el director espiritual, fue el seguro de su pureza.

Pero además, hacía muchas otras cosas. En su equipaje, por ejemplo, además de armamentos, víveres y municiones, llevaba algunos libros para si mismo y para los demás que hacía llegar aún hasta las primeras líneas del frente. El sabía por qué: La literatura que frecuentemente se leía allí ayudaba a relajar aún más la moral y las buenas costumbres. José aprovechaba cada oportunidad para recibir los Sacramentos -sea la Confesión, o asistir a la Santa Misa-. Sabía que como el cuerpo necesita de alimentos para poder crecer, también el alma necesita de un sustento: la fuerza de los Sacramentos.

“Hice el gran sacrificio de levantarme a las 3.30 de la madrugada y quedarme en ayunas hasta las 12.00 hs. para poder comulgar”: “El viernes tuvimos Misa. Teníamos una cierta esperanza, aunque mínima, de poder recibir los Sacramentos. Hace dos semanas se repartió la Comunión durante la Santa Misa. Supe que los de la Reserva antes se habían confesado con el Capellán del ejército. Yo no pude dominar mi apetito y tomé café. Después realmente hubo oportunidad de comulgar. Para algunos fue la última oportunidad... Cuando se anunció -estábamos sentados delante de la Iglesia- algunos gritaron enseguida en un tono sarcástico: “¡Engling!” (no porque había tomado café sino para tildarme de santulón y beato). Por lo menos tendría que haberme confesado y averiguar luego sin embargo si podía comulgar. Algunos esperaron para ver lo que yo hacía, para seguir luego mi ejemplo. Me dio mucha vergüenza cuando supe luego que un muchacho del campo se había quedado en ayunas”: (en el Este).

En otra oportunidad intentó “reclutar” a los camaradas católicos para asistir a la Misa. - “Pero, Engling- ¡acabamos de llegar del frente! ¡Estamos completamente rotos! Primero tenemos que dormir como se debe. ¡Dos horas de camino es demasiado para nuestros huesos apaleados!” José no aflojó. Logró reunir un grupito y se encaminó con ellos hacía la Iglesia. En el camino habló personalmente con cada uno y los animó para que se acercaran a los sacramentos. (Flandes)

¿Cómo responderíamos a la pregunta si José estaba enamorado? El amaba inmensamente a la Reina de su corazón, a la MTA. A ella se había consagrado a través de la alianza de amor, y solamente a ella le pertenecía su amor juvenil. Sus flores de mayo nos permiten vislumbrar algo de esa gran fuerza de su corazón; lo mismo la vivencia de su cercanía en el terror de Flandes, y su trato con el Dios Trino en las cuchillas de Bois Bernard.

MI HERMANO MAYOR

Sin duda alguna José fue “grande” en sus aspiraciones personales. Ha conquistado la santidad de la vida diaria en una medida singularmente heroica. Por eso las palabras “hermano mayor”, “un héroe que nos indica el camino”, deben entenderse en este sentido: como señal y estímulo para imitarlo, sobre todo, cuando se hace duro recorrer sus huellas. Pero él nos enseña también que la llave de su heroísmo fue su confianza ilimitada en la Madre. ¡Qué relación intima fue la suya! ¡Qué anhelos de imitarlo despierta en nosotros!

No sabemos si José tomó o no plena conciencia de la trascendencia de su camino; pero una cosa es decisiva: él alcanzó la meta. Ha vivido Schoenstatt en tal medida que el Padre pudo decir de él que fue el “acta de fundación vivida”.

Por supuesto, no se trata de imitar a José en un Examen Particular renovado cada hora. Pero sí en ser capaz de ser fiel como él a nuestro Examen Particular hasta llegar a una actitud similar a la suya:

“te ruego me ayudes a ennoblecer, para bien de la humanidad, la capacidad de entrega que está en mí”.

La vida de José es para nosotros una enseñanza. Sólo podrá tenerlo por amigo quien trabaje incansablemente en sí mismo.

El escribió una vez desde Hagenau:

“Sólo una cosa echo de menos: un amigo con el que pudiera ser una sola cosa, con el que pudiera compartir todo cuanto tengo, también las alegrías y las penas, por el que pudiera pasar a través del fuego y que él lo hiciera por mí: Desde hace mucho mi corazón añora un amigo, pero hasta ahora no lo encontré”.

El puede ser ahora nuestro amigo, nuestro guía de ruta. El tiene mucho para enseñarnos... Basta que nos abramos a la gracia y que dejemos que su ejemplo nos penetre.

Schoenstatt, los ideales por los cuales José entregó su vida, siguen teniendo vigencia, quizá hoy más que nunca.

La Mater también espera de nosotros un heroísmo similar. José respondió entregándose por entero.

Fuente: www.5panesy2peces.com.ar
Hombres y mujeres distintos

Padre Nicolás Schwizer

Si miramos el mundo de hoy, hemos de preguntarnos: ¿Por qué los cristianos, en más de 2000 años, hemos cambiado tan poco el mundo? ¿Por qué se ha perdido aquel espíritu de conquista, de los apóstoles y primeros cristianos? ¿No será porque se ha vivido el cristianismo de una manera egoísta e individualista? Algo de eso pasa también con algunos santuarios cristianos: se convierten en lugares de refugio, donde la gente solo gira en torno a sus propios problemas, donde se esconde de las exigencias del mundo y de la vida.

Nuestros templos no son un refugio, sino un lugar desde el cual Dios y María nos envían. Nos envían a renovar nuestra cultura y sociedad actuales, a cambiar la historia de la Iglesia y del mundo.

Ahora, ¿cómo podemos nosotros colaborar con esta gracia? ¿Cómo podemos aportar a la transformación del mundo? Creo que debemos empezar por transformar nuestro pequeño mundo personal: nuestro hogar, el entorno familiar, el ambiente de trabajo, vecinos, amigos, grupo, etc.
Por lo general no se tratará de hacer cosas extraordinarias, sino de cumplir bien y con amor nuestros deberes de cada día. Y ver estos deberes diarios, por monótonos o pesados que sean, a la luz y al servicio de la gran misión. Porque son el aporte que en ese momento Dios nos pide, para construir un mundo nuevo.

Podemos también salir de nuestro pequeño mundo y ayudar a cambiar el mundo grande de nuestra patria: p.ej. la política, la cultura, los medios de comunicación, la sociedad. Nos esperan muchas y grandes tareas.
Ahora, para poder ser colaboradores aptos de Dios y de la Virgen en la transformación de nuestro mundo:

1. Debemos ser hombres y mujeres filiales. El hijo dice siempre sí a la voluntad del Padre. El hijo lucha por un mundo digno del Padre, donde reinan la fraternidad, la justicia, la paz. Y esa apertura y disponibilidad filial ante Dios es la que permite abrir caminos hacia un mundo nuevo. Porque es la actitud que deja lugar a la actividad paternal de Dios en la historia, tal como lo hizo Cristo.

Se trata aquí de una filialidad madura, propia de un hijo adulto del Padre y corresponsable de su obra. Es el hombre que enfrenta la historia confiado en el Padre y que, por eso, es audaz y creador. Recordemos que la grandeza o la miseria de nuestra vida no se mide por nuestras capacidades ni por nuestros límites, sino por la magnitud de la obra a la que nos consagramos: “Un héroe es quien consagra su vida a lo grande”, solía decirnos el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt.

2. Debemos ser hombres y mujeres distintos. Creo que todos nos damos cuenta de que esta misión de transformar el mundo y crear un mundo nuevo, nos convierte en hombres distintos, en hombres y mujeres que viven de manera distinta de los demás. Tenemos que actuar de forma diferente en el matrimonio, en la vida familiar, en los negocios y la empresa, en la política, en la relación con los hombres. En todo eso tenemos que distinguirnos de la sociedad actual con sus valores.

También los primeros cristianos tuvieron la audacia de ser distintos. Y por eso crearon un mundo nuevo; un mundo impregnado por los valores cristianos. Ser diferentes significa, muchas veces, pasar por locos, lo mismo que los primeros cristianos pasaron por locos.
Significa también luchar contra el pecado en todas sus formas, empezando por uno mismo, pero también luchar contra muchas situaciones de pecado en el mundo que nos rodea. Es por eso que ya los antiguos cristianos decían: “no sin sangre”. El Reino de Dios no avanza sin sangre, sin sacrificio, sin dolor, sin lucha. El mundo no se transforma sin sangre. Por eso, tenemos que arriesgarnos a ser distintos, a pasar por locos, a luchar contra el mal en nosotros mismos y así vivir anticipadamente el mundo de mañana.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Me siento un enviado a transformar mi ambiente?
2. Como cristianos, ¿en qué somos distintos a los demás en nuestro día a día?

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domingo, enero 03, 2010

Epifanía de Dios, por medio nuestro

Padre Nicolás Schwizer

Epifanía es la fiesta de la aparición de Dios, de la manifestación de Dios. Lo esencial del cristianismo es que Dios se revela a los hombres, que Dios viene a nosotros, que Dios es conocido por nosotros bajo una forma sensible.

La Biblia nos habla de las revelaciones y manifestaciones de Dios. Ya desde los primeros tiempos, Él se acerca a los hombres. Pero, después de haberse manifestado muchas veces y de muchas maneras, Dios se nos aparece en su Hijo.

Éste es el gran suceso: Dios se hace un niño. Se hace un niño como todos los demás, un niño que llora cuando tiene hambre y al que es necesario cambiarle los pañales. Y sin embargo, tras su debilidad e impotencia, oculta y encierra al gran Dios infinito. Eso es Epifanía: la manifestación, la revelación de Dios en un niño recién nacido.

Los magos que vienen de lejos para ver al niño, subrayan el hecho de que Dios ha aparecido para todo el mundo. Ellos representan a todos los hombres de buena voluntad que buscan la felicidad y salvación.

Y así llegan a la cuna y comprenden que en ese niño está toda la grandeza y todo el amor de Dios a los hombres. Se llenan de inmensa alegría, lo adoran y le ofrecen sus regalos: oro, incienso y mirra.

Pero, ¿qué significa este suceso para nosotros? ¿Es algo más que un simple recuerdo de aquel tiempo feliz?

Esto pasó hace siglos pero es, tal vez, hoy más actual que nunca. Epifanía de Dios es lo que buscan los hombres, consciente o inconscientemente. Hoy hay más hambre de Dios, porque el hombre, a pesar de todas sus conquistas o tal vez precisamente por ellas se siente más vacío, más necesitado de ayuda.

También hoy en día, los hombres quieren ver a Dios. Si ese Niño de Belén es Dios, si resucitó y demostró así definitivamente su divinidad - ¿dónde está? La frase de los magos la repiten hoy millares de hombres angustiados: ¿dónde está Dios?

Hoy debería acontecer Epifanía, no ya en un lugar, sino en todos los rincones del mundo. Donde hay un cristiano, donde está viva la Iglesia, allí debería hacerse Epifanía de Cristo, de Dios. Dios ya no se encarna en un solo hombre, sino en todo el pueblo cristiano. Dios se encarna en cada uno de nosotros.

Si no se lo ve en nuestras vidas, ¿no será porque no lo mostramos? Si no se encuentra su amor, su generosidad, su comprensión y su perdón, ¿no será porque estamos demasiado lejos del Evangelio, de Dios, de su espíritu?

Hoy son miles o millones los magos que, de cerca y de lejos, vienen hacia la Iglesia y hacia los cristianos buscando al que vino para ser la salvación del mundo. Están a las puertas de nuestras casas y de nuestros templos para verlo pasar a Cristo. Pero si seguimos mostrando una careta de Él y no su auténtico rostro, ¿cómo pueden reconocerlo?

No hay nada que nos pueda librar de esa responsabilidad. Hoy en día, es el camino elegido por Dios para su Epifanía, su manifestación. A Dios se lo ha de descubrir leyendo el libro de nuestra vida. Quien a mí me vea, a Él lo debe descubrir. Quien a nosotros se una, con Él debe encontrarse.

Queridos hermanos, toda Eucaristía es una Epifanía de Dios. Que sea, para nosotros, una invitación y un estímulo de manifestarlo a Cristo a todos los que nos encuentran, a todos aquellos que lo buscan en nosotros, en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras comunidades.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Somos una Epifanía para los demás?
2. ¿Qué ven y qué encuentran en nosotros?
3. ¿Pensamos en la Eucaristía como una Epifanía de Dios?

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viernes, enero 01, 2010

Fechas importantes enero 2010

01 Santa María, Madre de Dios
03 Santísimo nombre de Jesús
05 Nacimiento José Engling (1898)
06 Epifanía del Señor. Reyes Magos
10 Bautismo de Jesús
18 Día de Alianza
20/1/42 Segundo Hito: “En la Confianza Divina”
20/1/43 P.K. Recibe cruz de plata en Dachau de S.S.Pío XII
22 San Vicente Pallotti
22 Beata Laura Vicuña
25 Conversión de Pablo
31 San Juan Bosco