jueves, noviembre 29, 2007



ADVIENTO


Queridas Madres de Federación:

El próximo domingo 2 de diciembre comenzaremos el Adviento, tiempo de preparación para la Navidad. Este año tenemos la particularidad de que son 4 domingos, pero no 4 semanas, por lo que tendremos que vivirlos con más intensidad, para que no nos tome por sorpresa, sino que cuando llegue el día estemos preparados dejando atrás el activismo o la frialdad espiritual para que ésta sea una Navidad distinta. No queremos como schoenstattianas dejarnos llevar por un tiempo impuesto por el consumismo. Queremos preparar nuestro corazón para recibir a Jesús y celebrar con alegría con Él su presencia en medio nuestro.

La Navidad no es un simple aniversario, un recuerdo, un sentimiento, sino que es el día en que Dios quiere nacer nuevamente en nuestro corazón, para estar cerca nuestro, para vivir con nosotros y compartir toda nuestra vida, momentos de gozo y momentos de cruz.

Cuando se acerca la Navidad, dedicamos mucho tiempo, dinero y esfuerzo para preparar la Nochebuena, qué comeremos, con quienes lo pasaremos, qué regalos haremos, qué ropa nos pondremos… Todo esto no tendría sentido si no pensamos a quién festejamos, el cumpleaños de quien estaremos celebrando, y que Él es nuestro invitado especial, a quien tenemos que acompañar y recibir en nuestro corazón.

Podremos prepararnos de diferentes maneras, podría ser con un calendario de Adviento, leyendo alguna reflexión y poniéndonos algún propósito cada día, o con la corona de Adviento, o con la novena de “Búsqueda de albergue” y si dejamos pasar todas esas oportunidades, aún nos quedará el Triduo de Adviento. Sería lindo hacerlo en familia, crear un clima de preparación, hasta con los más chiquitos. Todo lo que les inculquemos desde pequeños ellos lo vivirán después en el futuro también con sus hijos y nietos. Que no sólo el decorado de los comercios y calles nos indiquen que se acerca la Navidad, sino que también ese clima se viva espiritualmente.

En este tiempo, en medio de todo el ajetreo, busquemos un momento de reflexión, oración y entregas al capital de gracias, para tener la posibilidad de un contacto más vivo y personal con Dios que con amor misericordioso nos regala a su Hijo.

Dios quiere que transitemos este camino de santidad con alegría y con ánimos renovados, abriendo nuestro corazón para que Él pueda entrar. Así nos lo dice en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno escucha mi voz y me abre entraré a su casa a comer, yo con él y él conmigo” (Ap 3, 20). La Iglesia nos regala este tiempo litúrgico para que renovemos en nuestro espíritu la idea de que el Señor está por llegar y que espera que salgamos a su encuentro para recibirle.

A pesar de la inmensa distancia que nos separa, una vez más es Dios quien toma la iniciativa para acercarse más a nosotros, siendo Dios, toma nuestro cuerpo y se hace igual a nosotros, menos en el pecado. Dios espera el sí de nosotros, como el sí de María en la Anunciación, sin fijarse en nuestros olvidos, infidelidades, ofensas, que puedan habernos alejado de Él. No quiere perdernos y por eso insiste en nuestra puerta para que le abramos y lo dejemos entrar. El no entrará en nuestro corazón a la fuerza porque respeta nuestra libertad, como la respetó con Adán y Eva. Pero insiste porque quiere compartir con nosotros lo más íntimo de su vida, quiere que comprendamos que nuestra felicidad está en Él y con Él.

Y en esta Navidad nos vuelve a llamar y espera que le abramos y lo invitemos a cenar con nosotros. Qué hacemos cuando invitamos a alguien a nuestra casa? La preparamos, la limpiamos y ordenamos. Jesús también espera que hagamos lo mismo para recibirlo, que nos arrepintamos de las ofensas que hayamos hecho, que nos reconciliemos con Él y con los demás. Y la manera más eficaz es a través del sacramento de la reconciliación. Arreglemos nuestro corazón, limpiándolo de egoísmos, soberbia, vanidades, sensualidades para que Él se sienta cómodo en nuestra casa.

Vivamos con generosidad hacia los que nos rodean, regalando lo mejor de nosotras para que en un clima de alegría todos juntos esperemos la venida de Jesús. Y para eso, podríamos limpiar nuestro corazón de todo aquello que afea nuestra persona y que dificulta la convivencia con aquellos que están más cerca nuestro. ¿Me animaría a preguntarle a mi esposo o a mis hijos qué es lo que más les molesta de mí? ¿Sería capaz de esforzarme por cambiarlo y ofrecérselo al Niño Jesús?

Miremos a María, imitémosla, porque Ella nos enseña a preparar nuestra casa, y continuando con lo propuesto para este mes de María que aún no termina, abramos nuestro corazón y nuestro espíritu para escuchar la voluntad del Padre y seguirla. Recibamos a Jesús como María y dejemos que Él se quede con nosotras como se quedó junto a Ella.

Tratemos de vivir la santidad de cada día, con alegría y esperanza, y como nos enseña nuestro Padre, sin grandes cosas, pero haciendo las pequeñas cosas lo más grande posible y ofreciéndoselas a Dios y a la Mater.

Que María, signo de esperanza y victoriosidad acompañe a cada una en este tiempo de preparación y les regale una feliz Navidad, plena de amor y paz, junto a toda su familia, con mucho cariño,

M.Inés Erice de Podestá

viernes, noviembre 16, 2007



Queridos hermanos en la Alianza:

Un joven de 11 años, viendo las grandes necesidades de su pueblo, le dijo a su padre: “papá, quiero ser útil a mi gente”. Y le pidió que lo lleve a Buenos Aires para estudiar. Podría haber dicho: “papá, vos y los mayores hagan algo; los políticos y el gobierno mejoren la situación”, pero era tanto el amor y el dolor por su gente que lo llevó a ponerse él mismo al frente para ayudar a los suyos. Ese joven bueno, entregado y fiel hasta el final fue Ceferino Namuncurá; así comenzó su camino de liderazgo y santidad, con un único gran anhelo: “quiero ser útil a mi gente”. Hoy tenemos la alegría de honrarlo como beato Ceferino, hijo de Dios y hermano de todos.

El fin de semana pasado, los dirigentes del Movimiento de Schoenstatt en Argentina nos reunimos para evaluar lo hecho en el año 2007, para descubrir las voces de Dios en los acontecimientos sociales y eclesiales y, finalmente, para decidir líneas de acción para el año 2008. Nos guió una pregunta: ¿en qué trabajaremos para ayudar a la Iglesia y a la Patria camino al bicentenario? El intercambio de ideas y los debates fueron muy fecundos y llegamos finalmente a dos palabras claves:

Liderazgo y Santuario.

Desde hace años advertimos que nuestra Argentina necesita líderes honrados e idóneos que sirvan al bien de todos, que promuevan el diálogo y que impulsen un desarrollo orgánico de la sociedad. Dirigentes en todos los niveles de decisión y en todas las áreas de la sociedad, en la política nacional, provincial y en la barrial; en lo privado y en lo gremial; desde la ciencia hasta los medios de comunicación; en las universidades y en las familias. Argentina hoy necesita, imperiosamente, nuevos dirigentes motivados por una única idea: “quiero ser útil a mi gente”, servir para el bien de todos, a imagen del beato Ceferino. Dios siempre nos regala hombres que con su ejemplo iluminan nuestro camino.

Los líderes del nuevo milenio son los hombres y mujeres que han escuchado el llamado de Cristo y, siguiendo sus enseñanzas, se entregan con fervor al servicio de los hombres y para el bien de los pueblos. Hombres que conciben sus grandes o pequeñas responsabilidades diarias como un aporte a la construcción de una sociedad mejor. Esos nuevos líderes de corazones apasionados al servicio del bien común son los discípulos-misioneros del nuevo milenio.

Pero hay algo más: para que nuestro servicio a los hermanos sea duradero y no solo “buenas intenciones del momento”, tenemos que aprender en la escuela de María: el Santuario. Allí queremos encontrarnos con Ella, primera Discípula y primera Misionera la del Señor, que escuchó la Palabra, la meditó y la hizo carne en su vida diaria; en el Santuario queremos aprender de sus virtudes; desde el Santuario queremos partir con Ella para llevar la Buena Noticia a los hermanos. El Santuario de María es el hogar donde viven y el cenáculo, desde donde parten, los discípulos-misioneros de Cristo.

Así llegamos a la conclusión que el lema del año anterior es muy actual, refleja los conceptos de Santuario y liderazgo y nos marca el camino del 2008.

“Desde el Santuario, discípulos-misioneros
para una Patria Familia”

Queridos hermanos, este 18 de noviembre celebraremos el 122 cumpleaños de nuestro Padre Fundador. Él nos enseñó a vivir como verdaderos discípulos-misioneros de Cristo en la escuela de María. El Padre mismo fue un discípulo-misionero, un líder- servidor de los hombres, entregando su propia vida para que su Familia tenga vida en Cristo. Toda su vida fue en y desde el Santuario, llegando a decir “quien me busque me encontrará en el Santuario”. Querida Familia, sea nuestro mejor regalo al Padre Fundador seguir sus huellas y amar a la Iglesia como él la amó.
¡Feliz día de Alianza!

Reciban un cordial saludo y mi bendición,

P. Javier Arteaga

jueves, noviembre 15, 2007

Preparándonos para próximo 18, cumpleaños de nuestro Fundador, reflexionemos junto al P.Nicolás



Arraigo en el Padre Fundador

La vivencia, la relación personal con el Fundador es un don. Es una gracia que encierra una experiencia que nadie nos puede dar desde afuera. Ha de hacerla cada uno: encontrarse, vivir su historia con Él y quererlo personalmente en la medida que experimente su cariño. Tarde o temprano, a cada schoenstattiano le llegará ese momento de gracia.

¿Qué podemos hacer en concreto para que se nos dé esa gracia? ¿Cómo podemos abrirnos a la gracia de un profundo arraigo en el PF?

1. Conocerlo. Es difícil, querer a alguien a quien no conocemos bien. El primer paso es conocer al Padre, interesarnos por Él, abrirnos a su persona. A muchos les cuesta leer y estudiar, pero es la mejor forma para conocerlo a fondo, su persona, su vida y su obra. Si queremos acercarnos a Padre Fundador, hemos de hacer ese esfuerzo.

Así descubriremos que el sentido más hondo de su vida era ser Padre. A lo largo de los años podemos ver como creció y se desarrolló esa gracia de la paternidad que Dios le concedió.
Él sentía y decía que su ser padre fue el núcleo de su personalidad y misión. Dios nos dio así un Fundador cuyo carisma personal fue el de irradiar ese rostro de padre. Dios Padre nos regaló un reflejo vivo de su propia paternidad.

Estudiando la vida del P. Kentenich, podremos descubrir otro rasgo esencial de su personalidad: frente a los hombres, Él era y quería ser siempre padre, pero frente a Dios se sentía siempre como niño, como el niño más pequeño.
El hombre maduro es hijo y padre, es como un puente a través del cual Dios quiere darse a nosotros. Ese es el ideal que el Padre predicó y encarnó durante toda su larga vida.

2. Reconocerlo. Conocer y reconocer no es lo mismo: p.ej. el diablo conoce a Dios, pero no la reconoce. ¿En qué sentido hemos de reconocerlo?

Como Cabeza de la Familia de Schoenstatt. Como tal tiene una posición de primacía dentro de la Familia. Personalmente es el portador de una gran misión, misión que ha entregado a toda la Familia. Pero es Él quien la recibió. Por eso, tenemos que reconocerlo y aceptarlo como Cabeza, si queremos pertenecer a su Familia.

3. Seguirle. No es suficiente sólo reconocerlo. Debemos identificarnos con Él y con su obra. Su vida ejemplar lo autoriza para ser nuestro modelo. Porque Él es la mejor encarnación de lo que Schoenstatt pretende: crear un hombre nuevo, en una nueva comunidad. Hemos de ser fieles a su espíritu, sus principios, su misión. Sólo así seremos auténticos hijos suyos que puedan llevar adelante su obra.

4. Vincularnos. El Padre, de su parte, quiere tomar contacto con cada uno de nosotros, nos busca, nos invita a acercarnos a Él. Debemos recibirlo, darle un lugar en nuestra vida, acogerlo en nuestro corazón. Aceptarlo como nuestro padre, sentirnos hijos suyos. Así empezaremos a compartir nuestra vida con Él, así como la compartimos con María.
Entonces vamos a empezar a dialogar con Él, contarle nuestras alegrías y penas, luchas, éxitos y fracasos. Le pediremos consejo, ayuda. Vamos a confiarle y rezarle, p.ej. la novena... Y entonces vamos a entregarnos también a Él, a su cuidado y protección paternal, a su mano conductora y educadora.

Y el fruto de toda esa vinculación creciente al Padre, es un arraigo hondo en su corazón. Allí nos recibe a todos nosotros, nos hace sabernos y sentirnos sus hijos queridos, nos cobija en su amor paternal. Y, por sobre todo, nos lleva al corazón de Dios, donde nos sentiremos acogidos y arraigados eternamente.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Rezo la novena del Padre?
2. ¿Cuánto conozco de la vida del Padre Fundador?
3. ¿Es un modelo para mí?

Si desea suscribirse, comentar el texto o dar su testimonio, escriba a: pn.reflexiones@gmail.com

martes, noviembre 06, 2007



MES DE MARÍA. Hacia el 2014

Queridas madres de Federación:

A partir del 8 de noviembre y hasta el 8 de diciembre, como cada año en la Iglesia Argentina, celebraremos el mes de María, para honrar y recordar de manera especial a nuestra Madre.

Como preparación para la fiesta de la Inmaculada Concepción, comenzaremos un mes antes a disponer nuestro corazón renovando nuestro sí a María y nuestro sí a la Alianza en la que nos comprometimos a asemejarnos a Ella, a esforzarnos en nuestra autoeducación, a ser sus instrumentos, a amarla y servirla en su tarea de renovar el mundo en Cristo Jesús.

Siguiendo la propuesta del año pasado de un grupo de la C.O. de la Región Metropolitana, este mes de María sería el 2º en preparación a los cien años de la fundación de Schoesntatt que celebraremos en el 2014.

Queremos asumir actitudes marianas, manifestando el gozo de colaborar con lo que Dios quiere de nosotras, abandonándonos a su voluntad. El año pasado trabajamos la actitud de “escuchar” como María en la Anunciación.

Este año podríamos trabajar la actitud de descubrir la voluntad de Dios y seguirla. Recordemos que Jesús nos dice que su Madre y sus hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8, 21).

Jesús ama a su Madre y a sus hermanos y nos pide que como gesto de amor aceptemos y vivamos la voluntad de su Padre, de nuestro Padre. Porque Dios nos ama, y nos ama gratuitamente y ese mismo amor es el que nos regala María. Ese amor que recibimos gratuitamente tenemos que darlo gratuitamente al Padre, a la Mater y a los demás.

Tratemos de descubrir la voluntad de Dios, que es manifestación de su amor de Padre. Él nos muestra su voluntad a través de las múltiples formas por las que nos habla. A través de las personas, cosas, hechos… Como nos dice nuestro Padre Fundador, deberíamos vivir con la mano en el pulso del tiempo y con el oído en el corazón de Dios.

Durante este mes busquemos descubrir el querer de Dios y vivamos con alegría en el abandono a su voluntad. De esta manera, nos dejaremos formar por María para que sea Ella la que forme a Cristo en nuestros corazones.

María es verdaderamente nuestra Madre y Dios Padre ha querido manifestarnos y hacernos cercano su amor en el corazón de María. El amor de Dios es infinito y nos ama también con un amor cálido propio de una madre. Es por eso que en su voluntad siempre tenemos que descubrir su amor paternal-maternal.

Con un corazón magnánimo, imitemos a María, diciéndole al Padre en cada momento de nuestra vida “Ita, Pater”, sí Padre.

Saludo a cada una con mucho cariño, “Quedamos en eso, permanecemos fieles”

M.Inés de Podestá