lunes, abril 27, 2009

Padres de Schoenstatt de Paraguay denuncian infidelidad, irresponsabilidad y oportunismo político de Lugo

Ante hechos de público conocimiento...

Como católicos y schoenstattianos no podemos quedarnos callados.
En primer lugar conviene recordar que no nos es permitido juzgar a las personas y sus conciencias: “No juzguen, para no ser juzgados” (Mt 7, 1). Pero sí tenemos que tomar postura frente a hechos objetivos: ¿Están de acuerdo o no con nuestra moral, nuestros principios y valores? Respetamos la clásica distinción entre pecado subjetivo y objetivo: Dios rechaza el pecado, y ama al pecador.

También es importante reflexionar sobre nuestra actitud: ¿Nos sumamos simplemente al coro de los plagueones y críticos? O al contrario, ¿callamos o justificamos lo injustificable? La espiritualidad de Schoenstatt nos enseña a buscar detrás de cada acontecimiento la voz de Dios: ¿Qué me dice Dios a mí a través de este hecho, y qué respuesta espera de mí? Es lo que llamamos la fe práctica en la Divina Providencia.

En los hechos que estamos comentando, descubrimos varios valores importantes que han sido dañados, o directamente ignorados. Esto nos invita a reflexionar acerca de cómo vivimos y acentuamos nosotros esos valores.

Un primer valor es la “fidelidad a la palabra empeñada”. Si yo digo algo, ¿los demás van a poder confiar en que lo cumpliré? Si yo rompo una promesa, ¿cómo van a poder creer en otras promesas mías? “Cuando ustedes digan «sí», que sea sí y cuando digan «no» que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del maligno” (Mt 5, 37). Cuántas veces prometemos devolver un libro o un dinero, y “se nos olvida”; cuántas veces nos quedamos esperando a alguien que prometió venir a determinada hora, y por ahí ni aparece... Ser fieles a nuestra palabra hace a nuestra esencia como personas libres y firmes. En la Iglesia católica, nadie es obligado a hacer un voto de castidad ni una promesa de celibato. Ambos apuntan a lo mismo: los consagrados renunciamos a la paternidad biológica, para que nuestra paternidad, al servicio del Reino de Dios, sea más fecunda. Todos somos humanos, limitados y pecadores, pero todos estamos invitados a luchar contra las tentaciones, evitar los pecados y crecer en la vida de la Gracia.

Eso nos lleva a otro valor importante: la “responsabilidad no sólo por nuestros actos, sino también por sus consecuencias”. No somos animalitos, esclavos de sus instintos; somos seres humanos, dotados por Dios con libertad de voluntad. La consecuencia inmediata de esa libertad es la responsabilidad por lo que hacemos o dejamos de hacer, y también por todas las consecuencias que resulten de nuestros actos y omisiones. Si caemos en pecado, no sólo nos arrepentimos y pedimos perdón, sino que también asumimos las consecuencias, sin buscar excusas baratas o justificaciones pueriles (“soy varón”, “tengo derecho”). Un caso similar al actual pasó en nuestra propia comunidad de los Padres de Schoenstatt, hace tiempo y en otro país: un sacerdote informó a su superior con mucho dolor que había roto su promesa de celibato y dejado embarazada a una mujer. Dado que en unos meses más iba a nacer su hijo, él tenía que abandonar el sacerdocio y hacerse cargo. Dentro de todo lo difícil y doloroso del caso, él se hizo responsable por las consecuencias de sus actos apenas se enteró de ellas.

Un tercer valor, quizás el más importante, es todo lo referido a la familia, a los derechos de los niños y menores de edad, y a la paternidad. Todos los seres humanos, y especialmente los más indefensos, son hijos de Dios y tienen derechos inalienables. Nosotros no tenemos derecho a privar a un niño de la experiencia de tener un papá, una mamá, una familia bien constituida, de sentirse esperado, amado, valorado. Ningún niño debería tener que descubrir que fue un “problema”, una “amenaza” hecha realidad, algo vergonzoso que había que esconder y negar a toda costa. Mucho peor sería por supuesto negarle a un niño el derecho a la vida, cayendo en el crimen del aborto. Tampoco tenemos derecho a “encandilar” a una menor de edad con la importancia de nuestro cargo, nuestras posesiones, o con promesas que no vamos a cumplir – y mucho menos para usarla como objeto de satisfacción sexual: ¡eso es corrupción de menores! Con el sexto mandamiento, Dios nos recuerda que el bien del hijo y de la familia está muy por encima de todo supuesto “derecho” al ejercicio indiscriminado de nuestro instinto sexual.

Lamentablemente tenemos que constatar que hay una gran ausencia de auténtica paternidad en nuestra patria. El verdadero padre se hace responsable por la vida que engendra, ama y cuida al hijo, lo educa sin violencia ni malcrianza, lo acompaña en sus procesos de maduración, y le ayuda a crecer hacia una sana originalidad y autonomía. No se desentiende de él, dejándolo en la miseria material o en la orfandad sicológica o espiritual, ni lo encierra en una cajita de cristal sobreprotegiéndolo, ni le obliga a ser una copia de sí mismo. La contracara de la paternidad es el “machismo”, que en el fondo no es signo de una especial masculinidad, sino más bien de una gran inseguridad frente a ella. Si yo realmente acepto mi masculinidad y estoy feliz con ella, no necesitaré demostrarla continuamente, ni mucho menos denigrar a las mujeres como objetos sexuales y de conquista y descarte: ¡quiero ser “un varón de primera y no un machito de segunda”! Quizás deberíamos preguntarnos cómo actuamos nosotros, y cómo educamos a nuestros hijos, varones y mujeres. ¿No será que algunos padres tienen mucha responsabilidad en la transmisión de este antivalor, estimulando conductas sexuales dañinas en sus propios hijos; y también algunas madres, que por miedo a que el hijo “les salga rarito” no le dejan lavar ni un plato en la cocina?

Vergonzosamente se mostró otro antivalor, el del “oportunismo político”: Alabar un reconocimiento tardío y bajo presión judicial como acto valiente, signo de honestidad, etc., ¿no tiene algo de adulación y lisonja en busca de beneficios personales? Pero, de nuevo, la pregunta central no es esa, sino: ¿cómo actuamos nosotros? Quizás no estemos en cargos públicos, pero nos tienta hacer algo parecido frente al jefe en el trabajo, o frente a la profesora en la clase.

Los consagrados queremos seguir viviendo según las promesas que un día hicimos, y que todos los Jueves Santos renovamos, dando testimonio de que una vida consagrada al Señor en el celibato no es una vida estéril, sino fecunda, feliz y plena en el amor a Dios y al prójimo. Por eso les queremos pedir a todos nuestros hermanos en la fe que recen especialmente por nosotros, sacerdotes y obispos. Estamos expuestos a las mismas tentaciones que todos, somos iguales de pecadores, pero nuestras caídas suelen ser muy estrepitosas, provocan mucho daño y duelen a mucha gente. Por eso necesitamos de mucha oración, para poder ser fieles al estilo de vida y a la misión que Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, nos encomendó.

No nos quedemos en la mera denuncia, el plagueo estéril o la resignación. Entendemos con actitud providencialista que Dios nos está llamando la atención acerca de determinados valores y antivalores. Nuestra mejor respuesta frente a los hechos comentados no es el lamento, sino la decisión firme de luchar por estos valores en nuestra propia vida, dando testimonio audaz y alegre de que se puede vivir con coherencia, que nuestra fe católica no nos lleva a ser reprimidos o mentirosos, sino que es un camino de auténtica felicidad y plenitud de vida. Así vamos a poder aportar más de un granito de arena en la construcción de un Paraguay cada vez más “nación de Dios”.

Instituto Secular Padres de Schoenstatt
Asunción—Paraguay, 23 de abril de 2009

viernes, abril 17, 2009

CARTA DE ALIANZA

18 de abril de 2009

Queridos hermanos en la Alianza:

Este 18 de abril la Familia de Schoenstatt de Tucumán festeja el 10º aniversario del Santuario. Desde todos los rincones de la Patria los acompañamos con nuestra alegría y oraciones. ¡Felicitaciones!

Este día de Alianza está iluminado por la hermosa luz de la Pascua. El sábado pasado, a la noche, los cristianos nos encontramos en las iglesias a lo largo y ancho de todo el mundo para celebrar con devoción e inmensa alegría la resurrección del Señor. Al encender el cirio pascual y al caminar en la oscuridad guiados por su luz hemos renovado nuestra fe en Cristo que con su Luz de Vida ha quebrado la oscuridad de la muerte y del pecado; Cristo con su Luz de Verdad ha iluminado las tinieblas de la mentira y la corrupción; Cristo con su Luz de Amor ha instaurado la paz en donde había odio y violencia.

En casi todas las ciudades hay tumbas simples y pequeñas de gente común o mausoleos de reyes, de héroes, de próceres, pero de Cristo sólo tenemos una tumba vacía cavada en la piedra y un sudario. Con tan pocas evidencias es difícil para el hombre moderno creer que Cristo vive y que Él es la Vida del mundo. Es más difícil aún cuando se observa que la muerte, con sus mil tentáculos, intenta atraparnos diariamente. La muerte está presente en muchos ambientes y corazones de argentinos donde se acepta la violencia física o psíquica, la esclavitud y el hambre, el aborto y la eutanasia. La muerte está presente donde se vive del crimen, del robo, del lucro y la corrupción, de la coima, de la ley de la prepotencia y del abuso del poder. La muerte y la mentira son hermanas inseparables. Por todo esto muchos hombres hoy dicen: Dios ¿dónde está? Dios se fue, Dios murió.

Si recordamos el Evangelio de la Resurrección (Jn 20, 1-10), san Juan nos dice que el apóstol entró a la tumba, vio y creyó. Sólo unas vendas, nada más, le bastaron para creer. Ésta es la invitación de la Iglesia: ¡Abramos los ojos para ver los signos de Vida en Cristo que hay entre nosotros! En el medio de tantos signos de muerte también crece la Vida: cuando un joven ofrece sus vacaciones para misionar o ir a ayudar a los más necesitados, cuando la enfermera cuida y salva abnegadamente la vida a ella confiada; cuando los padres no claudican en la educación de sus hijos basada en el amor, el respeto a la vida y los valores; cuando el soberbio pide perdón; cuando un empleado rechaza un soborno; cuando el corrupto se arrepiente y enmienda el mal hecho. Todos estos y muchos otros más son signos de la Pascua – Paso de Dios entre nosotros. ¡Abramos los ojos para contemplarla! La Pascua es una invitación a la esperanza, a contemplar la presencia de Dios Vivo entre nosotros.

San Juan nos dice que, junto con “ver”, el apóstol “salió y anunció” lo que había visto. La experiencia de Cristo resucitado fue algo tan grande que les cambió la vida y no lo pudieron callar: había que compartir esa alegría. La experiencia de Jesús Resucitado en la vida de los apóstoles es de ardor y encendimiento interior: “¿no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino?” se preguntaban los discípulos de Emaús (Lc 34, 33-35). Lo mismo le sucedió a Pablo camino a Damasco, o a Francisco en la Porciúncula, o Iñigo de Loyola cuando descubrió que podía servir a un Señor más grande, o a los primeros congregantes con el Padre Fundador luego de sellar la Alianza con la Mater el 18 de octubre: la plenificante presencia de Dios había cambiado definitivamente sus vidas y no podían callarlo. Es que “de lo que está lleno el corazón habla la boca” (Lc 6, 43-46). Fe, ardor y entrega total por la misión. Y una inquebrantable esperanza en el amor de Dios por nosotros. ¡La Pascua es un llamado a creer y a anunciar!

En nuestra Patria vivimos a diario el temor por las consecuencias de la crisis económica nacional e internacional, la inseguridad en todos los ambitos de nuestra vida, el conflicto irresuelto con el sector agropecuario, empresarios y trabajadores que no ven cómo sostener las fuentes de trabajo, alumnos sin clases y maestros sin medios para dictarlas, el dengue como nuevo indicador de la pauperización social a la que hemos llegado, y esa parte de la dirigencia política que sigue manoseando y abusando (legal pero inmoralmente) de las normas electorales para su provecho. Todavía hay mucha oscuridad que espera la luz de la verdad, mucho miedo que espera consuelo, mucha soledad que espera el amor, mucha hambre que necesita Pan de Cristo. Nosotros hemos sido bendecidos, vivimos de la gracia de la Aliamnza de Amor. No por mérito propio, sino por puro amor y gracia de Dios. Cristo y la Alianza son nuestra vida, nuestra fuerza y nuestra esperanza. "Dones son tareas", nos decía el P. Kentenich. Ante tanta soledad y desconsuelo, invitemos a la Alianza de Amor con María; a los que anhelan una vida con más altos ideales ofrezcamos la Alianza de Amor con María; para los que buscan un nuevo impulso en la fe regalemos la Alianza de Amor con María. ¡Salgamos! Regalémosle a 100.000 hermanos la alegría de la Alianza de Amor con María. O dicho de otra manera: regalémosle a la Sma. Virgen María 100.000 Alianzas de Amor hasta el año 2014.

Queridos hermanos en la Alianza, es tiempo de levantar nuestras miradas. Es tiempo de llevar esta Nueva Luz e iluminar los corazones, las familias, los ambientes y las instituciones de nuestra Patria. Es tiempo de renovación, de reconstrucción y trabajo fuerte. Es tiempo de ser más y más "Familia Viva, ¡esperanza argentina!"

Unidos a María, la Madre de la Esperanza, reciban un cordial saludo y mi bendición.
¡Cristo vive, Él es nuestra Esperanza! ¡Feliz Pascua!

P. José Javier Arteaga

jueves, abril 16, 2009

"El Puente"

Año 3 Nº 9 - Abril 09 -

Sumario

a) “Carta para nosotras” Matilde Giménez nos envía una carta para reflexionar sobre como vivir la esperanza en tiempos de crisis.

b) Esto nos pasa: “Familia Viva, Esperanza Argentina” ¿Como cambiar y salir del caos? ¿Cómo transformar nuestra realidad egoísta en una sociedad más justa y humana? El 2º curso ilumina la actualidad desde su Ideal plenamente identificado con el lema de la familia.

c) Mujeres Hoy y Acá: “La humanidad está sola, necesita la mujer”
¿Cómo encontrar el equilibrio en este mundo mecanicista para que nuestra vocación y nuestra misión marchen unidas y en armonía? Se pregunta el 3º Curso y nos brinda, en este artículo, su análisis y sus respuestas desde su Ideal.

d) A la Sombra del Santuario: “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”
Como discípulas y misioneras, el 4º Curso propone encaminarnos hacia el bicentenario en el espíritu que soñaron los Padres de la Patria y fieles a la promesa que le hiciera el Padre Fundador a Pio XII.


a) “Carta para nosotras”

de Matilde Celina Di Battista de Giménez - 4º Curso - Jefa Región Metropolitana

Querida Federación de Madres

Nadie es ajeno ni desconoce la realidad en la que estamos inmersos: crisis económica, crisis de fe, de valores, falta de seguridad, deficiencias en la educación, etc, etc
Vivimos un presente incierto y débil, lleno de temores e inseguridades, hasta la esperanza está en crisis, en medio de las dificultades no se ve con claridad cual es la meta. “El mundo, desgarrado por conflictos, necesita una gran esperanza” Benedicto XVI
Necesitamos alimentar nuestra fe y esperanza para encontrar el rumbo de nuestra vida. Queremos reencontrarnos con ellas. ¿Cómo reencendernos y reavivar la fe y la esperanza?
Necesitamos de la esperanza como del aire para respirar. Cuando en una situación humana renace la esperanza, todo parece distinto, aunque nada, de hecho, haya cambiado. La esperanza es una fuerza primordial. Literalmente hace milagros.
El Evangelio tiene algo esencial que ofrecernos: la Esperanza con mayúsculas, virtud teologal, o sea, que tiene por autor y garante a Dios mismo. La esperanzas terrenas (casa, trabajo, salud, el éxito de los hijos...), aunque se realicen, inexorablemente desilusionan si no hay algo más profundo que las sustente y las eleve. La Esperanza teologal es el hilo de lo alto en nuestra vida, lo que sustenta toda la trama de nuestras esperanzas.
En este momento en que sentimos tan fuerte la necesidad de esperanza, recordemos que el Jueves Santo Jesús acentúa en sus palabras de despedida el cultivo esmerado de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
Jesús nos quiere inculcar la esperanza: una virtud que hoy día esta expuesta a un gran peligro, una virtud de la cual se habla hoy muy pocas veces, comprendemos demasiado poco lo que Jesús quiere decirnos
Los teólogos dicen: la virtud de la esperanza es una virtud que nos fue infundida por Dios, nos capacita y dispone a esperar con una confianza inquebrantable todo lo que el Padre nos ha prometido por los meritos de Jesucristo
La esperanza es una virtud infusa porque fue infundida en el bautismo. Se la llama una virtud divina porque fue infundida por Dios en nuestra alma y está directamente vinculada a la vida divina que nos fue regalada en el bautismo. Esta virtud divina, infusa nos capacita y dispone a confiar inquebrantablemente en todo lo que Dios nos ha prometido por los meritos de Jesucristo
La esperanza gira en torno de las promesas de Dios. Dios nos ha prometido algo, nos ha prometido todo, todo lo recibiremos. La esperanza edifica sobre esta promesa con una confianza inquebrantable. Que es todo? En primer lugar es Jesucristo, El nos será regalado. Nos ha sido prometido Cristo, la participación en su vida, la participación en su gloria. La esperanza nos hace girar continuamente en torno a Dios.
La virtud de la esperanza tiene en nosotros una triple función:
l- Se preocupa para que el corazón ansíe a Dios. Nos hace confiar en Dios en las dificultades de la vida, anhelo por Dios, confianza en Dios. Nos hace cooperar con nuestro aliado, con Dios. Comprenderemos mas lo que significa todo esto si miramos la imagen de la madre de Dios desde el punto de vista de su esperanza.
2- Una confianza inquebrantable en Dios, en sus promesas, en su Persona, en todas las situaciones de la vida
3- El hombre tiene que colaborar. Allí esta la gran dificultad, que nuestra confianza puede quebrantarse. Dios no rompe la fidelidad pero el hombre puede romperla. Colaboración con Dios, Dios en el centro. Mi obrar debe ser siempre una colaboración con Dios. La madre de Dios expresa “Haced lo que El os diga”. Ella misma hizo continuamente lo que Dios quería de Ella. Pronunció su sí a la cruz y al sufrimiento: dijo si a la gran misión.
Mi corazón debe estar centrado en lo sobrenatural no en lo terrenal, porque todo lo terreno a la larga no nos hace felices. Dice San Pablo: “Buscad lo que es de arriba”. La virtud de la esperanza nos da un corazón tal que está centrado en lo sobrenatural que ve toda su grandeza en buscar lo que es de arriba, es decir al Dios infinito, su amor y sus bienes. Un corazón así es inmensamente libre. Si estoy a apegado a Dios, a sus promesas, entonces poco a poco me libero de toda esclavitud a las cosas terrenales, a la propia vida, al goce, al placer.
Queremos confiar en las promesas de Cristo y hacernos dignos de ellas, confiar inquebrantablemente en todas las situaciones, llevarlas a nuestra vida practica y formarla según ellas.
Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo…Spe salvi, 32. Pensemos en el Padre Kentenick en Dachau, padre y educador en la fe y la esperanza.
María, estrella de la esperanza: Spe salvi 49. ... Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?
El Padre Fundador nos mostró la verdadera imagen de María, Ella no sólo es intercesora ante Dios sino también el gran Modelo y la Madre Educadora. Ello se manifiesta en forma original en las tres gracias que el Padre reconoce en el Santuario. Que en la fuerza transformadora de la Alianza de Amor podamos vivir la esperanza que nos conduce al Padre.
Matilde Celina Di Battista de Giménez

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b) “Esto nos pasa”
Aporte del 2º Curso RMet

“Familia Viva, Esperanza Argentina”

Al analizar nuestra realidad actual y tratar de dar una respuesta válida y concreta desde nuestro
Ideal de Curso y nuestro Estilo de Vida, nos sentimos plenamente identificadas con el lema
2009 de la Familia .
De ahí, que hayamos optado por este título para el aporte.

“Vivimos tiempos difíciles y exigentes. Cualquier provocación sirve para encender la violencia.
En nuestra patria parece que no podemos o no queremos darnos cuenta.
Detrás de las luchas de poder quedan postergadas las verdaderas necesidades y los
verdaderos necesitados. Imaginamos enemigos y conspiraciones y tapamos los problemas reales.
Y así, nos encaminamos- casi frívolamente- ¡cómo se ha frivolizado la política ¡ ¿ hacia dónde ?
¿ quién lo sabe ?
Nos falta una cabeza. Disgregados por falta de un centro, confrontados por falta de un proyecto
y sueño común, sin rumbo por falta de una mano que abra horizontes y señale el camino, sin
valores que valgan la pena por la falta de ejemplos creíbles y convincentes, sin fuerzas por falta
de hombres y mujeres a la altura de las circunstancias, nos faltan líderes, nos falta una cabeza.”

Analizar la realidad actual de nuestro país es darnos cuenta de cómo vivimos: atemorizados
por la inseguridad de cada día, por robos, asesinatos, violaciones.
¿Por qué nos pasa esto? Vivimos en una sociedad disgregada, desvinculada, individualista,
materialista.

Hoy el hombre es materialista, quiere construir un paraíso en la tierra y esto es causa de
desenfrenos por la ambición y el poder, por las ansias de riqueza y de placer que tantos males
acarrean.

Cuando se valora el tener y el poder por sobre todas las cosas, el hombre se vuelve lobo del
hombre, la ambición lo ciega y use usa el “ vale todo” para lograr determinado fin.
“El hombre colectivista ha llegado a deformarse de tal modo que es incapaz de tomar interiormente posición frente a lo que escucha, a lo que ve o lee. Todo esto no interesa. Por eso, tampoco lo toma en serio. Sólo a una cosa se aferra con todo su ser: a las ventajas económicas que pueda obtener para sí. Para eso está despierto y tiene un fino oído. Esto es lo que llena su alma…”

¿Dónde están los valores que sustentan una sociedad solidaria, respetuosa de sus
obligaciones ciudadanas, respetuosa del derecho individual, educada en principios morales,
una sociedad que valoriza la familia como su fundamento básico e imprescindible?

Esta realidad actual es muy dura. Para cambiarla y salir del caos, hay que trabajar sobre las causas que la provocan. Y ahí, estamos todos llamados a participar y colaborar.
Desde nuestra misión de ser “corazón de la Iglesia, nuevo Nazaret”, queremos y debemos dar
nuevo rostro a la sociedad: hacerla familia, a imagen de la Sagrada Familia de Nazaret.

“El indicador decisivo de una familia sana es, según el Padre ( K ), su capacidad de amor personal, amor que se desarrolla y manifiesta en un organismo de vinculaciones sano. En este tipo de familia sólo cuenta lo que el otro es. Aquí no cuenta lo que el otro hace ni lo que gana: vale por su propia persona. Sólo una familia así podrá ser reflejo de Familia de Nazaret y del Dios Familia. Sólo una familia de tales característica podrá ayudar a renovar la sociedad.”

¿Es tarea posible ? Nada es imposible para Dios, decía nuestro Padre. No pensemos en grandes
e ímprobas tareas; comencemos por lo más pequeño y cercano: nuestra propia familia y todo
lo que nos rodea. Es un océano a cambiar, pero el océano está hecho de miles y miles de gotas de
agua que somos cada uno de nosotros. En esta realidad actual, Dios Padre hacedor de la historia,
es el gran ausente. La gran carencia de la sociedad actual es la ausencia de hombres y mujeres
nuevos, hombres y mujeres santos.

De ahí tenemos que partir: volver al Evangelio, volver a reencontrarnos con un Dios Padre
misericordioso que siempre está a la espera del hijo pródigo.

La experiencia de Dios es una vivencia que genera una nueva actitud: instaurar el Reino de Dios
en el corazón del hombre, de la familia, de la sociedad. Darnos cuenta que somos peregrinos hacia la casa del Padre.

El relato de la Transfiguración ( Mc.9, 1-9 ) es la invitación de Jesús a volver nuestra mirada a Dios.

El Señor nos invita a transfigurar nuestro corazón, reconociendo a Dios como principio y fundamento de todo lo creado. Transfigurar nuestra realidad egoísta en una vivencia de amor, de solidaridad, de donación, de entrega, de servicio a los demás.

La fuerza creadora del amor tiene que insertarse de tal forma en la sociedad que haga surgir un
mundo más justo, más humano, donde el diálogo propicie la búsqueda de la verdad, la recta
comprensión y protección de los derechos de cada uno.

Estamos llamados a colaborar en la construcción de una nueva sociedad más fraterna y
solidaria, una sociedad con rasgos de familia regida por valores inmutables.
Estamos llamados a ser hombres nuevos, constructores de una nueva sociedad,
constructores de historia.


¿Qué soñó nuestro Padre? La Iglesia de las nuevas playas, fundamento de un nuevo mundo y
una nueva sociedad.

“Todos nosotros estamos llamados a colaborar en nuestro mundo en la construcción de una nueva Iglesia y quizás se nos va a regalar una Iglesia renovada en múltiples aspectos”. (P.K. 17.02.68).

Seamos testimonios vivos del “ nada sin Ti, nada sin nosotros”. Sabernos inscriptos en el corazón
de Dios y Él en el nuestro, nos da fuerza y empuje para la misión. Somos llamados y no podemos
negar nuestro sí. Dios busca al hombre que está perdido en el mundo, nos busca y nos pregunta
como a Adán ¿ dónde estás?

En la Anunciación, María responde con un sí pleno a las palabras del arcángel.
También nuestro Padre dio su sí valeroso y lleno de confianza, en distintos momentos de su vida.
Con María y nuestro Padre rezamos “en nosotros recorre nuestro tiempo, preparándolo para
Cristo Jesús”.

Ése es nuestro desafío: hacer vida y vida efectiva la Alianza de Amor.
Es nuestra respuesta para este tiempo y esta sociedad en crisis.

No nos quedemos como los discípulos mirando el cielo ( Hch. 1,11 ) sino que hagamos vida la
consigna de San Pablo “ el amor de Cristo nos apremia” y seamos apóstoles encendidos en el fuego sagrado de Dios.

Sabernos y sentirnos hijos nos borra dudas y temores porque es Dios quien lleva el timón de la
barca en este mar borrascoso.

El Padre Fundador nos quiere educar a través de María como hombres filiales, interiormente
libres, para poder dar siempre nuestro sí al querer de Dios. Esta apertura filial es lo que
permite abrir caminos hacia un mundo nuevo.

Viviendo la Alianza de Amor, nos hacemos cada vez más hermanos, con un marcado
espíritu de familia.

Ser familia, gestar familia, es la respuesta que queremos dar a una sociedad fragmentada y
debilitada por el rompimiento de los vínculos.

El Padre nos enseña a mirar la realidad de frente, con lucidez y buscar en la oración una mirada
realista desde la óptica de Dios.

“Saber decidir por mi mismo y llevar a cabo esa decisión en contra de todos los obstáculos, no es
fácil en el mundo de hoy. Porque significa, muchas veces, nadar contra la corriente, pensar
diferente que los demás, actuar en contra de las normas de la mayoría. Exige valor e
independencia, tener y defender mi propia opinión frente a una sociedad masificada.
Resulta mucho más fácil dejarse llevar por lo que la mayoría opina, siente y hace.
La educación a la libertad es una cuestión vital para Schoenstatt pero también es nuestro
apostolado más importante frente a la sociedad actual.

La gran meta de esta educación es formar personas interiormente autónomas ,que saben utilizar
bien su libertad personal y son capaces de nadar contra la corriente.
Personas que aprendan a hacerse independientes de la opinión de los demás y hacerse
independientes, también, de sus propios instintos.

¡Ojalá todos nosotros conquistemos un día, la plena libertad de los hijos de Dios, capaces de
decidirnos por los menores deseos del Padre!”

“Delante de mis ojos estaba siempre el alto ideal de educar a todos los míos
en hombres nuevos, en personalidades fuertes e interiormente libres,
que sólo dependan de Dios.”
( P.K.)

2º Curso – RMet
“Filia Patris, inscriptio cordis in cor, corazón de la Iglesia, nuevo Nazaret”

Bibliografía:
(1) Homilía del P. Juan P. Cattogio – 22/ 02 / 09-
(2) Desafíos, 20
(3) Retiros Padre Nicolás
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c) “Mujeres Hoy y Acá”
Aporte del 3º Curso - RMed
“La humanidad está sola, necesita la mujer”

La humanidad está sola…

“El amor sobrelleva y soporta, arriesga y equilibra, el amor vence todo”
- Trabajo – hogar;
- realización personal – familia;
- consumismo – necesidades reales;
- compromisos apostólicos – deberes de estado

La mujer vive hoy tironeada por las distintas actividades que legítimamente forman parte de su vida, a las que por vocación y misión debe destinar su esfuerzo y dedicación. En muchas circunstancias este tironeo adquiere tanta violencia que acaba destruyendo algún de estos elementos, cuando no acaba destruyendo a la mujer misma, con las consecuencias dramáticas que esto acarrea: separaciones, hogares abandonados, hijos huérfanos con padres vivos, infidelidades, depresiones, frustraciones, etc.
La frase que encabeza, esta reflexión es tomada del teléfono del P. Fundador, Nos llamó la atención porque entre los atributos tan vitales y dinámicos del amor, pocas veces se hace referencia al equilibrio, ingrediente tan necesario en un mundo mecanicista que contrapone lo que debería andar y crecer unido armónicamente para que la mujer pueda lograr en la realización de su vocación y su misión, la realización de su vida familiar y esponsal de acuerdo a la realidad que le toque vivir.

…necesita la mujer

Después que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dijo “No es bueno que el hombre esté solo, voy hacerle una ayuda adecuada” (Gen.2/18).
Así la creación de la mujer surgió de una necesidad: Dios vio que el hombre estaba solo y que esto no era bueno. El texto no hace referencia a lo físico porque el hombre no estaba físicamente solo, estaba rodeado por todos los otros seres de la creación, pese a esto la visión de la creación para Dios no estaba completa. Al hombre le hacía falta alguien con quien poder relacionarse, unirse, asociarse . La mujer, este nuevo ser creado tendría en su esencia esta capacidad, ese algo específico que pudiera sacar al hombre, a la humanidad de su soledad. La vida moderna ha sofocado en la mujer esta capacidad de relación, unión, armonización, equilibrio, así la soledad, la discordia, el desequilibrio están minando nuestra sociedad y nuestras familias, porque la mujer descuidó su identidad.

Como madres federadas, nuestra gran misión es recuperar los rasgos de nuestra esencia femenina que tanto necesita la actualidad. Es una batalla victoriosa porque lo que anhelamos está puesto por Dios en nosotras desde el momento de la creación. Es también una batalla victoriosa porque como
madres federadas tenemos las armas para ganarla a través de:

- la permanente oración, por la que nos unimos íntimamente a Dios nuestro creador, dador y sostén de nuestra identidad femenina,
- nuestro Ideal Personal, que nos hace presente siempre los dones y anhelos de nuestra vocación personal pensada por Dios
- nuestro Ideal de curso, que nos congrega en un rasgo y actitud marianos, nos sostiene en comunidad a través de la oración y el capital de gracias para lograr las pequeñas María modelo perfecto de mujer que necesita la humanidad hoy

Diana A de González del Pino - Roxana A de Rey Nores -Bibiana Beberina
3º Curso RMed
“Mujer nueva, portadora de Cristo, sirve gozosa como manantial de agua viva”
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d) “A la Sombra del Santuario”
Aporte del 4º Curso RMet

“Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad”

Los obispos de la Argentina, reunidos en la 96ª Asamblea Plenaria el 14 de noviembre de 2008. nos han entregado en la carta “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad” (2010-2016) sus reflexiones sobre la realidad de nuestros pueblos que han encontrado un eco particular en nuestro curso y que deseamos compartir con nuestras hermanas de Argentina y Paraguay.
Como federadas no podemos permanecer indiferentes ante este gran desafío histórico que nos toca vivir en una realidad tan distinta a la que soñaron y construyeron los “padres de la Patria”.Tenemos que asumir nuestro carácter de discípulas y misioneras en respuesta a nuestro compromiso con la Iglesia y con Schoenstatt.
No se trata solamente de un problema socio-económico. Podemos mejorar o no variables macroeconómicas, pero no podemos dejar de priorizar el desarrollo integral de la persona, que necesita volver a los valores cristianos que impregnaron la vida pública, valores que sumaron a la sabiduría de los pueblos originarios el aporte de sucesivas inmigraciones.

Tenemos que permanecer fieles a nuestro origen e identidad. El P. Kentenich ha dicho que América es tierra de María. Bajo su protección somos capaces de luchar por la transformación del hombre de hoy, anhelando un cambio que trascienda.
La nueva situación social, abarca tanto la exclusión económica como las vidas humanas, que no encuentran sentido ni reconocen la belleza de la existencia.
Como reza la Oración por la Patria “Nos sentimos heridos y agobiados… pero queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Si queremos ser Nación tenemos que acudir necesariamente al UNICO SEÑOR DE LA HISTORIA: JESUCRISTO, Camino, Verdad y Vida.
Tal como surge del diagnóstico que realizara Aparecida, los desafíos que la sociedad civil presenta para el accionar de los laicos son importantes y exigen una adecuada respuesta de su parte. En esta línea Benedicto XVI ha dicho en su discurso de apertura a dicha Conferencia que “la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, si no también en las virtudes sociales y políticas.” No es fácil encarar esta misión. Sin duda el primer requisito es una sólida vida espiritual que desafía la falta de sentido que caracteriza a un número cada vez más creciente de nuestros hermanos. Otro punto importante para llevar adelante nuestra misión, si queremos hacernos oír en este mundo tan diverso y exigente, es capacitarnos en los temas propios de las realidades temporales, ya que si bien el sentido último del hombre sobre la tierra está en la Fe, ésta sola no basta para resolver los problemas urgentes que caracterizan hoy a nuestra compleja humanidad.

Como shoenstattianas nos sentimos impulsadas a asumir y profundizar el estilo de vida de los discípulos de Cristo, sencillos y alegres, con una fe sólida, fortaleciendo los vínculos, viviendo el camino de la escucha y el diálogo en procura del consenso. El P. Kentenich nos regala una imagen del hombre nuevo y libre; ese es el hombre que debemos conquistar y regalar al mundo para transformar la época actual, es la respuesta para hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo.
Es urgente recobrar la confianza en la capacidad de la fe (que no se impone, pero sí se propone) para incidir positivamente en la configuración de una nueva cultura. Debemos aprender a no tener miedo, caminar en confianza victoriosa. Nuestro P. Kentenich nos dijo: “Un siervo de María nunca perecerá”. Recuperemos el espíritu de esperanza y confianza en el Señor que va delante y nos dice: Animo, que Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos.

Sabemos que la falta de verdad en los dirigentes despierta una profunda desconfianza. Por eso es imprescindible que cada una de nosotras sea “confiable” en todo orden, siendo coherente de modo tal que el hacer sea la realización de nuestro ser. Estamos llamadas a un estilo de vida en el que los valores fundados en el Amor estén siempre presentes. Nuestro don y tarea es dar a conocer el Amor del Padre, que nos envió a su Hijo, que nos abraza a todos, personas y pueblos. El es la respuesta a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida, la felicidad, la justicia, la belleza.

A pesar de los diagnósticos meramente “civiles”, los cristianos somos siempre portadores de la Buena Nueva y como Hijas confiadas en un Padre Bueno y Misericordioso, tratamos de rescatar un punto de vista alentador, repitiendo una y otra vez “Jesús, en Vos confío”, privilegiado siempre la esperanza y la construcción diaria del bien común.

Es en el núcleo familiar donde puede darse un clima de verdad, justicia, aceptación y respeto, actitudes, valores y relaciones fundadas en el Amor, para traducirse luego en la justicia de las estructuras, brindando los propios bienes y talentos al servicio de los demás.
Soñamos con un país que en su Bicentenario trabaje y vele por la unidad de todos con un compromiso concreto por el bien común. Comprometernos es la respuesta a nuestra condición de bautizados. Es responder a la invitación de Jesús a construir el Reino de Dios entre nosotros. Es dejar de lado el individualismo y caminar por la senda del compartir, porque en definitiva el compromiso con la verdad y el bien común están en la esencia de nuestra Fe.
Todos somos co-responsables de la construcción del bien común. Para nosotras el verdadero fundamento es servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos como colaboradoras del amor del Padre.

No habrá cambios profundos si no renace en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político, para que surjan líderes auténticos capaces de participar y consensuar caminos para la solución de los problemas que nos desafían.

Particularmente nos preocupa el crecimiento del individualismo y el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios como consecuencia de graves carencias emocionales y afectivas. Esto nos interpela a discernir y promover nuevos vínculos de pertenencia y convivencia y estilos de vida más fraternos y solidarios. Para ello es de vital importancia promover a las familias, que la sociedad tenga alma de familia, que éstas contagien en nuestra Patria su espíritu y estén en condiciones de asumir su protagonismo en la educación de los menores. Es imprescindible potenciar los valores fundamentales de nuestra cultura y optar por la educación como prioridad para formar en la cultura del trabajo, austeridad y del verdadero liderazgo.

Los obispos alientan a las familias a participar y organizarse como protagonistas de la vida social, política y económica. Las soluciones profundas no se improvisan, requieren su tiempo de gestación y largo proceso de maduración.

Para nosotras en este tiempo que nos toca vivir adquiere vital actualidad la promesa que nuestro Padre Fundador hiciera a Pio XII en su nombre y en el de su Obra, a empeñarse por todos los medios en la reconstrucción del orden cristiano de la sociedad. Para encarar este cometido instó a cada una de las comunidades a esforzarse por configurar un reino ideal, una ciudad de Dios, porque sólo si las pequeñas células están sanas, comenzando por las familias, recién entonces se puede contar con el saneamiento del organismo total. En sus palabras “Sólo por este camino, desde lo pequeño hacia lo grande, se puede esperar la recuperación del orden social, su rescate y saneamiento.”

Como hijas suyas, la consigna hoy es llevar a la práctica el Misterio de Schoenstatt, darle forma en el día a día. María, nuestra madre y educadora nos llama a permanecer fieles a la Alianza de Amor, a nuestro carisma original en la Fe Práctica en la Divina Providencia y en la misión. Ella nos anima a ocuparnos, a no preocuparnos. Ella intercede para que nuestro propósito de colaborar en la forjación del Reino, se haga vida en nuestras vidas.

El lema de la Familia para 2009 nos indica el medio más seguro para transitar el camino hacia el Bicentenario
¡Familia Viva, Esperanza Argentina!

Como muy bien lo señalara Benedicto XVI: “A un mundo mejor se construye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido.”
la
Con humildad haremos entonces todo lo que sea posible, confiando el resto al Señor ya que es El quien gobierna el mundo y nosotros los instrumentos a su servicio y al de nuestros hermanos.
Con esta profunda convicción, bajo la protección de María, seremos capaces de ir dando pasos concretos para rescatar en común el proyecto original de Nación.

4º Curso RMet
FILIA CONFIDENS FIDELIS ADJUTRIX PATRIS AMORIS
HIJA CONFIADA FIEL COLABORADORA DEL AMOR DEL PADRE

Con los aportes del curso y la coordinación de
Marina Nordenstohl y Beatriz Bigliardi

miércoles, abril 15, 2009

La alegría de Pascua

Padre Nicolás Schwizer

1. Ser cristiano, es creer en la resurrección de Cristo. No somos cristianos por el hecho de creer en la cruz, en el sufrimiento y en la muerte. Somos cristianos porque creemos en la resurrección, en la liberación, en la vida y en la alegría.
En el fondo de nuestro corazón hemos de tener la seguridad de que toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza en alegría, toda muerte en resurrección.

Si creemos, no habrá un solo instante de nuestra existencia que pueda librarse de la alegría esplendorosa de Pascua. El verdadero cristiano es incapaz de vivir al margen de la alegría. Por Cristo se ha visto introducido e instalado en la alegría, entregado a la alegría. En su vida no puede ya existir el fracaso; ni el pecado, ni el sufrimiento, ni la muerte son para él obstáculos insuperables. Todo es materia prima de redención, de resurrección, ya que en el centro mismo de su pecado, de sus sufrimientos y de su muerte le espera Jesucristo vencedor. Por eso los mayores sufrimientos y las mejores alegrías pueden coexistir, íntimamente unidos en el lecho de una misma vida.

2. Pero sentimos tantas tentaciones de resistir. Aceptar creer en la alegría es casi aceptar a renunciar a nosotros mismos, a nuestra experiencia, a nuestra desconfianza, a nuestras quejas. Y nuestra alegría es la medida de nuestro apego a Dios, a la confianza, a la esperanza, a la fe. Nuestra negativa a la dicha es nuestra negativa a Dios. Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría.

3. Los padres de la Iglesia decían que no hay más que un solo medio para curar la tristeza: dejar de amarla. Creer en Dios es creer que Él es capaz de hacernos felices, de darnos a conocer una vida que deseamos prolongar por toda la eternidad. Porque, para muchos de nosotros, la cuestión difícil no está en saber si tienen fe en la resurrección, sino en saber si sienten ganas de resucitar, no en esta pequeña vida nuestra, egoísta, dolorosa y ciega. Si esto hiciera, el prolongar indefinidamente esa vida, sería más un castigo que una recompensa.


4. Por eso, la fe en la resurrección no puede brotar más que de un amor verdadero. Cristo nos ha dado a conocer ese amor que no pasa: “La fe y la esperanza pasarán, pero la caridad vive para siempre”.
Nuestra fe, nuestra esperanza de resucitar para nosotros y para los demás, depende estrechamente de nuestra capacidad de resurrección, están a la medida de nuestra fuerza de amar.

5. Para que podamos experimentar una vida de amor y de fe, tenemos que morir a nuestras faltas, a nuestras tristezas y a nuestros resentimientos. No existe Pascua para nosotros, si no aceptamos morir en esa zona de nuestra propia alma en la que estamos demasiado vivos: en nuestras agitaciones, nuestros temores, nuestros interesases, nuestro egoísmo. Y si no aceptamos resucitar en esa zona en la que estamos demasiado muertos: resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al amor y la alegría.

No existe Pascua sin una buena confesión: un morir a nosotros mismos, a nuestros caprichos que son nuestros pecados, para resucitar a la voluntad de Cristo, que es amor, esperanza, renovación, cariño.

No existe Pascua sin una comunión pascual: un salir de nuestras costumbres, de nuestro pan y nuestra vida, para saborear otro pan, otra vida, un pan de la sinceridad, de entrega a los demás, una vida de amor, de fe y de alegría.

Eso es la fiesta de Pascua: un cambio de vida, un pasar de esta vida nuestra a otra admirable, maravillosa, que será nuestra vida para siempre, en la casa del Padre celestial.

Preguntas para la reflexión

1. ¿En qué medida soy un cristiano alegre?
2. Soy capaz de renunciar a mis caprichos por amor a Cristo?
3. ¿Cómo me imagino la resurrección?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

domingo, abril 12, 2009

¡Feliz Pascua!

“Que doblen las campanas jubilosas
y proclamen el triunfo del Amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.”
(Himno de la liturgia de las horas)


Queridos hermanos, en medio de tantos dolores de muerte e inseguridades personales, sociales y globales, Cristo Jesús nos acompaña y padece con y como nosotros esos mismos dolores, pero finalmente vence. ¡Cristo triunfa sobre la muerte y vive! La Pascua nos llama a reencender nuestra fe en Dios y a renovar nuestra esperanza. ¡Sólo en Dios tenemos Vida y Amor que no defrauda!

Hermanos, es tiempo de levantar nuestras miradas, abrazar la libertad, la justicia y la verdad de Cristo; es tiempo de abrir nuestras vidas, desterrar individualismos y compartir ideales. Es tiempo de llevar esta Nueva Luz para renovar los corazones, iluminar las familias y dignificar las instituciones de nuestra Patria. Es Pascua, Nueva Vida en nuestra vida. ¡Es tiempo de Esperanza!

Unidos a María, la Madre de la Esperanza, reciban un cordial saludo y mi bendición. ¡Feliz Pascua!

P. José Javier Arteaga
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Queridas madres de Federación:

“El hombre pascual es el hombre de la alegría...
la alegría de saber que Dios nos quiere y
tiene en sus manos las riendas de nuestra vida” P.K.

Un saludo con cariño para cada una y sus familias

¡FELIZ PASCUA!

M.Inés Erice de Podestá
Jefa Territorial

miércoles, abril 08, 2009

Benedicto XVI pide a los católicos vivir en profundidad esta Semana Santa
VATICANO, 08 Abr. 09 (ACI).-El Papa Benedicto XVI dedicó la Audiencia General de hoy a hablar sobre la Semana Santa, "que para nosotros los cristianos es la semana más importante del año", y recordó a los católicos que estos días nos ofrecen "la oportunidad de vivir en profundidad los eventos centrales de la Redención, de revivir el misterio pascual, el gran misterio de la fe".
El Santo Padre explicó que Jesús "no quiso usar su ser Dios, su dignidad gloriosa y su potencia como instrumento de triunfo y signo de distancia entre nosotros". "Por amor, quiso "vaciarse de sí mismo" y hacerse nuestro hermano; por amor compartió nuestra condición, la de cada hombre y de cada mujer", indicó.

Benedicto XVI repasó las celebraciones centrales de estos días y explicó que la Misa del Crisma es como "un preludio al Triduo pascual, que comienza mañana" pues "en ella se renuevan las promesas sacerdotales pronunciadas el día de la ordenación".

Esta celebración "tiene este año un significado particular, pues es como una preparación al Año Sacerdotal, que he convocado con ocasión del ciento cincuenta aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, y que se inaugurará el próximo día 19 de junio. En la Misa del Crisma "se bendicen el óleo de los enfermos y el de los catecúmenos y se consagra el Crisma", indicó.

Asimismo, señaló que en la misa del Jueves Santo por la tarde, llamada "in Coena Domini", "la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía, el sacerdocio ministerial y el mandamiento nuevo -mandatum novum- de la caridad, dejado por Jesús a sus discípulos". Este día "constituye, por tanto, una invitación renovada a dar gracias a Dios por el don supremo de la Eucaristía, que hay que acoger con devoción y adorar con fe viva".

El Papa también afirmó que el Viernes Santo es el "día de la pasión y de la crucifixión del Señor. La muerte de Cristo recuerda el dolor y los males que gravan sobre la humanidad de todos los tiempos: el peso aplastante de nuestro morir, el odio y la violencia que siguen ensangrentando la tierra. La pasión del Señor sigue estando presente en los sufrimientos de los seres humanos".

Pero aclaró que "si el Viernes Santo es un día lleno de tristeza, también es un día muy propicio para reavivar nuestra fe, para consolidar nuestra esperanza y la valentía de llevar cada uno nuestra cruz con humildad, confianza y abandono en Dios, seguros de su apoyo y de su victoria".

Benedicto XVI destacó que "esta esperanza se alimenta en el gran silencio del Sábado Santo, en espera de la resurrección de Jesús". En este día, "la Iglesia vela en oración como María y junto a María, compartiendo sus mismos sentimientos de dolor y de confianza en Dios. Se recomienda justamente conservar durante toda la jornada un clima de recogimiento, que ayude a la meditación y a la reconciliación; se anima a los fieles a que se acerquen al sacramento de la Penitencia para poder participar renovados en las fiestas pascuales".

Refiriéndose a la solemne Vigilia Pascual, "madre de todas las vigilias", el Papa Benedicto XVI recordó que en ella "se proclama la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, y la Iglesia se alegra en el encuentro con su Señor. De este modo entramos en el clima de la Pascua de Resurrección".

Finalmente, el Santo Padre invitó a los fieles a "entrar con la Virgen María en el Cenáculo, permaneciendo a los pies de la Cruz, velando idealmente junto a Cristo muerto, aguardando con esperanza el alba del día luminoso de la resurrección".

miércoles, abril 01, 2009

Fechas importantes abril 2009


05 Domingo de Ramos
06/4/1945 P.Kentenich sale del campo de concentración de Dachau



09 Jueves Santo de la cena del Señor
10 Viernes Santo. Pasión del Señor
11 Vigilia Pascual



12 Pascua de Resurrección
12/4/1894 P.Kentenich es Consagrado a la Sma. Virgen
16 Curso 9º de Córdoba hace su Consagración Perpetua
18 Día de Alianza
19 San Expedito
29 Inicio Curso 20º de Buenos Aires