martes, junio 30, 2009

Fechas importantes julio 09


08 Ordenación sacerdotal P. Kentenich
09 Independencia Argentina
10 Primera Misa P. Fundador
16 Nuestra Sra. del Carmen
18 Día de Alianza
25 Santiago Apóstol
26 Santa Ana y San Joaquín
26 Día de los abuelos
31 San Ignacio de Loyola
31 Tercera Consagracíón curso 13 de Córdoba

lunes, junio 29, 2009

Como San Pablo, transformar el mundo a partir de Cristo, pide el Papa

VATICANO, 29 Jun. 09 (ACI).-En su homilía de las Vísperas solemnes ayer por la tarde en la Basílica de San Pablo de Extramuros, el Papa Benedicto XVI hizo una aguda reflexión sobre lo que significa la verdadera renovación del hombre; y pidió a los fieles que, a ejemplo de San Pablo, cambien mente y corazón para transformar el mundo a partir de Cristo.

Tras explicar que si bien el Año Paulino concluye pero el ejemplo del Apóstol de Gentes permanece siempre como "parte de la existencia cristiana", el Santo Padre resaltó que Pablo en la Carta a los Romanos recuerda la necesidad de transformar la mente para entender siempre la voluntad de Dios.

"Solamente si hay hombres nuevos, habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor. En el inicio está la renovación del hombre. Esto vale después para cada uno. Sólo si nos convertimos en hombres nuevos, el mundo se convertirá en nuevo. Esto significa también que no basta adaptarse a la situación actual. El apóstol nos exhorta a no ser conformistas".

Al dar cuenta sobre cómo hacer esta tarea, Benedicto XVI pone el ejemplo de la misma conversión de San Pablo y precisa que "Él se convirtió en nuevo, en otro, porque ya no vive para sí en virtud de sí mismo, sino por Cristo que está en él. En el curso de los años, sin embargo, pudo ver que este proceso de renovación y de transformación continúa durante toda la vida".

"Nos convertimos en nuevos, si nos dejamos conquistar y plasmar por el Hombre nuevo, Jesucristo. Él es el Hombre nuevo por excelencia. En Él la nueva existencia humana se convierte en realidad, y nosotros podemos verdaderamente convertirnos en nuevos si nos ponemos en sus manos y nos dejamos plasmar por Él".

Luego de señalar que lo fundamental en este cambio esencial está en la renovación interior y de la razón, el Pontífice indicó que "se trata, por tanto, de un viraje desde las raíces en nuestra orientación espiritual. Dios debe entrar en el horizonte de nuestro pensamiento: aquello que Dios quiere y el modo según el cual Él ha pensado al mundo y me ha pensado. Debemos aprender a participar en la manera de pensar y querer de Jesucristo. Así seremos hombres nuevos en los que emerge un mundo nuevo".

Luego de precisar que en la Carta a los Efesios, San Pablo insta a los cristianos a vivir una verdadera fe adulta, el Papa cuestiona: en los últimos decenios, esta fe adulta "se ha convertido en un eslogan difundido. Con frecuencia se entiende como la actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer, es decir, una fe 'hecha por uno mismo'. Esto se interpreta como 'valentía' para expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia".

En realidad, advirtió el Papa, "para esto no es necesaria la valentía, porque se puede siempre estar seguro del aplauso público. En cambio la valentía sí es necesaria para unirse a la fe de la Iglesia, incluso si ésta contradice al 'esquema' del mundo contemporáneo. A esta falta de conformismo de la fe Pablo llama una 'fe adulta'. Califica en cambio como infantil el hecho de correr detrás de los vientos y de las corrientes del tiempo".

"De este modo forma parte de la fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción, oponiéndose con ello de forma radical al principio de la violencia, precisamente en defensa de las criaturas humanas más vulnerables. Forma parte de la fe adulta reconocer el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como ordenado por el Creador, reestablecido nuevamente por Cristo".

El Santo Padre alentó luego a la gran tarea de reforzar el interior del hombre, que constituye una exigencia muy adecuada "para nuestro tiempo en el que los hombres a menudo permanecen interiormente vacíos y por lo tanto tienen que aferrarse a promesas y narcóticos, que después tienen como consecuencia un ulterior crecimiento del sentido de vacío en su interior". "Tiene que reforzarse la interioridad, la perspectiva del corazón; la capacidad de ver y comprender el mundo y el hombre desde dentro, con el corazón", añadió.

Por eso, dijo el Santo Padre, hace falta "una razón iluminada desde el corazón, para aprender a actuar según la verdad en la caridad. Pero esto no se realiza sin una íntima relación con Dios, sin la vida de oración. Tenemos necesidad del encuentro con Dios, que se nos ofrece en los sacramentos. Y no podemos hablar a Dios en la oración, sino le dejamos que hable antes Él mismo, si no le escuchamos en la palabra que Él nos ha donado".

Finalmente el Papa pidió orar para que el Señor "nos ayude a reconocer algo de la inmensidad de su amor. Oremos para que su amor y su verdad toquen nuestro corazón. Pidamos que Cristo viva en nuestros corazones y nos haga ser hombres nuevos, que actúan según la verdad en la caridad. Amén".
Fuente: ACI prensa

jueves, junio 18, 2009

Año Sacerdotal debe promover renovación interior de todos los sacerdotes, explica el Papa

VATICANO, 18 Jun. 09 (ACI).- En una extensa y personal carta dirigida a los presbíteros del mundo en ocasión del inicio este viernes 19 de junio del Año Sacerdotal convocado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, Patrono de los Párrocos, el Papa Benedicto XVI resaltó que este tiempo debe promover "el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo".

En el texto dado a conocer hoy en inglés, francés, español, italiano, alemán, portugués y polaco, el Santo Padre recordó como "'el Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús', repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma".

Seguidamente Benedicto XVI señala que esta expresión del Santo Cura de Ars "evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?"

Al referirse luego de las infidelidades de algunos de los ministros de la Iglesia, el Santo Padre precisa que en estos casos "es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, sino renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes".

"Queridos hermanos en el Sacerdocio, pidamos al Señor Jesús la gracia de aprender también nosotros el método pastoral de San Juan María Vianney. En primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, Persona y Misión tienden a coincidir: toda su obra salvífica era y es expresión de su 'Yo filial', que está ante el Padre, desde toda la eternidad, en actitud de amorosa sumisión a su voluntad".

Centralidad de la Reconciliación

Benedicto XVI resalta después que "los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesonarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística".

"Supo iniciar así un 'círculo virtuoso'. Con su prolongado estar ante el sagrario en la Iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos", añade.
Seguidamente el Papa destaca cómo "el Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: 'Deus caritas est' (1 Jn 4, 8)".

"Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas".

Consejos evangélicos

El Cura de Ars, subraya luego Benedicto XVI, "supo vivir los 'consejos evangélicos' de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la 'Providence', sus familias más necesitadas".

"También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que 'la castidad brillaba en su mirada', y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado".

En cuanto a la obediencia, precisa el Santo Padre, en San Juan María Vianney esta quedó plasmada "totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse 'a llorar su pobre vida, en soledad'. Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto".

"En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. 'El Espíritu es multiforme en sus dones... Él sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas... Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo'".

"Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica 'Pastores dabo vobis' del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical 'forma comunitaria' y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio".

Tras recordar la especial piedad mariana de San Juan María Vianney, el Pontífice resalta al concluir la carta que "la fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz", concluye el Papa.

Para leer la carta completa puede ingresar a: http://www.aciprensa.com/Docum/documento.php?id=250
Fuente: ACI PRENSA
Carta de Alianza
Junio 2009

Queridos hermanos en la Alianza:

Desde la última Carta de Alianza en la que recordamos el mes de la Patria han ocurrido varios hechos que nos han impactado: la multiplicación de casos mortales de gripe A en varios países del mundo declarada ya como pandemia por la OMS; la caída del Airbus de Air France en el Atlántico con cientos de víctimas, la declaración de quiebra de la automotriz General Motors de EE.UU.; la condena del P. Grassi; la salida de Hilda Molina de Cuba para visitar a su madre enferma en Buenos Aires; la inseguridad, los robos brutales y los asesinatos de cada día (que para algún ministro son una “sensación” nuestra), y la campaña electoral legislativa cada vez más judicializada y mediatizada.

Un periodista me decía que en esta “selva” de noticias diarias es muy difícil poder elaborar y “digerir” tanta información. Muchas veces sucede que los hechos importantes y trascendentes son tapados por otros de “último momento” y mediaticamente más impactantes. Creo que debemos discernir lo importante de lo impactante, y ejercitarnos en desarrollar más una “mirada creyente y providente” de nuestra realidad, tratar de “descubrir” el mensaje de Dios detrás de los acontecimientos cotidianos de nuestra vida personal, nacional y mundial como nos lo enseñó el Padre Kentenich.

En este sentido quiero compartir con ustedes dos acontecimientos que marcan nuestra historia como Familia de Schoenstatt, como Iglesia y como nación.

El 1º acontecimiento es el “Año Sacerdotal” 2009 -2010
El próximo viernes 19 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el papa Benedicto XVI presidirá en la basílica de San Pedro la apertura del Año Sacerdotal que lleva por lema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote". La ocasión de este año sacerdotal es el 150° aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, que se celebrarán el 4 de agosto de este año. El papa Benedicto XVI proclamará a San Juan María Vianney "Patrono de todos los sacerdotes del mundo".

Desgraciadamente hoy abundan las noticias sobre sacerdotes que han degradado su vocación y han herido el corazón de sus fieles con escándalos y delitos; pero también es verdad que son muchísimos más los sacerdotes que, en silenciosa y firme fidelidad, siguieron y siguen cada día a Cristo entregando su vida al servicio de su pueblo y haciéndose “puente y camino" llevarnos al encuentro de Jesús. Ellos dan literalmente su vida para que nosotros tengamos Vida en Cristo. Recordemos al cardenal Van Thuan, que vivió durante los 13 años en las cárceles vietnamitas - comunistas (9 en régimen de aislamiento) por el simple hecho de ser un obispo fiel a Cristo, al Papa y a su grey. Recordemos a los sacerdotes que dan su vida sacando a los jóvenes de la droga en las villas de nuestras ciudades, como el P. Pepe Di Paola de la villa 21 y el P. Pablo Osow de Avellaneda; recordemos los sacerdotes que misionaron y misionan hoy nuestros campos, montañas y parajes inhóspitos bautizando, evangelizando, enseñando y curando. Pensemos en los sacerdotes que con su amor de padre y paciencia infinita han llenado de fe, sentido y dignidad la vida de tantas personas y familias, tal vez de algunos de nosotros mismos. Pensemos en el Padre José Kentenich, que el próximo 8 de julio celebraría 99 años de ordenación sacerdotal, quien es un referente de fe y vida para cientos de miles de personas; él fue uno de esos tantos buenos y fieles sacerdotes.

Puede ser que algunos se pregunten ¿celebrar un “año sacerdotal” no es algo que atañe solamente al clero? No. Ellos son parte importante de la gran Familia de la Iglesia y, así como se celebra un “año de la familia” o un año “paulino”, este año estamos convocados a renovarnos en la importancia del sacerdocio como Don de Dios para todo su pueblo, y a acompañar y apoyar a nuestros sacerdotes y seminaristas con nuestra oración y acción. Por eso vale la pregunta: ¿Qué me ha dado Dios a través del Padre N o X? ¿Qué puedo hacer por un sacerdote este año?

El 2º acontecimiento que marca este tiempo son las elecciones legislativas 2009.
Dentro de dos semanas estaremos votando legisladores nacionales, provinciales y concejales municipales. Históricamente han sido elecciones tranquilas si las comparamos con las elecciones presidenciales. Pero estas elecciones se plantearon desde un comienzo con un “dramatismo” inusitado (“…aquí se juega el modelo…”, “Está en juego el desarrollo social del país”, “…quieren volver la rueda del progreso para atrás”). Vemos cómo ese discurso casi apocalíptico es acompañado por descalificaciones personales (“son unos traidores”, “esos truchos”), con una masiva propaganda en los medios de comunicación y, hasta ahora, con pocos debates donde presenten y discutan proyectos. “Asistimos, tal vez, a la campaña más sucia y más pobre que haya habido desde la recuperación de la democracia, en octubre de 1983. Las ideas escasean. Lo que abunda es la pelea de baja estofa. Si no fuera que lo que está en juego es el destino del país, todo parecería desopilante.” (Nelson Castro, Perfil, 13.06.09). Este domingo leía lo que piensan jóvenes que votarán por primera vez y qué esperan de los nuevos legisladores. Uno de ellos decía: “Me gustaría que se pueda volver a creer. Que nos den una razón como para que podamos volver a creer.”(Mi primer voto, La Nación Revista, 14.06.09).

El próximo 28 ejerzamos nuestros derechos y deberes de ciudadanos yendo a votar. Cada uno es constructor y responsable de la Patria que anhelamos: unida, justa, solidaria, libre, desarrollada y en paz. Lo que no hagamos nosotros no lo hará nadie: votá, tu voto vale mucho.

Queridos hermanos, que la celebración del 18 renueve y acreciente en nosotros un cálido amor a María, un estrecho vínculo de Familia y un fuerte espíritu apostólico. Con alegría y unidos al Padre Fundador digamos a la Virgen:

“Queremos reflejarnos en tu imagen
y volver a sellar nuestra Alianza de Amor.
A nosotros, tus instrumentos,
en todo aseméjanos a Ti,
y en todas partes por nosotros
construye tu Reino de Schoenstatt.”
(H.P.180)
P. José Javier Arteaga
Familia viva, ¡esperanza argentina!

lunes, junio 15, 2009

La Misa es un banquete

Padre Nicolás Schwizer

“Yo soy el pan de vida”, nos dice el Señor. El pan es símbolo del alimento esencial. Y Cristo, en la Eucaristía, se nos ofrece como alimento espiritual para la vida eterna. Por eso, la misa es considerada como un banquete. Ya sabemos que Nuestro Señor dijo su primera misa en la última Cena.

El altar, a pesar de sus ornamentos, es fundamentalmente una mesa. Sobre ella, como en un banquete, se ponen unos manteles, pan, agua, vino, una copa, un plato de oro, unas velas y flores. Y el sacerdote y los fieles se saben y sienten invitados a comer una carne que es un verdadero alimento, y a beber una sangre que es auténtica bebida.

En un banquete, como es lógico, se come, se participa, se comulga. La mesa es el lugar por excelencia, en donde se reúne la familia o los amigos. Cuando queremos entablar relaciones con alguna persona, unir más estrechamente a nuestros amigos, celebrar una boda, manifestar nuestro acuerdo, comemos juntos.

También en la misa, el Padre de familia, nuestro Padre Celestial, reúne a todos sus hijos. Y les recuerda que tienen un Padre común que los quiere; que a pesar de que son débiles y pecadores, siguen siendo para Él sus hijos y lo seguirán siendo siempre. Les dice que pueden pasar toda la semana trabajando, gastándose, agotándose, pero que Él los espera cada día para reconfortarlos, para hacerlos unos hombres nuevos, para meter en su corazón todo el amor que ellos necesitan para amar a los demás.

Porque nosotros somos tan pobres, tenemos tan poco amor. Y para amar debidamente a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, a nuestros parientes, a nuestros amigos, para amarlos como ellos lo esperan de nosotros necesitamos nada menos que al mismo Dios, su amor en nuestros corazones, para que podamos dar abasto a todo el amor que se nos pide.

Y para eso el Padre nos invita a que nos sentemos en su mesa, se hace reconocer por nosotros en la fracción del pan. Nos da su pan ‑que es su mismo Hijo- con aquel gesto en que tantas veces se da a conocer un padre o una madre, haciendo que sus hijos los amen gracias a esas sabrosas comidas familiares.
Ahora, ¿qué vamos a pensar de uno que se niega a venir, que se aburre en casa de su Padre, que busca excusas para no compartir con Él?

¿Y qué pensar de aquel que después de aceptar su invitación, se niega a comer en la mesa? Y por desgracia, hay muchos que aunque se dignan venir, se niegan a comer. Tal vez no tienen ganas; este pan no les dice nada; no confían en este alimento; durante toda la comida, se van a quedar sentados frente a su plato vacío.

¡Cómo tiembla una buena ama de casa ante semejantes invitados! Hay motivo suficiente para quitarles también el apetito a todos los demás comensales. ¡Qué triste y que lamentable comida sería aquella, en la que buena parte de los convidados se negaran a asociarse a los demás, a comulgar en la alegría y en la amistad de los demás! ¿Quién de nosotros toleraría a personas tan mal educadas?, ¿quién se atrevería a celebrar una fiesta en semejantes condiciones?
La misa fue al principio un auténtico banquete, fraternal y afectuoso, en el que Cristo habló largamente con sus discípulos. Allí, Jesús les ofreció lo mejor que tenía: su propia carne para que nos alimentara, su propia sangre para que pudiéramos obtener una transfusión de su vida.

Y los apóstoles comulgaron todos juntos. ¡Y qué alegría, qué fervor sintieron todos ellos después de su primera comunión! ¿Cuándo nos sentiremos nosotros, al salir de nuestra misa, tan felices, tan renovados, tan fraternales, tan generosos, que nos demos cuenta de que sólo Dios ha podido cambiarnos hasta ese extremo, de que Dios mismo había estado presente entre nosotros y se nos había manifestado, de que habíamos visto al Padre y participado en su propia mesa?

Preguntas para la reflexión
1. ¿Participo con alegría del banquete?
2. ¿He pensado en una misa extradominical?
3. ¿Comulgo en las misas?


Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

martes, junio 09, 2009

Un año para celebrar ampliamente en todo el mundo

El Año Sacerdotal y el centenario del la ordenación del Padre Kentenich – más que una coincidencia temporal

ROMA, mkf. "El año sacerdotal, promulgado por nuestro amado Papa Benedicto XVI, para celebrar el 150º aniversario de la muerte de san Juan María Bautista Vianney, el Santo Cura de Ars, está a punto de comenzar…". Así dice la carta enviada por el Cardenal Claudio Hummes, prefecto de la Congregación Vaticana para el Clero, con motivo del año sacerdotal, convocado por Benedicto XVI que comienza el 19 de junio y cierra un año después con una gran peregrinación de los sacerdotes a Roma.
"Deberá ser un año positivo y propositivo en el que la Iglesia quiere decir, sobre todo a los sacerdotes, pero también a todos los cristianos, a la sociedad mundial, mediante los mass media globales, que está orgullosa de sus sacerdotes, que los ama y que los venera, que los admira y que reconoce con gratitud su trabajo pastoral y su testimonio de vida", destaca el Cardenal Hummes en su carta.


Jesús, que no vino para condenar al mundo sino para salvarlo

En una entrevista con Zenit el 3 de junio, el Cardenal Hummes explica lo que para él es un momento decisivo a comunicar en este Año Sacerdotal: "El reto es entender cómo ser sacerdote en este nuevo tiempo, no para condenar al mundo sino para salvar el mundo, como Jesús, que no vino para condenarlo sino para salvarlo. El sacerdote debe hacer esto de corazón, con mucha apertura, sin demonizar a la sociedad. Debe estar integrado en ella con la alegría misionera de querer llevar a la gente de esta sociedad a Jesucristo".
Hace unos años, el Padre Alberto Eronti, Argentina, en un artículo escrito para "schoenstatt.de" relata un encuentro con el Padre Kentenich en octubre de 1966 que espontáneamente vuelve a la memoria al leer estas frases en la entrevista: "Fue el día anterior a las Jornadas de Octubre. El Padre vino a saludarnos tras nuestras primeras vacaciones europeas y nos preguntó cómo nos había ido, qué experiencias habíamos tenido. Le contamos vivencias positivas y negativas, estas últimas se referían al deterioro de la sociedad europea. Le preguntamos al Padre si él creía que la descomposición de la sociedad iba a acentuarse mucho aún. Él hizo una pausa y dijo: "Yo creo que falta mucho para llegar al ‘chiquero’ (haciendo referencia a la experiencia del hijo pródigo); pero cuando el hombre llegue ahí, querrá volver a ‘casa’ y ustedes deberán estar atentos para mostrarle el camino".
He aquí lo que me impresiona: el Padre Fundador veía en el pecado y la miseria humana, una misión para nosotros. No se quedaba en el lamento, era capaz de leer en el pecado la tarea. Que esto fue siempre así en el Padre lo confirman sus palabras a los jóvenes del seminario menor cuando fue nombrado Director espiritual del mismo: (Quería) "dedicar todo mi tiempo libre y mis fuerzas a los laicos, especialmente a la conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar caza a los llamados ‘corderos pascuales’ y mi mayor alegría de sacerdote la sentía cuando venía uno de ellos agobiado por el peso de una vieja carga, que se había juntado con el correr de los años, de modo que el confesionario llegaba a crujir" (Pre-acta de fundación, 1912, n° 2). Que los días difíciles y las circunstancias oscuras nos recuerden que no hay tiempos malos para Dios, Él quiere hacerlos tiempos propicios de salvación. Así lo entendió nuestro Padre."
Cuando el P. José Luis Correa, Padre de Schoenstatt que trabaja en Chile y Perú, después de volver de un intercambio con el Cardenal Hummes en Roma, contó sobre lo mismo, no se mencionaba este tema. La coincidencia entre la visión del Cardenal Hummes y la del Padre Kentenich – misericordia misionera - es sólo la de dos almas grandes ante el desafío del mundo de hoy. Pero lo que sí contó es que, con gran apertura, el Cardenal Hummes volvió a aceptar la oferta de los sacerdotes de Schoenstatt de ofrecer a la Iglesia su colaboración activa con el anhelo de que el Año Sacerdotal toque los corazones de muchos sacerdotes y laicos a la vez.
El libro del P. José Luis Correa sobre Paternidad Sacerdotal, como también los textos del Padre Kentenich sobre el sacerdocio, editado por Mons. Peter Wolf, hablan de esta visión del sacerdocio. Con ocasión del 99º aniversario de ordenación sacerdotal del PJK, el símbolo del Padre regalado por el mismo a la familia de Schoenstatt, será enviado a visitar a todos los países del mundo donde está presente Schoenstatt.

Para que nazca una corriente…

El P. José Luis Correa entregó en este encuentro con el Cardenal la carta donde el P. Heinrich Walter, en nombre de las comunidades sacerdotales de Schoenstatt, presentó unas propuestas para el Año Sacerdotal.
Una idea nacida en Schoenstatt ya fue aceptada directamente: la de hacer peregrinar reliquias del Santo Cura de Ars por el mundo en este Año Sacerdotal, "pensando - dice el P. José Luis Correa- en las experiencias con el peregrinar de las reliquias de Santa Teresita y lo que vivimos en todo el mundo con la Campaña de la Virgen Peregrina". "Para que nazca una corriente, hace falte despertar y cultivar la vida. Para ello hay que tener un mensaje, un lema, un himno, una oración…". En general se mostró muy contento con las iniciativas.

Sacerdotes ejemplares

En la entrevista con Zenit, el Cardenal Hummes destacó otro tema: "Queremos también estimular a varias naciones y conferencias episcopales o iglesias locales para que escojan algún sacerdote ejemplar de su área, y presentarlo al mundo y a los jóvenes. Hombres que sean verdaderamente modelos, que puedan inspirar y puedan renovar la convicción del gran valor y de la importancia del ministerio sacerdotal."
Otra idea, presentada por los Padres de Schoenstatt, es promover el testimonio de vida, que es lo que convence más. "Podemos mostrar el Padre Kentenich, en el centenario de su ordenación, como tal sacerdote ejemplar", dice el P. José Luis Correa.
También se publicarán en "schoenstatt.de" – con el apoyo de los que se sienten inspirados ahora a hacerlo – biografías sobre sacerdotes de la familia de Schoenstatt. "El P. Hernán Alessandri, el P. Horacio Sosa, el seminarista Sebastián en Burundi", nombra el P. José Luis, pero también sobre los "héroes de la vida diaria" que talvez sólo algunos conocen. "Sería también un regalo al Padre Kentenich para los 100 años de su sacerdocio - dice el P. José Luis- mostrar una nube de testigos de sacerdotes santos que crecieron en torno al PJK".

Apadrinar un sacerdote

En el contexto surgió en torno del 18 de mayo otra idea que se podría transformar en un regalo al Padre para los 100 años de su ordenación. Recordando que en este año sacerdotal, se celebra también el centenario de la ordenación sacerdotal del PJK, queremos hacerle un regalo al Padre por medio de una actividad dirigida a servir a los sacerdotes. Los sacerdotes son un elemento clave en la Iglesia y en la Familia. Hoy están siendo muy criticados, también por fallas objetivas de ellos mismos. Pero surge la pregunta: ¿nos preocupamos suficientemente de nuestros sacerdotes? ¿Alguna vez hemos invitado a nuestro párroco a nuestra casa? ¿Rezamos por ellos, los alentamos y acompañamos, especialmente si son ancianos o están enfermos?
La proposición es muy sencilla:
Que cada schoenstattiano apadrine a un sacerdote de su diócesis durante este año (8 julio 2009 – 8 julio 2010).
Apadrinar significa, en primer lugar, rezar por ese sacerdote y ofrecer Capital de Gracias por él. También, de acuerdo a las posibilidades de cada familia o de cada persona, tomar otras iniciativas para con él, como por ejemplo: escribirle, llamarlo por teléfono, conocerlo, invitarlo, ayudarlo en lo que pueda necesitar.
En Perú ya hace rato que está viva la corriente de apadrinar a un sacerdote; también algunos grupos de madres y profesionales en Alemania lo hacen desde hace años. Un grupo de profesionales mayores que estuvieron en Schoenstatt estos días, se comprometieron no sólo de seguir con nuevo fuego en su padrinazgo, sino de apadrinar a nuevos sacerdotes, "a quienes más lo necesiten", los que abandonaron su oficio.
"Vamos a rezar mucho por nuestros sacerdotes", escribe Marco Antonio Gonzales, de Paraguay. - "Quiero decirle que ya apadrine a un sacerdote diocesano de mi ciudad. Es un sacerdote recién ordenado y quiero que el Señor lo guíe en su tarea porque trabaja en el corazón de mi ciudad". "Cada día a las 20:14 rezo por la gran peregrinación, por las misiones en Alemania y por mi querido sacerdote diocesano", escribe Manuela Mañanes, una joven de Argentina.

Reina del Clero

"Y la Virgen María, Reina del Clero, intercederá por todos vosotros, queridos sacerdotes.", así termina la carta del Cardenal Hummes. Cuando salió de Sao Paulo para asumir su tarea en Roma, la familia de Schoenstatt coronó a la Mater como "Reina del Clero" y le regaló un cuadro de la Mater al Cardenal. Que la Reina del Clero lo acompañe a él y a todos los que, desde el corazón, contribuyan a celebrar este Año Sacerdotal.

Carta del Cardenal Hummes para el Año Sacerdotal
Entrevista completa
Articulo del P. Alberto Eronti
Ampliar la cancha

Nota: En Schoenstatt, la gran celebración del centenario de la ordenación del Padre Kentenich se lleve a cabo el 3 de julio de 2010; el 8 de julio de 2010, los sacerdotes celebran el centenario en Limburgo, donde fue ordenado.

Fuente: http://www.schoenstatt.de/